Les dijo también esta parábola:
Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: “Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?” Pero él respondió: “Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás.” Lc, 13, 19
La parábola del viñador y la higuera me impacta por su actualidad y fuerza inspiradora para llevar adelante un liderazgo para nuestro tiempo.
En una primera lectura descubro que puedo entenderla como un diálogo interior conmigo mismo, en el cual una parte de mi ser -el dueño de la viña- me exige resultados tangibles y concretos; mientras que mi otra parte -el viñador- me dice que sea más comprensivo, que me ame, que me dé otra oportunidad y que no me castigue por no alcanzar los resultados que me propuse.
Esta voz de la auto exigencia -el dueño de la viña- es muy propia de nuestro tiempo, en el que estamos permanentemente exigidos para obtener el más alto rendimiento, ser más productivos, sin piedad ni perdón a nosotros mismos, ni aceptación de los propios límites y tiempos de maduración. Por esta exigencia del dueño de la viña, que nos pide siempre dar más frutos, perdemos contacto con la voz interior de nuestro viñador.
El viñador está conectado con nuestro ser más íntimo y profundo, mientras que el dueño de la viña es la voz autoexigente, que muchas veces nos llama a inmolarnos y sacrificarnos por un resultado, y así terminamos auto castigándonos, al no alcanzar lo que nos propusimos, lo que nos provoca muchas veces un estado de tristeza interior. Dice Byung-Chul Han que “… lo que nos enferma no es el exceso de responsabilidad e iniciativa, sino el imperativo del rendimiento […] El hombre depresivo es aquel animal laborans que se explota así mismo, a saber: voluntariamente, sin coacción externa. Él es, al mismo tiempo, verdugo y víctima.”
Esta parábola también me habla de la relación del líder con su equipo, en la que el socio o director de la empresa, se dirige al líder, preguntándole por la falta de resultados durante tres años. Un plazo más que prudente de espera. ¡Imaginemos tres ejercicios económicos en una empresa dando pérdidas! No pareciera muy razonable la actitud del viñador de pedirle más tiempo al dueño de la viña.
Sin embargo, este viñador es capaz de confiar en su equipo, aun cuando los resultados no sean los deseados. Cree que pueden mejorar y merecen una nueva oportunidad.
Señala el diario El Cronista que “Elon Musk vuelve a estar en el centro de la polémica tras anunciar el despido de 6000 empleados y exigir a los trabajadores restantes jornadas de hasta 120 horas semanales.
La medida, implementada en el marco de su plan de “eficiencia” dentro del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), ha generado caos en los controles sanitarios, afectando el comercio y la seguridad alimentaria. […] Musk ha defendido su decisión con una frase …: “Al que no le gusta, afuera”.
Pareciera que el modelo que propone Elon Musk se asemeja al del dueño de la viña de la parábola, basado exclusivamente en lo que asoma por la superficie, sin detenerse a analizar las causas más profundas de los hechos. Ante la falta de resultados, su filosofía es cortar y eliminar. Mientras que el viñador busca cuidar, ir a las raíces, remover y abonar la tierra. Cree que existen nuevos caminos por descubrir para cambiar la realidad. Su mirada abre posibilidades, aun cuando no hay elementos de juicio a la vista de que esto sea posible.
El viñador es un líder de la hondura y la esperanza, que confía en dar segundas oportunidades, que se involucra y forma parte de su equipo. Cree en los futuros frutos de la higuera, más allá de que los resultados no sean los deseados. Pide más tiempo, algo que escasea en nuestros días, porque ve más allá de lo inmediato.
Byung-Chul Han nos ilumina el camino al decirnos que “esperar significa conceder crédito a la realidad, tener fe en ella, dejarla que se preñe de futuro. La esperanza nos hace creer en el futuro.”
El viñador cree en el futuro, desentraña algo que no se ve en la superficie, pero que él está percibiendo más allá de los resultados negativos. Conoce la higuera y la tierra, se ha involucrado y vinculado con ella y cree que aún hay cosas por hacer que permitirán cambiar el curso de los hechos. Por eso le pide más tiempo al dueño de la viña y le propone realizar dos acciones:
- Remover la tierra, es decir modificar algo del contexto en donde se desenvuelve la higuera. Muchas veces nos resistimos a remover, porque nos causa dolor y preferimos quedarnos instalados en lo conocido, en lo que ya hemos obtenido. Pero justamente es tarea del líder identificar y colaborar para remover los obstáculos que impiden revitalizar y caminar hacia el crecimiento.
La segunda tarea que el viñador propone realizar es, - Abonar la tierra, agregar un elemento nuevo que no estaba y que puede generar un nuevo crecimiento y despertar la creatividad (el crecimiento), la motivación, el empuje, la fuerza y la energía del equipo o la empresa. El abono es esa chispa que enciende el fuego, es la alegría de descubrir algo nuevo, impensado, que cambia nuestras miradas gastadas y repetidas de los caminos ya transitados y nos impulsa a vivir con entusiasmo, en el sentido más profundo de esta palabra, que deriva de “éndon” (dentro) y “Teós” (Dios). Una persona entusiasta es aquella que tiene a Dios dentro, que se identifica un poco como parte del “soplo de dios” (en griego “asthma” (soplo) y “Theós” (dios), de aquello que hace nuevas todas las cosas (Ap. 21, 5).
La propuesta del viñador me motiva y me llama a preguntarme:
¿Soy consciente de estas dos acciones que puedo realizar para generar frutos, tanto en mí mismo como en mi equipo de trabajo?
¿Estoy dispuesto a auscultar mi tierra anquilosada y desnutrida por la rutina y la falta de convicción, que afectan mi escucha para descubrir otros caminos?
¿Soy yo quizás también parte del problema, al no atreverme a remover o abonar la tierra antes de que sea demasiado tarde y el dueño de la viña no tenga otra alternativa que cortar la higuera?
¿Cuántas veces he tenido la mentalidad rígida del dueño de la viña, que sólo atina a cortar o impedir tempranamente el crecimiento y desarrollo de las personas del equipo, por exigirles un resultado inmediato y no haber comprendido las circunstancias complejas que existían?
¿Cuánto he escuchado a mi equipo de trabajo? ¿Cuánto me he abierto a ser receptivo a sus intuiciones o recomendaciones?
¿Cuánto entusiasmo descubrí y he infundido en mi equipo?
Quizás las respuestas a estas preguntas nos ayuden a dar más frutos.