Mi hijo de 9 años me preguntó: “¿Por qué las mujeres, si quieren ser iguales a los hombres, no juegan al rugby y reciben los mismos tackles que yo recibo? “. Lo que no sabía mi hijo (¡y yo tampoco!) es que la historia del rugby mundial femenino se remonta a los comienzos del 1900, con una gran evolución a nivel mundial a partir de la década de los ’70 y a nivel local a partir de 1985 (primer partido oficial). En 2013, se realizó el primer partido de “Las Pumas“ y, en 2016, se incluyó por primera vez en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro –en modalidad Seven- tanto el rugby femenino como masculino!
Más allá de la anécdota e historia del rugby, lo importante a rescatar es que los niños crecen con estereotipos que experimentan desde muy pequeños. Como decía Louise Hay, “…creencias como que los muchachos no lloran y las niñas no suben a los árboles, crean hombres que se avergüenzan de sus sentimientos y mujeres que tienen miedo de su cuerpo”. ¡Lejos estamos de querer ser iguales a los hombres! Sí tener igualdad de oportunidades (como jugar al rugby si así lo deseamos) y retribución, lo cual es bien distinto. Somos felices tal cual somos, con nuestras diferencias, similitudes y complementos, como decía en su momento Victoria Ocampo “Lo que los hombres (…) no parecen comprender es que no nos interesa en absoluto ocupar su puesto sino ocupar por entero el nuestro, cosa que hasta ahora no ha ocurrido”.
Para mis hijos, siempre fue lo más natural que tanto hombres y mujeres se acerquen a votar; no sabía que, hasta 1947, sólo votaban los hombres en nuestro país, hecho para el cual, su tía bisabuela, María Rosa Oliver, activista por los derechos políticos de las mujeres, había luchado por muchos años. Han pasado casi 41 años de ese hecho histórico en nuestro país, pero continúan existiendo grandes injusticias a nivel local y mundial.
Algunas cifras
En la Argentina, según datos del INDEC, las mujeres cobran casi 30% menos que los hombres para una misma posición. Y, a nivel mundial, las mujeres en promedio ganan sólo entre el 60 y el 75 por ciento del salario de los hombres. Otras estadísticas alarmantes: sólo el 4,5% de las grandes empresas a nivel mundial tienen mujeres CEOs; casi la mitad de las mujeres en el mundo carecen de un ingreso propio; aunque representan el 60% de los graduados universitarios, constituyen sólo un tercio de la fuerza de trabajo; además, las mujeres dedican por día 2,5 horas más que los hombres a las tareas domésticas. Según estudios a nivel mundial, al ritmo que avanza el mundo, faltan 217 años para cerrar la brecha salarial. Necesitamos poder empezar a cambiar radicalmente las estadísticas, ahora y con otra expectativa de avance.
¿Qué queremos?
Queremos trabajar y recibir el mismo salario que los hombres (ante una misma posición), queremos tener las mismas posibilidades de acceso a una mesa de directorio, queremos gozar de las mismas oportunidades de ascenso en una compañía y poder llegar a ser CEOs si así lo deseamos y estamos capacitadas, queremos no ser discriminadas en una entrevista laboral (ó incluso no ser llamadas a la misma) por encontrarnos en una “edad fértil”, queremos empresas con licencias de maternidad y paternidad extendidas, queremos una vuelta al trabajo post-maternidad que sea flexible y acomodada a nuestras necesidades (y formación de equipos de trabajo que acompañen esa transición), queremos que las empresas evalúen la cantidad de hombres y mujeres en sus plantillas y tomen acciones al respecto, siendo conscientes que la diversidad nos favorece a todos.
Queremos más mujeres en posiciones de poder y liderazgo, en todos los ámbitos e industrias posibles. Y también queremos llegar a nuestras casas luego de trabajar (ó luego de una jornada de tareas domésticas y con los niños) y que los hombres sean responsables a la par de las tareas domésticas y la logística con nuestros hijos, que comprendan que no nos están “ayudando” sino que es su responsabilidad tanto como la nuestra.
Queremos que nuestros hijos vean cómo sus padres trabajan en conjunto para que el hogar y su crianza funcione y cómo ellos son también parte y responsables, colaborando desde chicos a poner la mesa, cocinar ó incluso lavar los platos.
