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El Papa de la periferia

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La muerte de Francisco genera reacciones de pesar en todo el mundo. Fue un hombre que supo entender la sensibilidad de estos tiempos y comunicó su mensaje de manera efectiva no sólo con palabras, sino sobre todo con gestos.

Sede vacante. Murió el argentino más relevante de la historia. Es improbable que estas tierras vean nacer en los próximos siglos a alguien con la trascendencia espiritual, social y política de Francisco. Su legado para la Iglesia Católica y toda la humanidad ya luce inmenso, aunque dentro de unos años recién estaremos en condiciones de valorarlo en su justa medida. Sólo por eso, nuestra generación ya tiene razones para sentirse privilegiada.

¿Qué tuvo de especial Francisco, entre los más de 200 Sumos Pontífices que tuvo la Iglesia a lo largo de su historia? Una simplificación extrema podría decir que fue el Papa de la periferia. No sólo por su origen —la Argentina está en los bordes del mundo—, sino porque puso toda su atención en los márgenes de la existencia humana: en los pobres, los enfermos, los deprimidos, los inmigrantes, los gays, los divorciados… Los que necesitan consuelo.

Ya está todo dicho sobre el Papa: su muerte generó una avalancha inmensa de reflexiones sobre su figura en redes sociales y medios de todo el mundo. Este texto sólo destaca algunas de sus cualidades como comunicador:

Así fue el Papa que acaba de morir: sencillo, auténtico, cercano. Pastor con olor a oveja, como le gustaba decir. Hasta dispuso que sus funerales fueran menos solemnes que los de sus antecesores. Y que sus restos no descansaran en la Basílica de San Pedro, como podría esperarse, sino en Santa María la Mayor (otra vez la periferia), al ras del piso, bajo una lápida simple con una sola palabra: Francisco. Sin proponérselo quizá, un Papa que entendía de comunicación. Y mucho.


Ilustración: gentileza GM+AI

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