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Ética política, Ética del político

Escrito por Vincenzo Putignano
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Estamos por elegir a quien se hará cargo de la Presidencia de la Nación por los próximos cuatro años.

Estamos frente a una coyuntura política mundial espantosa y que necesita de lideres superadores.

¿Cuál es el criterio con que evaluamos la ética de los políticos?  ¿Cuáles son los principios y los sustentos de la ética? ¿El fin justifica los medios? ¿Siempre?  ¿Pero quién justifica el fin?  ¿La ética política es la ética de los resultados? ¿De todos los resultados? ¿Y los principios? ¿Se puede reducir el buen resultado al éxito inmediato? ¿Si queremos distinguir y analizar los resultados, tenemos que volver una vez más a los principios?  

Michael Walzer afirma que los políticos son, en muchos casos, peores que la mayor parte de la población. El problema de las manos sucias es una característica de la vida política, que surge no sólo como una crisis ocasional en la carrera de tal o cual político desaventurado, sino de manera sistemática. El yate de Marbella enseña.

El contraste entre política y moral se aborda de forma emblemática en la obra de J.P. Sartre Las Manos Sucias: «Tengo las manos sucias hasta los codos. Las he hundido en la inmundicia y la sangre. ¿Crees que podés gobernar inocentemente»?

Muchos antes, el florentino Niccolo’ Macchiavelli nos decía, y nos sigue diciendo, que el hombre recto que aspira a establecer o reformar una república debe, para lograr su objetivo, realizar actos terribles. Como Rómulo, debe matar a su hermano; como Numa, debe mentir al pueblo. A veces, sin embargo, «cuando el hecho acusa, el resultado excusa”. Esta frase, que se encuentra a menudo en los » Discorsi sopra la prima Deca di Tito Livio» de Macchiavelli, pretende significar que el engaño y la crueldad del político se justifican por los buenos resultados que de ellos derivan.

Macchiavelli hizo decir a Cosimo dei Médici que los estados no se gobiernan recitando el pater noster y se convenció de que era necesaria una ciencia política que dijera las cosas como son, y no como a uno le gustaría que fueran.

El Príncipe fue el resultado de esta reflexión. Desde el 1531, El Príncipe de Niccolò Macchiavelli, aunque figuró en el índice de los libros prohibidos hasta 1966, es uno de los tratados de doctrina política más famosos e influyentes de todos los tiempos. El comienzo de la ciencia política.

Los estados para Macchiavelli, nacen, se mantienen y mueren, como los hombres. El estado es como un individuo dotado de vida propia, sólo aspira a la autoconservación mediante el orden interno y la paz exterior. En otras palabras: busca su propia supervivencia.

Esto lleva a una consecuencia perturbadora: la política se desliga de la ética y de la moral, se vuelve autónoma, con una moral propia. Ya no hay que preocuparse por lo que es bueno o malo, sino sólo por lo que sirve o perjudica a la conservación del poder. Este es su fin y todos los medios son lícitos, desde el engaño al fraude, desde la violencia al uso instrumental de la religión. En esto reside la fortuna del político, y también su mayor virtud, palabra que, con Macchiavelli, pierde toda referencia a la moral.

¿Cómo distinguir el buen gobierno del mal gobierno? ¿Cómo acabar con la amoralidad de la política? ¿Cómo?

Norberto Bobbio

Nos ayuda Bobbio. Volviendo a analizar más atentamente el capítulo XVIII de El Príncipe, donde se plantea el problema si el príncipe está obligado a respetar los pactos, Macchiavelli nos hace comprender que los príncipes que han «hecho grandes cosas» los han tenido poco en cuenta (a los pactos). Lo que cuenta en la conducta del estadista es hacer grandes cosas. ¿Cuáles son las grandes cosas? Mantener el Estado, hacerlo prosperar. En otras palabras, ‘Salus populi suprema lex’, literalmente ‘que el bien del pueblo sea la ley suprema’ (Cicerón, De legibus, IV).

