Actualidad

Networking ¿Todo lo puedo?

Escrito por Marcos Ford
Listen to this article

Desesperar por un imprevisto, tener ansiedad por una situación de incertidumbre o ser víctima de la preocupación por un desafío que parece muy difícil de resolverse. Es constante la amenaza de caer presa de estas reacciones solo para encontrar, luego de un tiempo, unas horas o incluso meses después del hecho desencadenante, que la persona que nos podía ayudar estaba a nuestro alcance y que la solución estaba en manos de alguien con quien hablamos con frecuencia.

¿Es posible que podamos resolver cada vez más efectivamente los desafíos profesionales que se nos van presentando? Siempre y cuando seamos conscientes de que la capacidad de resolución de nuestra red de contactos es infinitamente superior a la nuestra, la respuesta es sí.

 

El “elemento”

Este enfoque rompe con el molde tradicionalista, con la concepción de que adquiriendo más conocimientos podremos resolver las situaciones que se nos presentan en nuestras vidas con mayor facilidad. Si somos buenos haciendo algo, ¿por qué sacarle tiempo a eso para invertirlo en algo a lo que por más amor que le pongamos nunca nos va a salir tan bien como a un especialista que conoce la temática en profundidad y que ya realizó trabajos de ese tipo cientos de veces?

Es que una vez que encontramos nuestro “elemento”, término acuñado por Sir Ken Robinson para definir ese punto donde se conecta eso que nos apasiona con la aptitud que tenemos para hacerlo bien, toda nuestra energía y recursos tendrían que concentrarse en explotar al máximo esa faceta de nuestras vidas profesionales. Dedicar cada vez más tiempo a lo que nos sale bien nos permitirá tener un impacto mucho mayor sobre las vidas de otras personas.

¿Y cómo resolver el resto de los temas, esos que no están vinculados a mi “elemento”? Una vez que tomamos conciencia de esto y nos animamos a ser humildes, a confiar en las virtudes de los otros y a cambiar nuestros modelos mentales, todo es más sencillo.

 

Un cambio de paradigma

El nuevo paradigma, el que actúa partiendo del networking como pilar fundamental para el desarrollo de cualquier carrera profesional,  postula que alguien en mi red de contactos tiene la capacidad de ayudarme y hacerme ahorrar tiempo valioso. Para que esto pueda ser realidad, necesitamos formar una red sólida, amplia y diversa, y esto es algo que se construye a diario, con pequeños pasos que llevan a grandes victorias.

El primer paso para tejer más conexiones en mi red de networking consiste en partir desde un enfoque de generosidad. ¿Ya sé qué es lo que hago bien y me apasiona? Lo ofrezco a otras personas a las que respete y admire por el solo hecho de ayudar. ¿Conozco a muchas personas de una industria en particular? Pienso en quién les puedo presentar para que se generen relaciones ganar-ganar. ¿Tengo acceso a información especializada? Armo una lista de distribución para compartir novedades periódicamente con personas a las que les pueda agregar valor.

Y la mejor forma de entrar en contacto con personas a las que uno pueda ayudar es abriéndose a los desconocidos, a esos que hoy no saben quién soy pero a los que puedo ayudar de una u otra forma, a esos que en largo plazo, más aún que mi círculo íntimo de amigos y familiares, tienen una gran capacidad de transformar mi vida y llevarme a escenarios que antes ni siquiera hubiera podido imaginar. Encontrar una comunidad que comparta los mismos valores en los que creo y esté interesada en las mismas temáticas que me inquietan es una buena estrategia para empezar a generar vínculos. En el caso de profesionales que tengan sus valores sostenidos en los principios de la fe cristiana podría ser ACDE, para jóvenes empresarios que quieran conocer a sus pares e internacionalizar sus proyectos podría ser UNAJE, y si pienso en personas que quieren empezar a conocer el ecosistema emprendedor con un sustento académico aplicaría la Academia BA Emprende, por ejemplo.

 

Tres variables, un vínculo

A medida que vayamos generando conexiones genuinas y saludables con otros vamos a notar que será cada vez más sencillo confiar en nuestra red, en ese talento que se encuentra disperso en cientos de personas y, si fuimos coherentes en la construcción de la red, agrupado en un mismo conjunto de valores.

Para poder edificar cada vínculo debemos tener en cuenta que imperan tres variables:

  1. El tiempo compartido: cuanto más nos ocupemos de averiguar en qué están los otros en cada momento de sus vidas, dediquemos tiempo a conocerlos y a ayudarlos, más fuerte va a ser el lazo que nos una.
  2. La intensidad emocional: en la medida que logremos compartir vivencias que vayan más allá de lo estrictamente profesional, que nos abramos a la fragilidad y podamos salir del escudo protector oculta fracasos, más humanos vamos a vernos y más aprecio generaremos en los demás.
  3. La confianza: y como una combinación de las dos anteriores, el poder validar que el otro está en sintonía con lo que creo, y tal vez que comparte amistades con personas en las que confío, hará que ese vínculo se fortalezca cada vez más.

 

Todo lo puedo en mi red con generosidad

Detectar mi “elemento”, confiar en los demás, ser generoso y animarme a mostrar mi humanidad pueden ser las claves para que cada día tenga menos preocupaciones, más soluciones y como broche de oro, ¡más amistades!

¿Solés apoyarte en tu red cuando te encontrás con nuevos desafíos? ¿Cuándo fue la última vez que pusiste tus talentos al servicio de otro de forma desinteresada?

Sobre el autor

Marcos Ford

Emprendedor. Socio de Data Epiphany, empresa especializada en soluciones digitales vinculadas a Redes Sociales, Inteligencia Artificial y Business Intelligence.

Deje su opinión