Sí, la cultura en la empresa es muy relevante, aunque a menudo no nos damos cuenta. Esto vale para las grandes multinacionales y para las pequeñas empresas locales. La cultura es un activo crítico e intangible, que influye en las motivaciones de los empleados y directivos, en las políticas de retención del personal y en las conductas éticas. Es una fuerza que configura la marcha de las organizaciones. La cultura imprime un enfoque a largo plazo de las actividades de la empresa.
O sea, las empresas deben invertir en cultura, para conseguir la coordinación y la confianza entre los empleados, el acuerdo sobre los valores, la misión y los intereses a largo plazo de la organización, una crítica constructiva que facilite el aprendizaje y el desarrollo de nuevas ideas, el sentido de urgencia de los trabajadores y la disposición a identificar los problemas cuando algo va mal.
Pero… hay muchas culturas posibles en las empresas. Una es la de la adaptabilidad, que facilita que la empresa sea una máquina de aprendizaje. Otra es la de colaboración, trabajo en equipo, apoyo de unos a otros, reconocimiento mutuo. Otra es el sentido de comunidad, que incluye el compromiso de cuidar a los demás y valorarlos. Otra es la satisfacción del consumidor, para implicarlo en la marcha de la empresa, haciendo propios los problemas de los consumidores y tratando de resolverlos. Otra es el predominio de la cualidad, la orientación de los detalles. Otra, la integridad. Otra, la performance, el resultado.
Obviamente, varias de esas culturas pueden estar presentes en la realidad de una organización. Por ejemplo, una empresa puede cuidar a sus clientes y consumidores, al mismo tiempo que forma una comunidad de personas que comparten la misión, y que tratan de actuar siempre con integridad y honradez.
*Publicado originariamente en Economía, Ética y RSE Blog Network de IESE Business School, Universidad de Navarra.