La ética del cuidado (care ethics, en inglés) tiene sus orígenes en los movimientos ideológicos y políticos feministas de hace casi medio siglo, pero adquirió progresivamente una proyección más amplia, para recoger los problemas derivados de la necesidad de cuidado de las personas, que a menudo seguía siendo la tarea de las mujeres en la familia. Y en esa ampliación de puntos de vista, entra también la proyección de la ética del cuidado en la empresa, porque la ética del cuidado llama la atención sobre las relaciones, responsabilidades y experiencias derivadas de los contextos culturales, históricos y psicológicos en que aparecen los problemas.
La ética del cuidado valora especialmente las relaciones de interdependencia y cuidado que conectan a unas personas con otras. Llama la atención sobre los problemas derivados de la vulnerabilidad de las personas, primero de los que necesitan cuidado, pero también de los cuidadores, en el marco de las relaciones que se producen -y, por tanto, no hay por qué excluir a las empresas como marco de esas relaciones.
La ética del cuidado mira a los agentes como inmersos en redes de conexión y concibe el cuidado como un ejercicio de la responsabilidad y de las virtudes que pueden fortalecer esas relaciones y hacer florecer a las personas que participan en ellas. Esas relaciones se observan siempre desde cerca, como experiencias vividas, no como razonamientos abstractos: las emociones juegan un papel importante en la ética del cuidado, también en la empresa.
*Publicado originariamente en Economía, Ética y RSE Blog Network de IESE Business School, Universidad de Navarra.