Oportunismo igualitario
El igualitarismo se ha convertido en un tema candente que despierta pasiones contrapuestas. Hace pocos días el presidente Alberto Fernández mostró un flanco polémico al afirmar que: “No es verdad lo que nos han hecho creer en los últimos tiempos de que el mérito y el esfuerzo van a hacernos crecer, porque el más tonto de los hijos de un rico tiene más posibilidades que el más inteligente de los pobres”. Tales palabras despertaron actitudes polémicas y emocionales contradictorias con el pensamiento racional, precisamente la cualidad humana que nos distingue de los animales.
Sin embargo, las propuestas igualitarias no son exclusivas de nuestro folklore político. Abarcan también a la primera potencia mundial y al propio magisterio del pensamiento pontificio.
En las próximas elecciones de EE.UU. se ha evidenciado una profunda divergencia ideológica entre Demócratas y Republicanos. Pese a las apariencias, dicha discrepancia no reposa tanto en el perfil ambicioso, autoritario y avasallador de Donald Trump, ni en los rasgos de poquedad, vacilación y decaimiento de Joe Biden. Lo que verdaderamente distingue a uno del otro partido es algo muchísimo más importante y universal: el Igualitarismo versus la Meritocracia. La posición republicana trata de exaltar el mérito, distinguir el honor y elogiar el esfuerzo individual. Por eso son acusados de individualistas. Mientras que la posición demócrata a partir de Barack Obama es muy favorable al igualitarismo social a través de la redistribución masiva de renta para que algunos reciban una mayor porción de riqueza de la que generan a expensas de otros a quienes las leyes del Estado confiscarán parte de lo que producen. Por eso son calificados de socialistas.
Pero no son un caso único. En el mismo sentido, el papa Francisco ha señalado concordantemente, objeciones morales al mérito y al esfuerzo dando a entender que están inficionados de egoísmo. En una reciente alocución dijo el pontífice argentino: “Quien razone con la lógica humana, de los méritos adquiridos con la propia habilidad, pasará de ser el primero a ser el último. En cambio, quien se confíe con humildad a la misericordia del Padre, pasará de último a primero”. Para afirmarlo se amparó en una sorprendente interpretación del Evangelio de San Mateo (20; 1-16) que en forma adaptada dice:
«1 Un padre de familia salió por la mañana a contratar obreros para su viña y 2 encontró a diversos grupos de desocupados a quienes ofreció contratarlos por un denario. 3 Con distintos horarios todos aceptaron la propuesta y 12 al final de la jornada, uno de ellos, sumamente enojado, cuestionó que le hubiesen pagado lo mismo a quienes soportaron la carga y el calor de todo el día con aquellos que sólo trabajaron en las últimas horas de la jornada. 13 El dueño de la viña les respondió: ¡Amigo, yo no te agravio! ¿no conviniste conmigo en un denario? Entonces toma lo que es tuyo y vete. 14 Pero yo quiero dar a este postrero, también un denario como a ti. 15 ¿No me es lícito hacer con lo mío lo que quiero? ¿O tienes envidia, porque soy bueno? 16 Así, los primeros serán postreros y los últimos serán primeros; porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos».
La holganza: esencia del igualitarismo.
Con tales antecedentes, muchos dirigentes progresistas predican la utopía igualitaria y sostienen que resulta más antisolidario obtener ingresos produciendo como empresario privado, pequeño comerciante o trabajador autónomo que hacerlo, relativamente más fácil, a través de leyes redistributistas de un Estado presente y empoderado. Por eso se muestran partidarios de incentivar la repartija al voleo en detrimento de la producción privada libre, organizada y rentable. Esta es la razón de su crítica ideológica contra la propiedad, el mercado y las ganancias.
La holganza es la esencia del igualitarismo y la razón profunda por la cual los igualitaristas atacan el mérito y se oponen al premio del esfuerzo señalando que la meritocracia y el esfuerzo son posturas elitistas y oligárquicas que ofenden a los humildes y menosprecian a los menos dotados.
De este modo, la prédica igualitaria en Argentina, se ha convertido en un himno al relajamiento, la despreocupación, la abulia y la negligencia. En pocas palabras: a exaltar la vagancia. Así estamos en “el mundo del revés”, el reino de María Elena Walsh.
Sin embargo, no hay mayor condena moral de esta actitud indolente que la reprimenda de San Pablo cuando escribe, en versión adaptada, la 2ª Epístola a los Tesalonicenses: « 2 Hermanos, que Dios nos libre de los individuos indeseables y malos, que no creen en nada. 5 Que todos trabajen y, que, en nombre de Cristo, se aparten de aquellos que viven holgando sin control ni regla. 8 No pido a nadie un pan que yo no haya ganado, sino que trabajo duramente noche y día hasta cansarme para no ser una carga de los demás. 9 Podría habérselo pedido a ustedes, pero quise ser un modelo a imitar. 10 Además, les digo claramente: “Si alguno no quiere trabajar, pues que tampoco coma”. 11 Ahora he oído que algunos andan ociosos todo el día, no hacen nada y están ocupados en meterse con todos. 12 A ésos les mando y exhorto por nuestro Señor Jesucristo, que trabajen y se ganen el pan que comen. 13 Por su parte, ustedes no se cansen de hacer el bien y 14 si alguien no cumple con lo que digo en esta carta, señálenlo y dejen de tratarlo hasta que se avergüence y corrija.
[…] Viene de parte 1 […]