La ética es un atributo que disminuye el riesgo, por lo tanto hacer negocios en un entorno ético es mejor negocio.
La conducta dirigencial implica un contexto o una situación en que individuos o grupos toman decisiones para alcanzar alguna meta o fin. El marco ético debe incluir por lo menos tres niveles de análisis: el individual, el organizacional y el sistémico. Por otro lado, hoy en día existen tres grandes áreas de conflictividad ética económica: la preservación del medio ambiente, la relación entre ética y tecnología, y la equidad de las relaciones entre todas las personas. Podría agregarse una cuarta preocupación que es el destino de los activos financieros.
Los procesos de reflexión ética ayudan más a las organizaciones que los códigos solos. Estos últimos son necesarios para transmitir a la comunidad los valores con los que la organización piensa lograr sus objetivos. La organización debe responder a la necesidad de legitimación como institución dentro del “imaginario social”. Un país debe responder a la legitimación del “imaginario global”. Un país necesita de una serie de condiciones para asegurar su propia existencia. Para ello la cuestión no es actuar ni inmoralmente ni anti-económicamente, porque más allá de la obligación moral, un país se desarrolla en base a su capital económico y su capital humano. Las decisiones de los dirigentes nunca son privadas, pues afectan a terceras personas. Es necesario, por lo tanto, una dirección de consenso, una Estrategia de País consensuada. Una ética de conjunto, abarcativa, con tres enfoques: de intención, de los principios y de las consecuencias.
Un país siempre será responsable causal de sus decisiones, pero la responsabilidad moral, llamada “responsabilidad social”, sólo le será atribuible si cuenta con las siguientes cuatro capacidades: libertad de acción (decisión propia), anticipación (prever consecuencias), reflexión, (valores), afectación (hacer y dejar de hacer).
Por otro lado, se fue incorporando en las relaciones internacionales un sentido “darwiniano” de competencia que se exacerba con la globalización. A raíz de este super desarrollo industrial comienza a surgir en los ´80 la idea de la responsabilidad por el futuro, de las condiciones ambientales y sociales que se estaban transformando. Las organizaciones y los países deben comunicarse con la sociedad global toda a través de sus decisiones de marketing, buscando la confianza de la sociedad.
Conclusión
Volvamos a la pregunta: ¿Cuál es el espíritu que guía al dirigente? ¿Evitar el mal? O ¿perseguir el bien?.
A pesar que siempre se ha pensado que el modelo de normas contables estadounidense era el mejor, o que los autos alemanes eran lo mejor, en ambos casos hemos sido testigos de escándalos éticos, el principal problema que surge de estos no tiene que ver con los principios mismos del sistema, sino con quienes están dispuestos a distorsionar la información, ya que en algunos casos se les ha permitido seguir la letra de la ley, pero violar su espíritu.
Lo que hoy ocurre con los casos de corrupción de los funcionarios públicos y autoridades electas en Argentina y en Latinoamérica, se vuelve en contra para las inversiones que actúan en dichos países y regiones.
La corrupción genera desconfianza. Desde el utilitarismo, en un país u organización se incurre en costos originados en la desconfianza. Cuando la probabilidad de encontrarnos con maniobras deshonestas, o simplemente cuando el incumplimiento de las normas es habitual, es cuando más se invierte en controles. Auditamos los estados contables ante la posibilidad de que pudieran ser falseados, establecemos controles cruzados para prevenir corruptelas, exigimos certificación de calidad pero igual inspeccionamos lo que compramos ante el riesgo de que el material entregado no cumpla con lo especificado, llenamos de cláusulas los contratos con el propósito de evitar interpretaciones maliciosas, etc., etc. Es decir generamos un sinnúmero de actividades y esfuerzos empleando recursos en algo que no agrega valor. En un país corrupto, cada control se torna una “caja registradora” a tales efectos. Así, es casi imposible crecer mediante la exportación o la inversión.
Todos estos gastos podrían ser evitados si la tentación de abusar de la confianza del otro pudiera ser superada.
Los japoneses demostraron la conveniencia de trabajar haciendo las cosas bien desde un principio, de lograr que la misma persona que hace el trabajo sea quien lo controla, de evitar la duplicación de esfuerzos, apelando a la confianza mutua.
Nuestra visión sobre los códigos de ética es justamente que deben ser la base de sustento de la estrategia de país, promoviendo el consenso, ofreciendo un futuro.
El cambio de una sociedad individualista centrada en el “sálvese quien pueda”, a otra en que la conducta prevaleciente derive de entender que “juntos tenemos más posibilidades” implica un esfuerzo que se debe medir en el tiempo y cuyos resultados se verán a través de las generaciones futuras. Nada puede hacerse sin predicar con el ejemplo. Los dirigentes deben comprometerse en forma individual y asociativamente para modificar el clima de los negocios, las relaciones, las estructuras de control, y así ir generando la masa crítica indispensable para poner en marcha un proceso de generación de valores para toda nuestra sociedad. Si por el contrario dejamos que prevalezca la ley de la jungla, en lugar de dedicar nuestro tiempo a producir, perderemos parte del mismo en protegernos de los otros.
Para finalizar, este trabajo pretende invitar al lector a dialogar y a reflexionar acerca de los valores y conductas, como un modo de vida, un proceso de estandarización ético, y al final, una ventaja comparativa Ética.
Asumamos este compromiso y evitemos otro “default Ético”.
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