Desde la llegada de la democracia, no es la primera vez que nos planteamos estos temas. Con estilo tayloriano, en 1983 el supervisor pedía a los obreros que dejasen sus cabezas pensantes en el perchero y hagan lo que dice el manual que fue hecho por los que saben.
En esos momentos, la industria fue la primera en verse afectada por la invasión de coches japoneses de alta calidad y funcionalidad tanto en Estados Unidos como en Argentina.
¿Qué es lo que produjo esta explosión de competitividad en Japón? Los acuerdos entre Empresarios, Sindicatos y el Estado en los que el operario dejó de colgar su cabeza en el vestuario y los empresarios les enseñaron técnicas de mejoramiento continuo impulsadas por las enseñanzas de un grande, Deming.
También en esos tiempos nos visitó Tom Peter, autor de “Pasión por la Excelencia” y nos dijo: “Señores: O ustedes lideran, capacitando en mejora continua, dando participación ordenada aprovechando la inteligencia de sus obreros, acordando con el sindicato o se van a la quiebra! Porque si ustedes no lo hacen, lo hará su competencia.”
En esa misma semana, una tarde de un sábado frío de Junio, en un Luna Park repleto de empresarios, el santo padre Juan Pablo Segundo, con su sencillez característica y dulzura que encandilaba a los presentes les exclamó: “Ustedes tienen la responsabilidad de capacitar en forma continua a cada uno de los operarios y hacer que estos sean enriquecedores de su trabajo” y con una expresiva y paternal sonrisa, después de cierto silencio, expresó como afirmación: “Si quieren ganarse el cielo…”
El desafío comenzaba el Lunes, con la visión clara de: Si no queríamos irnos a la quiebra y aspirábamos al cielo, era imprescindible capacitar y hacer participar a todos los miembros de la organización en el enriquecimiento de su trabajo en forma ordenada. Las empresas necesitan orden. Aquí es donde se produjo el primer cambio cultural y de modernización. Desaprender y aprender nuevas técnicas de liderazgo, aceptar que el operario debe dejar de colgar su cabeza en el vestuario, claves para la supervivencia de nuestra industria.
Hoy nuestro desafío es prevenir y actuar teniendo en cuenta que la única constante, es el cambio innovador. Tenemos que ser optimistas sobre el avance de la tecnología. La modernización es necesaria e imparable. La tecnología está reemplazando tareas repetitivas y alienantes, pero no al trabajo con valor agregado. La tecnología aumenta la riqueza total, el gran desafío de sindicalistas, empresarios y estado es cómo distribuirla y recapacitar a los empleados que desplaza. La era de la exportación de materia prima ha pasado y nos hemos quedado en el tiempo. Es hora de que tomemos conciencia que la industrialización para darle valor agregado a nuestros productos, es la única herramienta para el crecimiento y desarrollo económico.
Si bien el siglo XX finalizó hace poco, parece que pasó un siglo, hay muchos jóvenes que están aprendiendo cosas que para cuando se incorporen a la fuerza laboral van a ser viejas. El sistema educativo actual no da respuesta a estos escenarios.
No estamos proponiendo como dijo Tito, una reforma laboral, sino una modernización laboral. Los convenios colectivos están regidos por la ley a la cual deben adecuarse y desgraciadamente todo lo que se había avanzado con la ley 24700 del ´92 y la ley 25250 en el 2000 fue demolido por la ley 25877 en los inicios de gobierno kichnerista, que junto con el doctor Recalde, retrotrajeron estos avances volviendo al texto de la ley de 1975, volviendo a la edad de piedra. Sin lugar a duda, esta ley destruye la cultura del trabajo y la competitividad de nuestros operarios como así también su calidad de vida laboral, junto con las mafias que giran alrededor de los juicios laborales de las ART que hacen que el empresariado no incorpore nuevo personal, en un país con más de un 30% de empleados en negro y un millón y medio de desocupados. Pero algo se puede, y el espíritu es: SE PUEDE!, dentro de la ley paso a paso y por consenso.
Para que la negociación sea efectiva debe contar con una prudente centralización que fije pautas directrices y contemple las particularidades de cada una de las empresas. Los sindicatos madres deben establecer parámetros y es sumamente importante que los acuerdos y negociaciones sean aprobabas por el sindicato que tiene no solo personería gremial sino la responsabilidad de la negociación general.
Como las cámaras empresarias, los sindicatos madres necesitan la renovación de sus cúpulas y de la democracia interna, dando lugar a una nueva generación de dirigentes que sea reconocida por la sociedad.
Se necesita de confianza mutua. Sin confianza mutua no hay compromiso y sin esto el “Ganar-Ganar” de toda negociación, solo conduce al conflicto y al fracaso. Acordar no es solo firmar unos papeles, significa actuar mancomunadamente en búsqueda de un interés común.
Sin lugar a dudas, cuando Alberto Castillo, el cantor de los 100 barrios porteños, exclamaba en el tango La Bohemia en 1949: “Obreros y Empresarios siempre juntos adelante para bien de todos”, se había adelantado a Deming, a Peter Druker y no digo a Juan Pablo Segundo ya que la doctrina social de la iglesia rige desde hace mucho tiempo para los que se quieren ganar el cielo.
*La nota fue escrita en conjunto con Nicolás Lazovich.