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Milei vs. el periodismo: la lógica del enfrentamiento

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En las últimas semanas aumentaron las quejas de periodistas que consideran ilegítimo que el presidente Milei los ataque verbalmente. Es sólo un síntoma de una tensión mayor que conviene entender para tener chances de desactivarla.

Grieta. Ernesto Tenembaum, que se autopercibe progresista, ha dicho más de una vez que Javier Milei es “mala persona”: en su opinión, solo alguien malo llevaría adelante un ajuste tan brutal, pondría en jaque a la universidad pública —que es garantía de movilidad social— y sería contrario a un progreso social tan evidente como la legalización del aborto. No es raro lo que le sucede: con frecuencia los de izquierda piensan que los de derecha son insensibles al sufrimiento ajeno y eso los hace malos sin remedio. Un famoso estudio de Jonathan Haidt explica esta creencia.

En el otro rincón del ring, Javier Milei, que se define como el “primer presidente liberal libertario de la historia” —o sea, digamos, de derecha—, ha repetido, con ocasión o sin ella, que los colectivistas son “burros” y que quienes adhieren a la doctrina keynesiana no saben nada de economía. Inicialmente, no planteaba que fueran malos, sino solo tontos, aunque su discurso fue evolucionando y, devolviendo gentilezas, desde hace un tiempo sus críticos se han vuelto “zurdos de mierda”, “degenerados fiscales” o “periodistas ensobrados”. O sea, malos, no solo tontos.

La confrontación dialéctica extrema, impensable en otros tiempos, admite varios niveles de análisis en su explicación. Algunos posibles ángulos son:

La discordia es un fenómeno complejo: los prejuicios, el convencimiento de que el otro actúa movido por intereses inconfesables y los viejos agravios agrandan las grietas, incluso en países con democracias ejemplares. No hay antídotos perfectos pero, a veces, entender la lógica del fanatismo puede ayudar a desactivarlo.

Ilustración: gentileza de GM+AI

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