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Competencia virtuosa: todos estamos llamados a ser santos (II)

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Escrito por Pablo Trevisán
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(viene de Parte I)

Si la competencia perfecta es imposible, la competencia virtuosa debe ser la regla

Como sucede con el caso de Enrique Shaw, en la historia han existido personas –muchas conocidas y otras desconocidas- que entendieron el mensaje de Jesús, que entregaron su vida en el mundo que conocemos para ir por la búsqueda del mundo que propone Jesús.[1]

La parábola del joven rico[i] presenta el modelo válido para la discusión del rol adecuado de la riqueza creada mediante el buen funcionamiento del libre mercado.

Dice la parábola que mientras Jesús comenzaba su camino, un hombre joven corrió hacia él y cayó de rodillas ante él. «Buen maestro», preguntó, «¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?”. Jesús la responde con lo básico: “Los mandamientos”. Estos Mandamientos también son relevantes en los negocios.

“Maestro”, declaró el joven rico, “todos estos los he mantenido desde que comencé mi negocio.” Dice el Evangelio que entonces Jesús lo miró “y lo amó”, diciéndole: «Una cosa te falta», dijo. «Anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven, sígueme, tomando tu cruz.» Ante esto, el rostro del hombre cayó. Se fue triste, porque tenía una gran riqueza.

Una interpretación válida de estos pasajes podría ser que éste es el estándar más alto para hacer negocios o ejercer el comercio, al que refieren las encíclicas y los documentos más recientes de los Papas. Eso no sería otra cosa más que esforzarnos por actuar de manera consistente con las virtudes, de manera virtuosa.[ii]

Es probable que el común de los seres humanos no estemos en condiciones de seguir la propuesta que Jesús le hace al joven rico, cuando éste le pide qué más puede hacer, si ya cumple todos los Mandamientos. Es quizás por eso que, en el Evangelio y en esta parábola en particular, Jesús no lo manifieste como una “regla”, sino como ese “metro extra” que uno debería dar si quisiere lograr la “perfección”.

Queda entonces como interpretación válida entender que, para poder corregir la naturaleza salvaje que muchas veces toma la competencia desenfrenada y convertirla en una competencia más virtuosa, nuestro norte deban ser los Mandamientos, con los que Jesús responde ante la primera pregunta del joven rico. Por otra parte, creemos que estos Mandamientos tienen además cierta validez universal, independientemente de la religión o credo que cada uno pregone o practique.

El ejercicio del comercio y las conductas en competencia que se realicen siguiendo estas virtudes[iii] a las que convocan Jesús y la Doctrina Social de la Iglesia, deben entonces ser inspirados por los Mandamientos.

Indudablemente, empresarios como Enrique Shaw fueron, son y serán caracterizados en su accionar por personificar estas virtudes que, a la postre, son las que permitirían una competencia más sana entre hombres de negocios, empresarios, empresas, autoridades y reguladores.

Para ello, es muy importante tener instituciones con bases legales y morales sólidas, que pongan el interés público y el bien común por encima de los intereses individuales, a los fines de poder reconciliar correctamente el ánimo de lucro de los hombres de negocios, con los intereses de precios bajos, mayor variedad e innovación de productos y servicios, como pregona y tiene por objeto proteger la libre competencia.

Sin estas bases morales, tanto por parte de instituciones y autoridades, como por parte de empresarios y consumidores, los mercados toman dinámicas peligrosas impidiéndoles un óptimo funcionamiento y que permiten que únicamente unos pocos puedan beneficiarse a costa de muchos otros y que, a la postre, se convierten en las causas que dan lugar a un capitalismo salvaje.

 

Conclusión

Las enseñanzas de la Iglesia, en sus distintas formas, incluyen ciertos principios que pueden ser considerados por quienes ejercen el comercio de cualquier forma que fuere, y por quienes forman parte del mundo de la libre competencia.

El estilo de vida propuesto por la Doctrina Social de la Iglesia y por el Evangelio, pareciera ubicarse en el “justo medio” de Santo Tomás: es decir, sin un excesivo individualismo, y con intervención estatal acotada. En este marco, cuanto más virtuosa sea la competencia, más útil será como política pública, y mejor y más óptimamente funcionarán los mercados.

Hemos constatado, en el ejemplo del empresario argentino, Enrique Shaw, que es posible vivir las virtudes del Evangelio. Su ejemplo debe interpelarlos e invitarnos a imitarlo.

Cualquier conducta que fuera contraria a los Mandamientos, muy probablemente podría constituir también una conducta anticompetitiva bajo los parámetros de leyes de competencia razonables.

En conclusión, consideramos que lo deseable y realizable es promover la competencia virtuosa, que es aquella que, mediante el ejercicio de las virtudes morales, todo hombre puede alcanzar, si se lo propone.

 

Referencias

[1] Uno de los muchos buenos ejemplos es San Francisco de Asís (1182-1226), quien fue el hijo de un poderoso comerciante en la Italia medieval, pero eligió un camino diferente estableciendo una de las órdenes católicas más influyente y popular. Otro ejemplo más reciente, la Madre Teresa de Calcuta (1910-1997), nacida en una familia bastante rica en Albania, decidió servir a los más pobres de los pobres en la India. Esto no quiere decir que se elogien los enfoques medievales extremistas que trataron toda posesión terrenal como mala. Tampoco que la riqueza en la tierra sea el signo obvio de Dios.

[i] Marcos 10:17-22. Podríamos mencionar otras parábolas de Jesús para ilustrar otros aspectos más específicos de la conducta deseable y virtuosa a la que todo hombre debería apuntar en su conducta al competir en el mercado, pero en honor a la brevedad que impone este trabajo, nos hemos concentrado especialmente en el análisis de esta parábola del joven rico, ya que creemos que ilustra perfectamente el objeto de nuestro trabajo. Para otro momento u otros trabajos, quedarán para analizar las parábolas del pago justo (Mateo 20:1-16), la de los talentos (Mateo 25:14-30), “a todo el que produce se le dará más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene” (Lucas 19:11-28), entre otras.

[ii] Francisco nos invita a pedirle a Dios que nos ayude a entender la ley del amor. ¿Cuánto bien nos hace a todos amarlos los unos a los otros, a pesar de todo? Y cuánto mejor, agrega Francisco, si además rezamos por aquel que nos irrita por algún motivo. Esto mismo debería ser posible en el plano de los negocios y las empresas. Detrás de cada empresa hay personas.

[iii] Estas virtudes creemos que son las virtudes comerciales a las que se refería Juan Pablo II en Centesimus annus al definir las buenas formas de capitalismo a las que hicimos referencia más arriba.

Sobre el autor

Pablo Trevisán

Coautor de la Ley 27.442 de Defensa de la Competencia. LLM, London School of Economics and Political Science (LSE). Visiting Research Fellow, Fordham School of Law, EE.UU. Doctorando, UCA. Vocal, Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CNDC), 2016-20. Socio del Estudio Trevisán.

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