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Proteccionismo versus libre cambio

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Competitividad. Inicio esta nota con la que para mí es la clave de un país. Asumiendo este concepto, no habrá que detenerse en el esfuerzo de entender por qué para un país, ser competitivo es llave para la prosperidad y el bienestar de su gente. Es la clave del crecimiento económico sostenible y armónico en el tiempo y lo que determina su riqueza y prosperidad en el largo plazo.

Desde el mercantilismo, hasta las últimas teorías de comercio, se debate entre el proteccionismo versus el libre cambio. Estos debates han ocupado una posición de preponderancia. Las teorías del comercio internacional han desarrollado los beneficios y costos sociales que cada una de las dos posturas trae en consecuencia. Sin embargo, este debate no es en nada estático, sino todo lo contrario. La reciente historia económica mundial ha reflejado que los países que han adoptado alguna de las dos alternativas, o una mezcla de ambas, han obtenido resultados disímiles en su comportamiento comercial, y como consecuencia con impacto en el desarrollo de sectores productivos. Definir la política comercial por sí misma no es suficiente para lograr establecer una política de inserción internacional determinada.

El proteccionismo, al poner aranceles a los productos del exterior, protege a los productos nacionales. Sin embargo, al eliminar la competencia con el extranjero, las empresas nacionales no tendrán motivación para invertir, innovar o bajar sus costos y precios. Esto genera productos de calidad y precios no competitivos. O peor aún, pueden tener motivación para invertir en rubros no sustentables, dado que existen precios elevados fruto del mercado cautivo. Eso incrementaría los costos de salida cuando se da un proceso de apertura.

Por el contrario, el liberalismo tiende a bajar los precios debido a que hace competir a los productos locales con los importados, aunque también sufrirán más las fábricas locales.

Siendo así, las empresas buscan promover una u otra posición según el lugar que ocupan en su cadena de valor, pero al final siempre surge la maximización del ingreso. Proteccionismo para vender lo que fabrico y liberalismo para comprar lo necesario para fabricar.

La presente nota busca aportar elementos para fortalecer el debate desde una nueva perspectiva de competitividad aplicada a la dinámica de la política del comercio de Argentina.

Esta discusión de ser competitivos gracias a variables de competitividad generadas por la política comercial y económica son herramientas que el mercado ya no acepta. No hay espacio.

Ya sea por incrementar los precios internos debido a los aranceles proteccionistas, como por ejemplo esperar una devaluación o bien recibir beneficios fiscales que luego el Estado transforma en impuestos o en déficit fiscal. Y las estadísticas económicas le dan la razón al mercado.

La historia estadística económica explica que ninguno de estos caminos ha resultado bueno como para lograr una competitividad sustentable. Sólo para citar algunos datos tomados del economista Luis Secco:

Tipo de Cambio Real Oficial últimos 67 años: 18.50 promedio de los últimos 67 años. Menor a 15.70 sumatoria de 28 años. Mayor a 21,30 sumatoria 28 años. Entre 21.3 y 15.70, 11 años.

Inflación: Inflación promedio anual en 67 años, 130%; 80% sin la Hiper. Menor a 10%, 13 años. Entre 10% y 50%, 32 años. Entre 50% y 100%, 5 años. Más de 100%, 12 años. Hiperinflación, 2 años. Deflación, 3 años.

Déficit: El déficit fiscal ha sido endémico: o por el déficit primario o por el pago de intereses (o ambos a la vez). Esporádicamente Argentina tuvo equilibrio o superávit primario.

Inversión/PBI: imposible sostener al 25% anual, basados en la historia desde 1950.

Exportaciones/PBI: desde 1950 nunca ha superado el 15%.

En este sentido propongo enfocar la discusión en buscar un modelo de “auto-proteccionismo” que sea sustentable.
Cada sector debe tener como misión alcanzar el propio crecimiento sostenible como base de producción a sus mercados target. Con costos, escala, tecnología y calidad competitivas.

El Estado debe estar presente para facilitar el desarrollo de la competitividad.

La mejora continua y el desarrollo de las personas deberían ser los dos pilares fundamentales de la gestión de cada sector.

La visión a largo plazo debería manifestarse en un Hoshin Kanri de cada sector, fijando los planes de gestión de mediano y largo plazo a fin de alcanzar la sustentabilidad buscada. La visión micro de cada sector es cada empresa miembro de dicho sector. En este sentido, las cámaras empresariales, sin dejar su actual gestión, deberían incorporar como prioridad el conocer más las fábricas de sus representados con el objetivo de impulsar la optimización de los procesos de producción para lograr la excelencia en la fabricación a un costo competitivo y pedirle al Estado el soporte necesario para encarar dichos proyectos. Es función del Estado crear el ambiente correcto para la competitividad. Beneficios a las empresas que trabajan en competitividad de forma medible conforme el “core” de cada proyecto. Por ejemplo midiendo las exportaciones. O cantidad de gente. O Integración vertical de procesos.

En general, aquel sector menos competitivo con pobre desempeño se obliga al desarrollo de un plan de competitividad que por un tiempo corto cuente con la protección de la política comercial del Estado para su viabilidad y supervivencia. Siendo que la administración del Gobierno actual busca integrar la economía local a los mercados internacionales y a las cadenas regionales y globales de valor, estos rubros se enfrentan al desafío mayúsculo de lograr mayor competitividad o reconvertirse hacia otras actividades. Que también es un desafío gigantesco.

Sobre el autor

Eduardo P. Reilly Grant

Miembro del IGEP. VP Comercial Sudamérica en Metalsa. Presidente de APTA. Cursando la Maestría en Estudios Internacionales – UCEMA.

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