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La oración, el ayuno y la limosna en las empresas

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Los cristianos estamos transitando la cuaresma, que es un tiempo de austeridad, propicio para la introspección y la conversión, para revisar nuestra vida, conectarnos con lo más íntimo de nosotros mismos y con Dios. 

Es un momento oportuno para escuchar su voz en nuestro interior, en los hermanos y los acontecimientos de nuestra vida.

Estamos llamados a revisarnos para transformarnos en un hombre nuevo y cambiar (“metanoia” -cambio profundo-), dejando de lado aquello que nos aleja de nuestra misión y de Dios.

Es muy oportuno detenernos, hacer silencio, salir de nuestro piloto automático para tomar consciencia del curso que lleva nuestra vida. 

A tal fin la Iglesia nos propone tres prácticas muy sanas para caminar hacia esta metanoia:

  1. La oración 
  2. El ayuno 
  3. La limosna 

La oración es el corazón de nuestra espiritualidad, en donde nos encontramos con nuestro creador. Es el lugar en donde podremos conectarnos con Dios, la fuente de la vida, adentrarnos en nuestra misión, todo lo cual le dará sentido a la existencia y orientará el camino a seguir. 

Jesús nos propone una forma de orar: “… cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará.” (Mt. 6, 6). Nos llama a buscar el silencio y la soledad para encontrarnos con Él.

Por su parte la práctica del ayuno nos propone frenar y revisar la forma y cantidad de comida que ingerimos. Pretende que revisemos cómo tratamos a nuestro cuerpo, nuestros hábitos alimenticios, qué excesos tenemos, qué dificultades psicológicas y existenciales se esconden muchas veces detrás de nuestros desórdenes alimenticios. Nos dice Anselm Grün que “… mediante el ayuno somos conscientes de todas las satisfacciones sustitutivas que se presentan al alcance de nuestra mano … nos despojamos de la venda que cubre nuestros pensamientos y emociones. De este modo puede aflorar lo que está en nuestro interior, nuestros deseos y anhelos incumplidos, nuestra avidez, aquellos pensamientos que giran en torno a nosotros, en torno a nuestro éxito, en torno a nuestras posesiones … El ayuno nos descubre quiénes somos.” También el ayuno nos ayudará a tomar más consciencia de la sociedad de consumo irrefrenable en la que estamos insertos, que en forma constante nos tienta y seduce con nuevos consumos innecesarios.

Estar atentos al ayuno nos permitirá integrar nuestro cuerpo y espíritu, que tantas veces descuidamos y disociamos. 

Y finalmente la práctica de la limosna nos llama a abrir nuestro corazón, salir de nuestro mundo egocéntrico, de nuestras comodidades, para relacionarnos con nuestro prójimo, con las necesidades que otros pueden estar sufriendo. 

Estas tres prácticas personales de la cuaresma, ¿podríamos trasladarlas a la empresa? ¿Es posible o conveniente que la empresa realice estas prácticas?

Yo creo que sí, que sería muy conveniente vivirlas en la empresa. El Evangelio de Mateo nos enseña que «el Reino de Dios es semejante a la levadura que una mujer toma y la mete en tres medidas de harina hasta que fermenta toda la masa». (Mt 13, 33).

¡Qué valioso es poder ser levadura en la masa de los ambientes de trabajo, transformarnos e impregnar con estas prácticas cuaresmales a quienes trabajan en las empresas!

El fermento de la levadura de aquellos que vivan un espíritu de oración, ¿podría traducirse en una oración personal o colectiva de agradecimiento por la actividad productiva que desarrolla la empresa?, o ¿expresarse también a través de una mayor consciencia de la misión que cada uno tiene en el trabajo y la misión de la empresa en sí misma? ¿Qué efecto tendría rezar para que los bienes y servicios de las empresas lleguen a más personas y pudiera darse una más justa distribución hacia quienes los necesitan?

¿Sería provechoso que el fermento de la levadura de un espíritu de ayuno pudiera generar un mayor sentido de responsabilidad por la calidad y uso de los bienes y servicios de la empresa? ¿Podría inspirar el desarrollo de procesos de producción de bienes y servicios que fueran más ecológicos y eficientes en su uso, priorizando el uso austero, evitando desperdicios, o que estos bienes y servicios fueran menos contaminantes para el medio ambiente?

El fermento de la levadura de la limosna, ¿podría expresarse a través de una mayor toma de consciencia y responsabilidad con relación a las necesidades que tienen de quienes trabajan en la empresa, o se relacionan con ella o viven en sus cercanías? ¿Podría llevar a tener una mayor consciencia de la posibilidad de distribuir algunos excedentes ociosos del stock de bienes de la empresa, para distribuirlos entre quienes tengan necesidades insatisfechas? 

Llevar a cabo estas prácticas cuaresmales, ¿será quizás un camino posible para que las empresas reseteen y ajusten algunos desvíos, que muchas veces no corrigen, porque no se detienen a revisar críticamente ciertas tendencias de la dirección que van llevando?

Seamos levadura del reino de Dios en un mundo que ha perdido su sentido, siguiendo el ejemplo de María, quien está siempre atenta a nuestras necesidades y desvelos -como en las bodas de Caná- sabiendo que el Padre va a salir corriendo a nuestro encuentro para abrazarnos, vestirnos con la mejor ropa e invitarnos a la fiesta de la vida, en la que habrá danzas y música para alegrarnos el corazón.

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