Ciertamente, es en la oscuridad donde uno encuentra la luz,
de forma que cuando estamos en la desolación es cuando más cerca estamos de la luz.”
-Meister Eckhart-
Vivimos insertos en una sociedad productiva, que premia los resultados de nuestro ser activo y laborioso. Y en el fruto de ese “hacer” entendemos que está nuestro destino y el sentido de la vida. Nos identificamos con este “homo faber” que lleva a cabo obras para sentirse realizado.
Esta visión la llevamos a todos los órdenes de la vida, no sólo al laboral, sino también al espiritual y religioso, con el riesgo de cosificar estas realidades y de valorarla exageradamente por sus resultados, y de esta forma dejar en un segundo plano aspectos que requieren una actitud más pasiva, de escucha, observación o meditación.
Hay ocasiones en las que la vida nos sorprende confrontándonos con situaciones dolorosas no deseadas que no podemos cambiar, porque los hechos son irreversibles e inmodificables, quedando nuestro “homo faber” como paralizado, sin poder dar una respuesta.
Pienso en Esteban Bullrich, quien tenía hasta hace muy poco tiempo una actividad política significativa antes de contraer ELA, la Esclerosis Lateral Amiotrófica, una enfermedad mortal, actualmente sin tratamiento efectivo ni cura, que afecta a la neurona motora, paralizando todos los músculos, de manera progresiva, hasta que la persona queda atrapada en su cuerpo inmóvil mientras sus facultades mentales permanecen intactas.
Sin embargo, existe una luz escondida en las tinieblas, que está latente y puede surgir a partir de nuestra capacidad de resignificar la realidad con un nuevo sentido.
En agosto de 1962, días antes de morir, el empresario argentino Enrique Shaw (en proceso de canonización), estaba en un estado de salud tan frágil, que ya no podía servirse de sus manos paralizadas y necesitaba que le dieran de comer en la boca. En esa indefensión descubre el lado luminoso de su cruz, que le da sentido a su vida, y le dice a su familia, con mucha dificultad: “Antes me vanagloriaba de dar y siempre dar, pero ahora me toca el turno de recibir todo: comida, sangre, remedios, cuidado de mi familia, de mis médicos, de mis enfermeras, y dinero de mi padre para pagar esas enfermeras, y esto me hace más humilde; porque en el dar existía de mi parte un cierto orgullo …(1)”
De igual manera el santo cura Brochero, estando ya muy avanzada su lepra, le escribe una carta al obispo Martín Yáñez, comentándole su estadio de salud:
“Mi querido amigo, recordarás que yo solía decir de mí mismo que iba a ser siempre tan enérgico como el caballo que se murió galopando.
Pero jamás tuve presente que es Dios quien vivifica y mortifica, y es quien da las energías físicas y morales y quien las quita.
Pues bien, yo estoy casi ciego por completo, apenas distingo la luz del día, y no puedo verme mis manos.
Además, estoy casi sin tacto desde los codos hasta el punto de los dedos, y de las rodillas hasta los pies, y así que otra persona me tiene que vestir y prenderme la ropa.
Para partir la hostia consagrada, llamo al ayudante para que me indique si he tomado la hostia bien, y me cuesta tanto hincarme como levantarme, a pesar de tomarme de la mesa del altar: ya ves el estado al que ha quedado reducido el enérgico, el brioso.
Pero es un grandísimo favor que me ha hecho Dios al desocuparme por completo de la vida activa, y dejarme con la pasiva. Quiero decir que Dios me da la ocupación de buscar mi último fin y de orar por los hombres pasados, por los presentes y por los que han de venir hasta el fin de los tiempos(2).”
Enrique Shaw y el cura Brochero descubren en sus dolorosos padecimientos paralizantes un camino trascendente hacia el reino de Dios en sus vidas. Sus fragilidades cobran un nuevo sentido y podríamos decir, que encuentran una gracia más honda e inesperada. Se sienten tocados por el amor de Dios en sus parálisis, intuyendo en esa oscuridad un camino hacia un encuentro más profundo.
“La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la percibieron(3)”, nos dice el Evangelio de San Juan.
David Steindl-Rast (el hermano David) nos ayuda a interpretar este pasaje al decirnos que “… la buena nueva que proclama el Evangelio de San Juan es que la luz brilla en el centro mismo de la oscuridad. Una gran revolución: es la oscuridad misma la que brilla(4).” Esta luz es la que descubren en su dolor e impotencia Enrique Shaw y el cura Brochero.
¡Cuánto necesitamos, en los momentos de dificultades, encontrar en nuestra vida y en la de las empresas esta luz que brilla en la oscuridad! “El desafío consiste en mirar tan hondo como sea posible, para descubrir que esa oscuridad es todo lo que necesitamos y encontrar en ella lo que estamos buscando. Si escuchamos el canto con extrema atención, oiremos una oscuridad vuelta sonido, una oscuridad que brilla(5).”
¡Cuántas veces una crisis personal, empresaria o un doloroso despido laboral nos llevan a encontrar luces que de otra forma no habríamos podido percibir!
Me pregunto ¿cuáles son las tinieblas que más me frecuentan en mi vida y que me dificultan ver la luz?
¿En qué circunstancias la oscuridad me ha paralizado y me ha dejado sin respuestas? ¿Qué podría hacer para encontrar nueva luz en mis tinieblas?
Quizás debamos nutrirnos y meditar las palabras de Jesús, cuando nos señala que “El reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo(6).”
¿Será que aún no descubrí la semilla de Dios actuando en mi oscuridad?
¿Será que mi débil confianza en Dios no se atreve a enterrar la semilla en tierra?
¿Será que mi “homo faber” que quiere hacerlo todo, no deja suficiente espacio para que germine la vida?
La actitud de Enrique Shaw y el cura Brochero son un vivo ejemplo de que el reino de Dios es posible encontrarlo en la oscuridad de las tinieblas.
Es el reino latente en el fracaso, en la vida que surge de la derrota y la muerte, sanando y cicatrizando el dolor padecido, revitalizando la parálisis del sufrimiento.
Es el reino de Dios que, en su misterio insondable paradójicamente nos va llevando a la luz de la resurrección.
- Ambrosio Romero. Carranza “Enrique Shaw y sus circunstancias”. Ed. ACDE (2009), pág. 216
- Olivera Santiago,” Palabras para el camino”. Ed. Talita Kum Ediciones (2022), carta al obispo Martín Yáñez, 28 de octubre de 1913.
- SJ, 1,5
- David Steindl-Rast, “La música del silencio”. Ed. El Hilo Dariadna (2014), pág. 42.
- Ídem
- San Marcos, 4, 26
Realmente doy gracias por haber tenido la oportunidad de leer esta reflexión que me permite darme cuenta de varios aspectos y aplicarlos a mi ida diaria, el testimonio de vida del Cura Brochero y de Enrique Shaw son muy enriquecedores
Gracias
Gracias Carlor por tu Luz, por iluminar nuestro Camino con la profundidad de tus palabras. Sos un Gran ejemplo para nuestra familia.
Muy buen articulo, muchas gracias. Lo comparto en mis grupos de WhatsApp.
Excelente mensaje, Dios esta aqui !, muchas gracias por el testimonio de vida.