Icono del sitio ACDE Portal Empresa

¿Guerras justas?

Escuchar este artículo
Descargar MP3

Cada año, el 11 de julio, se conmemora el aniversario de la masacre de Srebrenica (1995).

Asediada durante más de tres años, el enclave de Srebrenica, en el este de Bosnia, a pesar de haber sido declarado “zona protegida” por la ONU, fue atacado en julio de 1995 por las fuerzas serbobosnias del general Ratko Mladic. En muy pocos días, alrededor de ocho mil civiles bosnios musulmanes fueron asesinados. Una guerra que desintegró los Balcanes en nombre de la homogeneidad étnica. En el corazón de Europa, con la impotencia de la ONU.
El primer genocidio europeo después de 1945. Un genocidio que la diplomacia y los valores democráticos y de paz generados por la tragedia de la Segunda Guerra Mundial no pudieron evitar.

Ratko Mladic, el “carnicero de Srebrenica”, fue sentenciado a cadena perpetua por genocidio y crímenes de guerra. Fue hallado culpable por el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia, gracias al trabajo de la fiscal Carla del Ponte.

Además, con la captura de Slobodan Milosevic, ex presidente de Yugoslavia, Carla del Ponte logró romper un tabú: llevar al banquillo de una Corte Internacional a un ex jefe de Estado. El mensaje no podía ser más claro: todo criminal de guerra, todo autor de crímenes de lesa humanidad -sea general o jefe de un grupo ilegal, sea un jefe de Estado o un civil- puede acabar ante un tribunal internacional.

En estos treinta años, las palabras “paz”, “fraternidad”, “democracia” han sido aún más desprestigiadas.

El derecho, crimen de lesa humanidad
Crimen de especial gravedad, como el asesinato, el exterminio, la esclavitud, la deportación o el traslado forzoso de población, la privación grave de la libertad o la tortura, que se comete como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque.

Norberto Bobbio –italiano, filósofo del derecho y de las ciencias políticas- nos habla de guerras. Justas, injustas, legítimas, ilegítimas, eficaces, ineficaces, útiles, adecuadas. Lo hacía en un discurso pronunciado en el Templo Mayor de la Sinagoga de Turín, el 25 de enero de 1991, y recogido en el libro “¿Una guerra justa?”

Y también nos decía que el político actúa “en el mundo” y “para el mundo”, por lo que siempre debe preguntarse por las consecuencias de sus acciones emprendidas. No se puede aceptar que una acción tenga como posible consecuencia que “el mundo perezca”.

¿Qué son los crímenes contra la humanidad y cómo podemos combatirlos?, se pregunta Luciano Butti, en un artículo equilibrado y profundo, del cual se recogen algunos puntos.

Los crímenes contra la humanidad son comportamientos que nadie puede llevar a cabo: ni un Estado, ni un ejército, ni ningún grupo organizado o persona. Ni siquiera en guerra. Ni siquiera si uno se está defendiendo de una agresión o de agravios sufridos durante mucho tiempo.

Hoy, el mundo vive muchas situaciones que pueden considerarse “crímenes contra la humanidad”. ¿Cuáles de estas pueden realmente considerarse como tales y cuáles no? ¿Y qué se puede hacer para combatirlas?
El derecho internacional tiene ciertamente algo que decir sobre la legitimidad o no de una guerra: en resumen, una guerra se considera “legítima” si es defensiva, y a condición de que la defensa sea proporcional al ataque recibido.
Sin embargo, hay una parte del derecho internacional que regula todo aquello que no se puede hacer contra un enemigo, ni siquiera en guerra, ni siquiera cuando la guerra es defensiva y por tanto (según el derecho internacional) legítima. Estas reglas, muy simples y directas, prescinden de las razones o agravios. Se aplican, por tanto, a todas las partes de un conflicto.

Algunos ejemplos:

1.Perseguir a cientos de civiles casa por casa en un pogromo —asesinándolos, secuestrándolos o incluso usando la violencia sexual como arma de guerra— es un crimen contra la humanidad (esto lo hizo Hamas durante el ataque iniciado el 7 de octubre de 2023).

2.Atacar escuelas, hospitales, sedes de organismos internacionales de forma indiscriminada, bombardeándolos desde el aire, es un crimen contra la humanidad, incluso cuando se sospecha que algún militar enemigo pueda estar escondido dentro de la estructura (esto lo ha hecho Israel desde octubre de 2023).

3.No hay agravios sufridos que puedan justificar un crimen contra la humanidad. El 7 de octubre no justifica los crímenes de Israel. Los agravios sufridos por los palestinos antes del 7 de octubre no justifican el 7 de octubre. Ningún ataque sufrido por un Estado o por un grupo justifica crímenes contra la humanidad.

¿Qué hacer?
En primer lugar, ciertamente, se necesitan los Tribunales Internacionales -como indica el caso de Srebrenica- que tienen entre sus funciones la de identificar estos crímenes, sancionando, según los casos, a los Estados, los grupos o las personas físicas consideradas responsables.
Pero esto no basta. Porque la justicia internacional es un sistema ampliamente imperfecto: los procedimientos son complejos, no todos los Estados han firmado las diversas Convenciones, y la aplicación de las decisiones alcanzadas por los Tribunales es muy difícil, cuando no imposible.

Además de los Tribunales, se necesita, en todo el mundo, la aparición de líderes moderados, conscientes de que, incluso frente a conflictos violentos y difíciles, el camino para reducir la violencia pasa necesariamente por el compromiso y la negociación. Ciertamente es difícil negociar y alcanzar compromisos con un enemigo, pero también es cierto que solo con un enemigo es posible encontrar un acuerdo.
Como ocurrió hace algunas décadas, por ejemplo, en Irlanda del Norte, tierra que estuvo devastada durante muchos años por una sangrienta guerra civil.
Incluso en un conflicto extremo como el actual en Medio Oriente, existen líderes o intelectuales moderados, en ambos bandos. Nos corresponde a todos reconocerlos, apoyarlos y darles voz.

Finalmente concluimos con Norberto Bobbio.  No podemos no expresar nuestra angustia y nuestra esperanza. Debemos profundizar y expresar nuestras dudas.

¿Estas guerras son justas? ¿En qué sentido y en qué medida? ¿Además de ser justas, también son efectivas, es decir, proporcionadas al propósito? ¿Y cuáles deben ser los límites dentro de los cuales se puede confirmar el principio de sus legitimidades?

Estamos sentados sobre un polvorín que puede estallar en cualquier momento. Y no podemos quedarnos mirando. En el silencio de la política, alcemos la voz para contribuir a sacar a las democracias de sus “asfixias” y ofrecerles pensamientos, palabras y actos que ayuden a impedir su disgregación.

Salir de la versión móvil