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La madre de todas las batallas

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La tensión entre progresismo y conservadurismo, en la Argentina o cualquier país democrático, puede hacer perder perspectiva de una guerra ideológica mayor: la que enfrenta a las democracias occidentales con los regímenes autoritarios de todo el mundo.

Grieta. Hay dos tipos de batallas culturales: las que se libran dentro de las fronteras de los países y las que trascienden los límites geográficos. Las primeras son como guerras civiles. Los ciudadanos de un mismo país no se ponen de acuerdo sobre si quieren una sociedad más progresista o más conservadora y, según en qué bando se enlisten, luchan por los derechos de las minorías postergadas o defienden las libertades individuales más básicas. Y aunque a veces no parezca, todos quieren vivir en democracia.

 Las otras batallas culturales se parecen más bien a las guerras mundiales en las que se enfrentan democracias más o menos liberales contra regímenes autocráticos. No son ya el movimiento woke contra los anti-woke, sino el Occidente libre contra un frente amplio formado por China, Rusia, Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Irán y decenas de países islámicos gobernados por líderes autoritarios cuya palabra es ley. Todos ellos, con mayor o menos énfasis, representan lo contrario a la democracia liberal.

 Las batallas culturales atraviesan diversos ejes que puede ser útil analizar para entender las implicancias de este fenómeno:

La batalla cultural en cada país podría ser el árbol que tapa el bosque. Lo que importa de verdad es si, dentro de un siglo, seguirá existiendo algo parecido a Occidente: un ámbito diverso en el que los ciudadanos, libres, puedan forjarse su propio destino sin que nadie se los imponga. Esa es la madre de todas las batallas. Y podríamos estar perdiéndola.

 

Ilustración: gentileza GM+AI

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