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No podemos callar, Benedicto

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La muerte de Benedicto XVI trajo muchas repercusiones en los medios y nos recordó su obra, prolífica, en libros, discursos célebres, homilías, audiencias, entrevistas, documentos. La contribución de este sacerdote teólogo, intelectual, catequista y liturgista fue enorme. Con agudeza sobrevoló todos los temas y las grandes controversias. El mundo y la Iglesia, el lugar de Dios, la política y economía, la moral y la cuestión social. Ecumenismo, diálogo interreligioso, incluso con ateos y agnósticos, la creación y la ecología. Ante la crisis que vemos y sufrimos, ha dado una guía, por dónde pasa la reconstrucción y el camino de la felicidad del hombre sobre la tierra. El denominador común en los comentarios post mortem es la gratitud por las enseñanzas y la claridad de su exposición. Benedicto conocía bien el pensamiento moderno de la “deconstrucción” de conceptos, después de lo cual nada de lo conocido queda en pie, y de los que alegan que, con el multiculturalismo y el pluralismo vigente, no hay espacio para los valores cristianos. Y ha dado pautas para refutarlos confirmando nuestra cosmovisión cristiana, para entender el ayer, interpretar el presente y mirar el futuro con calma. En medio de tanta incertidumbre, su voz reflexiva y humilde, serena y fuerte, nos interpela. Entonces nos toca responder. Como personas responsables en nuestra labor, vocación, laicos o consagrados, como padres, profesionales o dirigentes. 

Aquí una breve reseña de algunos puntos, a libre interpretación personal, sin pretensiones de orden o exhaustividad. Simplemente con el propósito de ayudar, y más que nada, alentar a la reacción, seguir creyendo en la propuesta. No caigamos en el desaliento, la peor de las tentaciones.

Autoconocimiento, actitud, convicciones. Dios existe, ¿pero es el fundamento de nuestra vida? ¿El centro de mi pensar, hablar y actuar? La religión es un encuentro vital con Cristo. Lo primero es esto, la experiencia interior de persona a persona. Daremos testimonio y seremos luz, desde este punto de partida. En su testamento espiritual redactado en 2006 Benedicto pide a la Iglesia y a los cristianos que no se dejen confundir, permanecer firmes ante las teorías filosóficas y científicas de moda. Por lo tanto, para llegar a los corazones tenemos que dar el mensaje de una fe conocida y hecha carne, auténtica y humilde. La misión es una vida que testimonie los valores del Evangelio de Jesús. Mejor que las estrategias y el marketing. Si la palabra mueve, el ejemplo personal conmueve, arrastra. Volver a lo esencial. Dios es Amor (su primera encíclica, Deus Caritas Est, sobre el amor cristiano) y Benedicto nos invita a dejar entrar a un Dios muy cercano, que nos busca, viene, siempre acompaña y nos lleva a amar al prójimo.

Agentes de transformación por el Amor. Los cristianos, testigos del amor de Dios, llegamos a ser elementos de cambio en el mundo sin hacer ruido. El amor es la única fuerza que llega a transformar el corazón del hombre, vivimos para amar y ser amados. El cristianismo no es una suma de ideas, filosofía o teología, ¡es caridad! La naturaleza humana en su esencia más profunda consiste en amar. La humanidad necesita volver a Dios. Está seca. Con San Agustín y San Buenaventura llevó al Amor como principio de conocimiento. El amor ve más que la razón. Dios es amor eterno y verdad absoluta. De ahí la centralidad de Dios en nuestro obrar y pensar. 

 Fórmula: sin el saber el hacer es ciego y el saber es estéril sin el amor.

¿Cómo es posible tanto mal? Límites al poder. Se ha resaltado que por haber visto en su juventud y patria las atrocidades del régimen nacionalsocialista y comunista, muchas veces se preguntaba por el misterio del mal, de la negación y ausencia de Dios en esas ideologías totalitarias, del paso atrás en los valores de la civilización, siempre volvía al problema de la conciencia. Hay una gran tarea de cada persona, familia y grupo, en formar rectamente la conciencia, la moral y la libertad. Hitler decía que la conciencia es una esclavitud de la que había que ser liberados. Stalin estaría de acuerdo. Benedicto dijo que es imposible el control del poder y respeto a la ley, la limitación de los abusos de cualquier signo, si los ciudadanos no tienen conciencia. Va de suyo que incluye la educación como formación en valores, también la dimensión espiritual, no sólo la instrucción.  Esto es crucial. El agotamiento colectivo y la dejadez individual son aprovechados por políticos que no encuentran freno en las conciencias, y avanzan hacia dictaduras. Sobran los acontecimientos inexplicables de ayer y de hoy. Se impone un deber de insistir y apelar a los criterios y principios rectores de la ética personal y pública.  

