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Editorial de otoño: Volver a soñar

Escrito por Consejo Editorial
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Antoine de Saint Exupery decía: “haz de tu vida un sueño y de tu sueño una realidad”. La receta parece simple, pero algunas veces las circunstancias que nos tocan van carcomiendo nuestras mejores esperanzas y dejamos de soñar. Tristemente terminamos por  conformarnos con tan solo subsistir. Y cuando buscar crecer y mejorar se ha tornado  algo utópico, ya nadie está dispuesto a esforzarse por alcanzar una meta que se percibe como imposible.

La realidad social, en los últimos tiempos se ha ocupado de echar por tierra muchos de nuestros mejores sueños. Parten del país muchos jóvenes y no tan jóvenes que anhelan nuevos horizontes. Quedan aquí frustrados y resignados, sin creer factible lograr una vida realmente plena muchos otros. Tal vez la expresión más dolorosa está en los “ni-ni”, que ni estudian ni trabajan. Sin llegar a esos extremos, la gran mayoría vive inmersa en una desazón que ensombrece el ánimo de una sociedad a la que le cuesta ver una salida a sus muchas dificultades. Y aún nosotros mismos no somos inmunes a esta realidad.

Recuperar los sueños

Vale la pena recordar el documento Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, que en su número 21 nos enseñaba: «la Iglesia sabe perfectamente que su mensaje está de acuerdo con los deseos más profundos del corazón humano cuando reivindica la dignidad de la vocación del hombre, devolviendo la esperanza a quienes desesperan ya de sus destinos más altos». Como líderes cristianos, es nuestra misión volver a despertar los sueños de nuestra sociedad. Los deseos profundos, ahora adormecidos, son el motor de los  caminos de desarrollo que necesitamos recorrer. Sin ellos, toda propuesta cae en el vacío.

Este mismo documento nos regala en su comienzo, en el número 1, unas líneas memorables: «El gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de todos los afligidos, son también gozo y esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de Cristo y no hay nada verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón». El primer paso imprescindible para poder guiar y acompañar a otros es sentirse verdaderamente parte de su realidad, dejarse afectar por lo que sienten y conmoverse por lo que viven. Necesitamos asumir que los proyectos personales o sectoriales en que olvidamos la necesidad de integrarnos en un proyecto social más amplio, irremediablemente nos conducen al conflicto y al fracaso.

Otro aspecto clave respecto a la conformación de la nación que anhelamos es la opción clara por dedicarse a construir. Dice el Papa Francisco en Evangelii Gaudium número 183: “El pensamiento social de la Iglesia es ante todo positivo y propositivo, orienta una acción transformadora, y en ese sentido no deja de ser un signo de esperanza que brota del corazón amante de Jesucristo”. Hemos ido creciendo en la conciencia de cómo el pensamiento negativo y la pretensión de arrasar con lo que otros hacen para poder hacer las cosas solo a nuestro modo, nos ha dejado en un círculo vicioso de destrucción continua. El respeto y la concordia son el espacio donde pueden crecer los sueños compartidos.

La Pascua nos enseña a soñar

El Misterio Pascual en que celebramos la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor nos reintroduce en la dinámica de la esperanza. Jesús es capaz de entregarse a la voluntad del Padre porque lo habita profundamente una certeza que le sirve de norte en medio de la mayor oscuridad: es amado y habitar la comunión divina es su mayor bien. Aunque todos lo abandonen, aunque experimente el dolor del silencio del Padre, jamás deja de soñar con el maravilloso encuentro que lo espera. Esa pequeña luz, lo ayudará a atravesar todas las tinieblas del pecado y de la muerte, hasta que recupere la Vida. 

Soñar no es solo algo que se da porque sí. Soñar es una elección, tanto como lo será luego el trabajar para hacer de los sueños una realidad. Jesús soñó su Reino y nunca dejó de apostar a construirlo, aunque fuera incomprendido, rechazado y hasta crucificado. Y su sueño prevaleció, porque es el Padre del Cielo el que suscita en lo profundo del corazón humano el entusiasmo y el compromiso con los mejores proyectos y quien garantiza su realización final. 

Como empresarios tenemos que perseverar con verdadera convicción en la tarea de hacer del nuestro un mejor país para todos. La noble misión que nos fue confiada nos demanda fortaleza frente a la adversidad pero también, y sobre todo, un profundo entusiasmo con aquellas aspiraciones que el Espíritu impulsa en nosotros. Que mejor impulso que poder decir: “quiero dar trabajo”, “quiero ofrecer buenos bienes y servicios”, “quiero respetar la dignidad de cada persona”, “quiero valorar y cuidar la creación”. Y luego agregar “y no me voy a resignar a no hacerlo” porque el Señor es mi fuerza y mi alegría”.

 Si dejamos de replegarnos en la autodefensa y la búsqueda de seguridad, y sostenidos por el Espíritu Santo nos aventuramos a proponer y anunciar aquello en que creemos seguramente nos veremos sorprendidos por los muchos que comparten nuestros sueños y, sobre todo, por los frutos que Dios nos concederá.

Sobre el autor

Consejo Editorial

Consejo Editorial de Portal Empresa, la revista digital de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE).

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