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La relación entre crecimiento económico y naturaleza

Escrito por Mariana Conte Grand
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Es sabido que existe una relación recíproca entre las actividades socio-económicas y el medio ambiente. Toda actividad humana conlleva inevitablemente cierto grado de contaminación y de uso de los recursos naturales. Y, a su vez, las consecuencias de estos impactos en el ambiente tienen dimensiones económicas y sociales.

Sin embargo, hay tres puntos de vista sobre la relación entre crecimiento económico y cuidado del medio ambiente. Por un lado están los «pesimistas», que pueden considerarse representados por el Club de Roma, que a principios de los 70s encargó a científicos de MIT un estudio sobre Los límites del Crecimiento. En dicho trabajo se concluía que si el incremento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales se mantenían sin variación, se alcanzarían los límites absolutos de crecimiento en la Tierra al 2100. Los defensores de esta perspectiva proponen como solución una estrategia de decrecimiento (“degrowth”) (1).

Luego, están los «optimistas», que argumentan que desde la revolución industrial el mundo ha continuado creciendo tanto en cantidad de habitantes como en la producción generada, y que la tecnología juega un rol crucial en ello. Este grupo se alinea detrás del llamado crecimiento verde (“green growth”). El término tiene su origen en documentos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en 2009, que sugieren el crecimiento verde como una forma de salir de la crisis financiera internacional. Sus defensores creen que es posible crecer a costos bajos o negativos, teniendo en cuenta el ambiente. El último caso (el de costos negativos), es cuando la protección ambiental genera el desarrollo de nuevas tecnologías y comercio de bienes y servicios verdes.

Finalmente, hay una tercera postura basada en el concepto tradicional de desarrollo sostenible. La idea es que ni el crecimiento económico ni la sustentabilidad ambiental son un fin en sí mismo sino que se tiene que lograr el máximo bienestar social, definiendo éste en base a los valores de la sociedad. Algunos se refieren a esta opción con el término “a-growth” (van den Bergh, 2011) (2). El PBI de un país no puede considerarse como medida de progreso. No significa que estén en contra del crecimiento económico sino en contra de que este no considere su sustentabilidad social y ambiental.

En paralelo a estas discusiones, y con el fin de apoyar las negociaciones previas a la Cumbre del Clima de Paris, el Papa Francisco presentó en Junio de 2015 su visión en Laudato Si. Si bien mucho se habló de «Encíclica Verde», en realidad Francisco fijó allí su posición sobre la relación entre crecimiento económico y naturaleza poniendo énfasis en lo social. El documento papal fue aplaudido por gran parte de la comunidad científica. Revistas como Nature y Science emitieron opiniones favorables y, en general, los cientistas naturales se mostraron satisfechos con que el Papa escuchara las evidencias volcadas en los informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático y con que apoyara la necesidad de acción para mitigar y adaptarse a los cambios del clima.

Distinta fue la posición de los cientistas sociales. Los economistas ambientales fueron particularmente duros con el mensaje de Francisco (para reafirmarlo, basta leer la nota de William Nordhaus en New York Review of Books y Robert Stavins en sus declaraciones al New York Times). La principal crítica que le hacen al Papa es que no está a gusto con los mercados (3), cuyo rol es fundamental en la economía neoclásica, a la cual adhieren muchos de los defensores del crecimiento verde.

Lo que denota Laudato si es que Francisco estaría más cerca de los argumentos del desarrollo sostenible que de las otras dos posturas. En efecto, comparte la visión que ya tenía Pablo VI en Populorum Progressio según la cual «El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico» (Párr. 14). Esto es, que la economía debe contemplar las necesidades humanas, y a su vez el hombre, tal como lo proponía San Francisco de Asís, debe velar por el cuidado de la naturaleza.

Referencias

(1) Según Drews y Antal (2016, Degrowth: A “missile word” that backfires?. Ecological Economics, 2016, 126 (C): 182-187), esta palabra comenzó a usarse en forma asidua para representar esta posición a partir de 2001.
(2) Van Den Bergh J.C.J.M. (2011) Environment versus growth: A criticism of “degrowth” and a plea for “a-growth”. Ecological Economics. 70 (5): 881-890.
(3) Los párrafos principales de la Encíclica en los que esto se refleja son: 171, 190, 195.

 

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Sobre el autor

Mariana Conte Grand

Doctora en Economía de la Universidad de California en Los Ángeles. Tiene un Posgrado en Políticas Públicas del Instituto Torcuato Di Tella. Dicta cursos de Economía Ambiental y de Microeconomía Avanzada en la UCEMA, donde es Investigadora a tiempo completo y edita el Journal of Applied Economics.

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