Somos pocos… Los primeros cristianos fueron pequeñas comunidades dispersas por el mundo, insignificantes. Los métodos de Dios no son los grandes números ni éxitos. Se nos pide el compromiso evangélico, hacer resplandecer la luz de Cristo, no la propia. El resto lo pondrá Dios. La Iglesia debe ser un testimonio del Dios vivo, de testigos que practican la fe. ¿En minoría? Somos espacios, islas de santidad. El pequeño grano de mostaza. La levadura que fermenta toda la masa. Volver a empezar cada día con nueva luz, la cruz en sí misma es luminosa. No bajar los brazos ni claudicar en los valores de nuestro ideario cristiano. Fuimos salvados en la esperanza (encíclica de Benedicto) y gracias a ella afrontamos el presente fatigoso, pero con destino certero, la meta es la gloria. Por eso, alegres en las dificultades. Con la oración como escuela de la esperanza. El Evangelio es una comunicación que cambia la vida. El mensaje no es sólo informativo, sino performativo. En este sentido, junto a la administración de los sacramentos y el anuncio de la Palabra, Benedicto puso como ámbito de la naturaleza íntima de la Iglesia, el ejercicio de la Caritas organizada, la ayuda material con el sello del amor.

La verdad, fe y razón. ¿A dónde nos lleva un mundo sin Dios? El aporte central de Benedicto fue la existencia de la verdad objetiva contra la dictadura del relativismo que gobierna el mundo. Se puede alcanzar la verdad y podemos acordar en conceptos y principios universales, distinguir lo bueno de lo malo mediante el diálogo maduro entre fe y razón. Razonando sobre la naturaleza humana se puede llegar al Creador. La crisis de sentido y falta de respuestas a las grandes preguntas existenciales de la sociedad que causan angustia y ansiedad encuentran en él puntos de referencia sólidos. Decía Benedicto que la fuerza del cristianismo se basó en que los términos de naturaleza, hombre, Dios; ethos (valores y comportamiento) y religión están vinculados entre sí. En la ley moral natural se expresan normas inderogables y obligatorias que no dependen del legislador ni de los consensos de los Estados. Hay un mensaje ético inscripto en el ser humano. No todo lo científicamente posible es lícito. La libertad está enraizada en la verdad. Hay datos sobre la vida, la familia, la moral y el orden social que podemos conocer con la razón y respetar. Ley natural, derechos inviolables y límites infranqueables. La mayoría, aún en democracia, no puede decidir cualquier cosa. Un mundo sin Dios, sin fundamento espiritual, queda a merced de los poderes ilimitados y a la arbitrariedad. La muerte de Dios es el fin de la libertad del hombre, la historia ha dado pruebas de ello.

Política y Justicia La política debe ser un impulso de la justicia como condición básica para la paz. Si eliminas la justicia, se preguntaba San Agustín, ¿qué distinguiría al Estado de una banda de ladrones? Benedicto gustaba de repetir el pedido de Salomón a Dios: un corazón dócil para que sepa juzgar al pueblo y distinguir entre el bien y el mal. El Estado no constituye la totalidad de la existencia humana ni abarca toda la esperanza humana. El hombre y su esperanza van más allá del estado y de la acción política. La fe cristiana enseña que el progreso y la liberación están más en las manos de Dios que de los mitos y los deseos políticos. El primer servicio que presta nuestra fe a la política es liberar al hombre de la irracionalidad del poderoso. Y más allá de la justicia el hombre siempre necesitará del amor. Por eso la trascendencia del ser humano y lo espiritual entran en juego. Hay que distinguir entre Iglesia y Estado, entre política y religión, pero debe reconocerse la dimensión religiosa de la persona y sus manifestaciones sociales. El mandamiento del amor ayuda a bajar la agresividad y el enfrentamiento. Ya lo dijimos: la paz se construye primero en el corazón de cada uno y de ahí se hace vida en la comunidad. Benedicto dejó un mensaje para los jóvenes que es trabajar por la justicia, la paz, solidaridad y la verdadera libertad. 

Joseph Ratzinger escribió Jesús de Nazaret, fruto de un largo camino interior. Cerrar la grieta entre el Jesús histórico y el Cristo de la Fe. La persona de Jesús está centrada en su comunión con Dios, su Padre. 

La entrada de Dios en la historia real fue con Cristo Jesús, la clave de todo el conjunto del Antiguo y Nuevo Testamento. Dijo que el libro no es un acto magistral sino la expresión de su búsqueda personal, de su encuentro con “del rostro del Señor”. Quería que la figura y el mensaje de Jesús favorecieran en el lector el crecimiento de su relación viva con Él. Al morir, sus últimas palabras fueron “Señor, te amo”. Un resumen de la vida del papa emérito. 

Para finalizar, iremos a Enrique Shaw, primer presidente de ACDE y gran impulsor de la vocación empresaria y dirigencial, vocación que se potencia en nuestra fe. Fue un testigo de Cristo y dio ejemplo de vida cristiana. Decía que “había que cristianizar a la clase patronal y humanizar la fábrica”. Los cristianos “somos luz del mundo”. Tenemos una obligación grave de cultivar la inteligencia y formarnos. Pero el Señor no necesita de nuestros triunfos sino de nuestro amor. Nuestro liderazgo pide “escuchar con el corazón”. Debemos crear trabajo y ser eficientes para el bien común.

El mundo espera de nosotros el testimonio del amor cristiano inspirado en el Evangelio».

Vivimos un mundo sin Dios, en el que sólo importa el poder y las ganancias. Hemos destruido los criterios morales, con lo que la corrupción y la falta de escrúpulos se han convertido en algo natural».

 

Hoja de ruta hacia el liderazgo humanista

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