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Esquiú, el fraile que hizo aceptar la Constitución Nacional

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Escrito por Roberto Azaretto
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En la convención constituyente reunida en Santa Fe en 1853, como resultado de la victoria en Caseros del general Urquiza y el acuerdo de San Nicolás, por él convocado, con los gobernadores de las provincias, se produce un agitado debate sobre la cuestión religiosa y el estado.

La cuestión que generaba controversia, era, si en la República se impondría al catolicismo como religión oficial del estado y si habría libertad de cultos para quienes quisieran profesar otra fe. No olvidemos, que, en la dirigencia de la época estaba el problema del desierto, es decir el de un país extenso escasamente poblado y la busca de inmigración europea y preferiblemente de origen germano y anglosajón, en las que imperaba el protestantismo.

Fray Mamerto Esquiú

Fray Mamerto Esquiú

Se logró una fórmula por la cual se decretó la libertad de cultos, el sostenimiento por el estado de la religión católica y el requisito para acceder a la presidencia de la Nación de profesar el catolicismo. Esto fue aprobado en una votación ajustada, pero significó el retiro de la Convención de los dos diputados de Jujuy y uno de Tucumán, quienes eran clérigos.

Este episodio llevó a intercambios epistolares entre los gobernadores del Noroeste, a esto se agregaba los intentos de la dirigencia de Buenos Aires, que no participó de la Convención redactora de la constitución de 1853, de generar una crisis en la Confederación de las 13 provincias. La idea era lograr el rechazo de la constitución que debía jurarse en las plazas de la Confederación Argentina el 9 de julio.

La señal debía ser un sermón en la iglesia de los Franciscanos en San Fernando del Valle de Catamarca. Para dar el sermón el Prior del Convento eligió al fraile más joven y esperando que bregara por el rechazo de la constitución nacional.

Sube al púlpito Fray Mamerto Esquiú ante una iglesia colmada y con la presencia de las autoridades provinciales y comienza su sermón “Laetamus de gloria vostra” (nos congratulamos con vuestra gloria) con una encendida apología de la religión católica para pasar, luego a describir el proceso político argentino desde 1810 “¡Noble Patria! 43 años has gemido en el destierro, medio siglo te ha dominado en un eterno enemigo en sus fases de despotismo y amargura. ¡Que de Ruinas! ¡Que de escombros ocupan tu sagrado suelo! Luego se refiere a la independencia y destaca la libertad de las personas como inherente a su dignidad, libertad sin la cual la independencia carece de sentido.

“Que el individuo, el ciudadano no sea absorbido por la sociedad, que ante ella se presente vestido de su dignidad y derechos personales, que estos queden libres de toda sumisión a cualquier autoridad” y da el ejemplo de la religión que se sobrepuso a los tiranos que la pretendieron eliminar. Por eso al referirse al tema de la religión oficial recuerda como el cristianismo logró sobrevivir y expandirse no sólo sin el apoyo de los gobiernos sino también, a pesar de las persecuciones de los mismos como la iglesia de las catacumbas.

Concluye invitando a obedecer la constitución “obedeced señores, sin esa obediencia no hay ley, sin ley no ha patria, no ha verdadera libertad, existen solo pasiones, desorden, anarquía, desolación, guerra y males del que Dios libre eternamente a la República Argentina y concédanos vivir en paz y en orden sobre la tierra”

Fray Mamerto Esquiú nació en Piedra Blanca el 11 de mayo de 1826. Su padre era agricultor y como muchos, llegó de España como soldado de las fuerzas realistas. Tomados prisioneros, se quedaron en nuestra patria. Su madre, María de la Nieves Medina era de una antigua estirpe de Catamarca. Completaba la familia otros cinco hermanos. Escribió en unos apuntes autobiográficos: “La austeridad, el trabajo y la fe eran la base de la felicidad”. Enferma a los cinco años y a partir de ahí viste el hábito de San Francisco, su vestimenta hasta su muerte, por la promesa de su madre. A los 10 años ingresa al Convento de San Francisco en Catamarca.

Esquiú participa de la Asamblea que redacta la constitución de su provincia y enseña en el Colegio fundado por el gobernador Octaviano Navarro. Disgustado con la reanudación de las guerras civiles, que, llevaron a las batallas de Cepeda y Pavón se traslada a Bolivia donde enseña y predica en los conventos de su orden en Tarija y en Sucre.

No le gusta la notoriedad. La ha alcanzado con la repercusión de su sermón de 1853 que es impreso y difundido por disposición de Urquiza. Hombre sencillo, humilde, rechaza la propuesta de Sarmiento de proponerlo como Arzobispo de Buenos Aires. Se aleja aún más del país para evitar su elevación a posiciones de alta jerarquía. Por eso de Bolivia viaja al Perú y luego al Ecuador y después se dirige a Roma y Jerusalén.

El superior de la Orden franciscana lo hace regresar a la Argentina, para imponer el orden en esa comunidad, ante problemas disciplinarios surgidos en la misma. El presidente Avellaneda lo propone para el obispado de Córdoba y vuelve a rechazar esa silla diocesana pero el Nuncio apostólico lo obliga a aceptar pues es la voluntad del Papa, “Si lo ordena el Papa, lo ordena Dios”, dice al acepar el fraile catamarqueño.

Fue investido en la catedral de Buenos Aires por el Arzobispo Aneiros. Un caballero adinerado quiso agasajarlo con un banquete, Esquiú contestó que en el convento servirían un plato adicional a las viandas habituales y que aceptaba unas botellas de vino y unos postres pero que el dinero del banquete se los diera a los pobres.

Fray Mamerto Esquiú tendrá a su cargo el sermón del Tedeum con el que se celebra la federalización de la ciudad de Buenos Aires, luego de los enfrentamientos de 1880 entre la Nación y la Provincia de Buenos Aires.

Recorrió su extensa diócesis, en un viaje por la Rioja enfermó. El ferrocarril llegaba a Recreo en Catamarca, pero la diligencia no llegó a tiempo. Falleció en la posta de Suncho el 11 de enero de 1883.

Fray Mamerto Esquiú es un ejemplo tanto para la iglesia como para todos los argentinos por su acendrado patriotismo, su búsqueda de la paz, su compromiso con la libertad y las instituciones, su austeridad, caridad y vocación de servicio. Declarado Siervo de Dios y Venerable, ahora celebramos su beatificación esperando que a la brevedad reciba la corona de los Santos.

Sobre el autor

Roberto Azaretto

Miembro de la Academia  Argentina de la Historia  y del Instituto Argentino de Historia Militar. Escritor y ensayista.

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