En primera persona

Ya no hablo de valores

Montaña, equipo, ganadores, trabajo, esfuerzo
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Hay palabras que de tanto cortarlas pierden el filo y solo queda arena donde estaba la piedra de amolar.

Hay palabras que de tanto navegarlas ya no hacen pie y solo queda un salvavidas de plomo al borde de la pileta.

Hay palabras que de tanto cargarlas ya no suenan, ni graves ni aflautadas; se hablan amortiguadas por el barbijo social.

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¿Qué significa ser una persona con valores? Nada, no significa nada. Busquemos otra palabra, otra idea, por favor te lo pido. Yo la estoy buscando -si llego, te cuento.

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Para algunos, ser una persona con valores es andar con el mate bajo el brazo y decirle buen día al portero

Para algunos, ser una persona con valores es ser antiperonista.

Para algunos, ser una persona con valores es invertir en el NASDAQ y en Mercado Libre

Para algunos, ser una persona con valores es ser profesor de ética

Para algunos, ser una persona con valores es vestir con austeridad inglesa y no tener panza.

Para algunos, ser una persona con valores es participar en actividades solidarias o participar de una marcha en defensa de algún derecho.

Para algunos, ser una persona con valores es citar autores de izquierda y echarle al capitalismo la culpa de todo.

Para algunos, ser una persona con valores es jugar cierto deporte y predicar sus bondades salvíficas.

Para algunos, ser una persona con valores es denunciar las manipulaciones a las que estamos sometidos por la nube de datos y las vacunas.

Para algunos, ser una persona con valores es ser vegano o llorar tristeza por el bosque en llamas.

¿Y para otros? ¿qué significa?

Para casi todos, ser una persona con valores consiste principalmente en su ideal de yo -en el que el otro está incluido de alguna forma más o menos visible.

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Recuerdo cuando era chica y leía y miraba pasajes de La Odisea de Homero ilustrados en la Enciclopedia Lo Sé Todo que había comprado mi papá a un hombre que la vendía a domicilio y en cuotas. Me parecía un mal cuento llevado al cine por el aceitoso Kirk Douglas que veíamos cada tanto y otra vez, en la TV en blanco y negro. Pero cuando cursé Griego I en la Facultad, descubrí que en realidad era un canto transmitido de generación en generación, con rima y métrica y que quizás Homero no había existido o era el que había recopilado las coplas que se cantaban popularmente desde tiempos inmemoriales. Pude ver lo valioso de La Odisea gracias a que me enseñaron a apreciarlo.

En la primaria, en la clase de música, la profesora ponía el Wincofon arriba del escritorio y hacía sonar el vinilo de Pedro y el Lobo de Prokofiev  y nos decía ¿escuchan las trompas? ¿escuchan al lobo?  Pude distinguir el sonido de ese instrumento por sobre los otros, enterarme de que existía y que podía representar el peligro por cómo sonaba.

Cuando caminábamos juntas, mi madre solía hacerme observar las puertas: mirá ese trabajo en las rejas, mirá la chapa de bronce, la altura y el vidrio esmerilado -no es para esa puerta- mirá los picaportes y la pintura verde inglés descascarada, debió ser mejor pintura negra.

Lo valioso se dice de muchas maneras. Hay algo valioso en una obra literaria, musical o de herrería, en el dinero, en la fe, en la buena vida que vivió alguien, en la justicia, en el heroísmo de una persona concreta, en un viaje, en la ciencia, en el trabajo, en una nueva tecnología. Lo valioso necesita ser mostrado, destacado con sus aciertos y bemoles. Lo valioso necesita ser distinguido entre otras cosas para ser apreciado. La valioso necesita ser reconocido para poder elegirlo. Lo valioso necesita ser explicado o señalado para que el distraído, el apurado, el novato o el disperso focalicen su atención. Este proceso, que podemos llamar educación, consiste en mostrar al otro lo valioso en concreto y asegurarse de que le preste atención, lo observe, lo escuche, lo contemple por un buen rato.

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Los valores no definen quién sos y lo digo por varios motivos.

En primer lugar, porque todos tenemos valores, también los que están del otro lado de tu grieta. Somos seres interpretativos que asignamos un significado a casi todo lo que nos rodea. Y, más allá de las cualidades objetivas de cada “cosa valiosa”, cada uno le atribuye una medida de valor en su vida.

En segundo lugar, porque lo que sí nos define es en qué lugar de la escala ponemos esos valores o cuánto pesan a la hora de decidir. Por ejemplo, el dinero o el trabajo son valores, sin dudas, pero la cuestión es en qué nivel de prioridad están o cuánto espacio ocupan en la torta de la vida. Si rápidamente, estimado lector, pensaste en que lo más importante es la familia, recuerda siempre que también lo es para Tony Soprano.

En tercer lugar, porque tu identidad -no tu imagen-  también se define según el paraguas de significado bajo el que elegís lo que elegis. Elijo para salvar mi alma del infierno, elijo por amor, elijo por placer, elijo porque me hace más auténtica, elijo por deber, elijo por que los otros eligen eso, elijo para que me vean. ¿Elijo?

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Te digo esto que quizás no te guste. “Valores” me huele a lavanda seca mezclada con Blem, algo de naftalina y el Heno de Pravia de cuando vinimos de España.

Prefiero hablar, pensar y reflexionar sobre los motivos, la voluntad, sobre el deseo, la libertad, sobre lo que nos mueve y lo que movemos -y hacia dónde.

Sobre el autor

María Marta Preziosa

Dra. en Filosofía por la Universidad de Navarra. Master in Business Administration por IDEA. Investigadora, Facultad de Ciencias Económicas, UCA. Docente en diversas universidades de la región. Consultora. Temas que suele tratar: management, ética, compliance, cultura organizacional entre otros.

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2 comentarios

  • querida colega como diría el genial Wittgenstein, la filosofía sirve como cura los chichones que nos hacemos cuando usamos erróneamente el lenguaje. En ese camino, creo que nos identifica como seres racionales y sensible, no aquello que dogmática o ambiguamente se designa como «los valores» como bien apuntas, sino lo que cada uno de nosotros considera valioso y que de alguna manera, constituye la esencia de cada uno. Creo que, con otras palabras, estamos diciendo lo mismo, no?

    • Gracias por comentar Eduardo!
      Estoy convencida de que hay que mostrar y dar razones de lo que uno valora para que lo subjetivo sea un punto de partida, y no de llegada.