Queremos que los hombres, ya desde niños, comprendan que las mujeres no tenemos el sueño del “príncipe azul” con el cual fuimos estereotipadas históricamente, donde la mujer supuestamente se “sentía realizada” cuando encontraba al “hombre de sus sueños” y podía proyectar su vida a partir de ese momento. A lo largo de la historia y hoy particularmente, las mujeres tenemos nuestras propias aspiraciones, necesidades de crecimiento, de liderazgo, de generar impacto, de ser pioneras, de innovar y de hacer sentir nuestra voz.
Frente al tradicional modelo patriarcal de liderazgo autoritario y jerárquico, algunos analistas vaticinan que la próxima revolución económica vendrá de la mano del papel que la mujer juegue en el mundo de la empresa y los mercados. Se habla incluso de un nuevo liderazgo futuro en el que la creatividad, la sensibilidad y la comunicación serán aspectos primordiales en la buena marcha de las empresas, según 20minutos.es. Como comenta Jack Ma, cofundador de ALibabá, “Si desea que su empresa sea exitosa, que opere con sabiduría, cuidado, las mujeres son las mejores”.
Hombres como aliados
Cuando los chicos viven en un hogar donde los padres comparten 50/50 la carga de responsabilidades, crecen con una visión más igualitaria y pueden visualizar más posibilidades para ellos mismos, dejando de lado los estereotipos de género. No es nuestra intención que los hombres se sientan amenazados, los necesitamos como aliados, tanto en nuestras casas (tomando mayor responsabilidad por las tareas domésticas y tareas y actividades de nuestros hijos) como en nuestros trabajos, con una actitud proactiva a la inclusión y a desafiar las injusticias relacionadas con temas de género.
Desde Leanin.org (Comunidad Global, creada por Sheryl Sandberg, COO de Facebook, que alienta a las mujeres a alcanzar sus ambiciones), existe todo un capítulo llamado “Support Women”, dentro del cual podemos ver distintas inciativas como “Lean In Together”, “Commit to mentor Women”, How to be a feminist dad”, “How to support your partner” y “How to support your Coworker” a los cuales uno se puede suscribir para recibir consejos.
Estadísticas en Estados Unidos muestran que luego de los conocidos casos de abuso sexual y el movimiento “MeToo”, el doble de Managers se siente ahora menos cómodo trabajando sólo con mujeres. Como dicen desde Leanin.org, “Es un paso en la dirección equivocada. Más que nunca necesitamos ahora hombres y mujeres trabajando juntos”.
Como también necesitamos hombres que continúen “cortejando” a las mujeres. Según lo conversado con diversas mujeres, las mujeres se sienten a gusto con el cortejo descripto por Miguel Espeche, psicólogo y psicoterapeuta: “Cortejo en clave de atracción, que busca influir en el otro y establecer un vínculo, lejos de aquel cortejo que busque dominar o poseer. No hay violencia, pero sí fuerza; no hay sumisión, pero sí receptividad en clave de juego… pura belleza en la que nadie es débil”.
Una invitación
Necesitamos a las mujeres y a los hombres comprometidos y trabajando juntos en pos de una sociedad más equitativa en lo relacionado a igualdad de oportunidades, compensaciones y apoyo en la crianza de los hijos y tareas domésticas. Es por ello que nos invito a las mujeres a que sigamos tomando consciencia de nuestra realidad, que salgamos de nuestra zona de confort y que nos animemos al cambio, que no nos autocensuremos, que hagamos escuchar nuestra voz y voto tanto en nuestras casas como en las mesas de decisión, que no nos quedemos calladas, que reclamemos lo que consideremos justo, que no claudiquemos frente a los obstáculos, que ayudemos a hombres y especialmente a otras mujeres en su camino, teniendo el foco hacia dónde queremos llegar, creyendo en nosotras mismas y luchando por alcanzar nuestros sueños.
E invito a los hombres a que sean nuestros socios activos tanto en nuestras casas como en nuestros trabajos, que sigan tomando consciencia de todas las dificultades “extras” con las que nos tenemos que enfrentar a diario las mujeres, por el sólo hecho de ser mujer y vivir en una sociedad que tiene mucho por evolucionar a nivel social, cultural y económico.
Y por mi parte trabajaré en que mis hijos comprendan que no queremos ser iguales, sino enriquecernos con nuestras diferencias y construir juntos una sociedad más justa y equitativa, para beneficio de todos/as!
Muy buen artículo Dolores!!!