Los jefes se refieren a sus jóvenes profesionales, los misteriosos millennials, como poco comprometidos, más pendientes de la hora de salida del trabajo o de sus vacaciones alrededor del mundo cuando no de sus horas de teletrabajo o sus períodos sabáticos. Lo demás, nada de nada. Los jóvenes, dicen no encontrar en sus jefes baby boomers empatía, comprensión y sobre todo el mínimo interés por compartir con ellos cuestiones vitales de importancia, como rondas after office o campeonatos de fútbol. No es una descripción de una empresa en particular, pero si una escena que se amolda a lo que hemos recogido en muchas horas de observación y diagnóstico en la más variada muestra de organizaciones.
Esta divergencia de paradigmas y miradas diferentes, impulsa, incluso, culturas que tienden a estratificarse y dificultar el diálogo e interacción entre todos sus integrantes.
Es que en las empresas se da una serie de patrones recurrentes: los líderes dirigen equipos en los que los empleados se sienten desmotivados, explotados e invisibles. Esto sucede ya sea en entidades gubernamentales, fundaciones o empresas privadas debido a que las inversiones pasan por lo tecnológico pero los problemas repercuten en lo humano. Millones en fierros y centavos en el “capital humano” que lo debe potenciar y dar sentido.
Este contexto no se presenta solo en nuestro país, sino en toda la región. La situación no cambia por una falta de conciencia, una llamativa escasez de acciones y de comunicación en el más amplio sentido de la palabra. La clave para realizar este cambio está pues, en los futuros líderes. Ellos pueden constituirse en los responsables de traer equilibrio y buen clima laboral a las empresas. Pero para que ellos puedan llegar a integrarse, debe haber un compromiso por parte de todas las instituciones y personas que influyen en su formación entendiendo que no va a haber organizaciones mejores sin seres humanos mejores, y no va a haber seres humanos mejores sin conciencia.
¿Cuáles son esos atributos que caracterizan a un buen líder?
- Visión: los líderes tienen una mirada hacia el futuro y para compartirla lo hacen en formato de historia, de relato. Para poder compartirla, esta debe ser entusiasmante y que no brote de la cátedra sino de la propia experiencia del líder.
- Capacidad de aprendizaje: la búsqueda afanosa de nuevos conocimientos es una manifestación de humildad por parte de los líderes. Todos aprenden y deben aprender del líder a buscar saber más y mejor. Seguir aprendiendo sin temor al qué dirán y logrando dejar un legado. Muchas veces creemos que la respuesta a los interrogantes planteados está en ir a tomar tal curso y así ser mejor gerente o director, pero en realidad, pasa por un crecimiento en el camino de conocerse a sí mismo.
- Estar en eje: este rasgo característico implica un equilibrio, un punto equidistante entre lo que se tiene y lo que les falta. Es la continua referencia a los valores y objetivos que se van planteando y que la dinámica diaria, con frecuencia hace perder de vista.
- Vínculos: por último, es clave tener la capacidad de generar una red de vínculos. Para lo cual, lo primero es conocerse a sí mismo para luego, desde ese autoconocimiento, poder extender la red con los demás, que se plasmará en la sucesiva formación de equipos.
Otros artículos de la serie