Bobbio es muy consciente de que la principal lógica de la historia es la lucha por el poder de otros poderes. La teoría de la división de poderes tiene una larga historia, su máximo teórico, Montesquieu, la enunció en 1748, con una premisa fundamental: «quien tiene poder se ve llevado a abusar de él: llega hasta donde no encuentra límites.  Para que no se pueda abusar del poder, hace falta disponer las cosas de tal forma que el poder detenga al poder».

Max Weber – La ética de la convicción/principios y la ética de la responsabilidad

Estamos en deuda con Max Weber por esta distinción que categoriza dos formas diferentes, conciliables, de ejercer la ética. El hace referencia a la ética de las convicciones/principios y a la ética de la responsabilidad.

La ética de las convicciones es vinculada a los ideales y es concebida como una ética absoluta.  Quien se comporta de acuerdo con este tipo de ética no se siente responsable de su acción. En la ética de las convicciones es mucho más importante el logro de unos fines determinados, sin importar las consecuencias que tales fines tengan. Esta clase de políticos, fanáticos, defienden ideales absolutos de manera impune, actuando a costa del sacrificio de la propia vida y del grupo social que representan. 

Por otro lado, Weber habla de la ética de la responsabilidad, en virtud de la cual se trata de considerar las consecuencias de las acciones políticas, ya que éstas pueden ser previsibles. El político que actúa en base a esta ética se hace responsable de sus acciones, pues tiene que responder de las consecuencias (previsibles) de sus acciones.

Al político profesional se le presenta un dilema ineludible y fundamental a la hora de decidir: salvar su alma o salvar su comunidad, anteponer su propio interés al interés colectivo, el bien propio al bien común, la salud de su propia persona o de su país, faltar o no al deber de quienes se dedican al ejercicio político.

Solo un político con un mínimo conocimiento de la realidad sociopolítica (el “ser”), con ideales y valores (el “deber ser”) podrá eficazmente intentar cambiar e intervenir sobre dicha realidad (el “poder ser”).  Equilibrando las dos éticas – principios y responsabilidades – y sometiéndose al juicio moral de la política que en definitiva es distinguir la acción buena de la mala. Hacer o no hacer “grandes cosas”.

Lex facit regem, la ley hace al rey

Para enfrentar el problema de la ética en la actividad política, necesitamos de una nueva pedagogía que forme líderes post-ideológicos, pragmáticos y ‘anti-absolutistas’.  Políticos que gobiernen en conformidad de leyes y dentro de las mismas. Que sean “siervos” de la Ley.

Necesitamos de Kant y de su imperativo categórico: “Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como fin y nunca simplemente como medio»«.

Necesitamos lideres que sean capaces de navegar por el tortuoso laberinto de la realidad política contemporánea y no de populistas que nos venden recetas fáciles para resolver los enormes problemas a los que se enfrentan las democracias occidentales.         

Sobre el autor

Vincenzo Putignano

Licenciado en Ciencias Políticas (Universidad de Torino, Italia) y con Diploma en Dirección de Empresas (IESE, España). Sus intereses están dirigidos en como los clásicos pueden influenciar el gerenciamiento público y privado.

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2 comentarios

  • Magnifica reseña y reflexión deñ Lic. Vincenzo Putignano sobre la situación poítica propia de la democracia. El relativis moral, todo lo explica. Al igual que Vincenzo espero que sepan navegar las dificultades a las que se enfrentean, y a las que, en gran parte son responsables. Nos hacen creer que todo está mal, pero no es así. La democracia ha establecido leyes y cambios de paradigma de los que nos beneficiamos todos los días. Las mujeres, de manera particular, se han beneficiado. No a la dinamita y sí a los acuerdos para un país mejor

  • excelente articulo, sobre el mismo deberíamos hacer incapié a quienes se dicen «politicos» e integran la clase política y con aspiraciones personales, debe terminar la dádiva de cada individuo que con sus aportes y trabajo personal y empresas sostiene este aparato insaciable, con el costo económico que redunda en beneficio de camarillas orquestadas programadamente. BASTA