Cuando arrancamos con Officenet confiábamos en el sentido común de quienes trabajaban con nosotros. Quizás por eso pensamos cuáles serían nuestros Valores, pero no detallamos las Reglas. En la mayoría de los casos funcionó. Nos conocíamos, trabajábamos mucho juntos, hablábamos de la vida. Eso construyó mucha confianza. Uno de nuestros valores era “Puertas Abiertas” y, efectivamente, las dejábamos abiertas. Vivíamos nuestros valores sin colgarlos en la pared.
Jóvenes idealistas con menos de 30 años liderábamos la empresa, que crecía y con ella todos los empleados. Hubo muchos vendedores u operarios que llegaron a supervisor o gerente, mostrando capacidad y esfuerzo (Meritocracia estuvo entre nuestros valores desde el inicio). A los pocos meses, al no poder conseguir gente rápidamente, comenzamos a pedir a los empleados que recomendaran conocidos. Convertimos la empresa por un par de años en un club en donde todos eran primos. Pero todos contentos. O al menos, eso parecía.
Empieza a fallar
¡Nunca recibí ese producto, ni siquiera lo pedí! Insistió un día un cliente mientras se negaba a pagar una factura de Officenet.
Buscamos la documentación y corroboramos la firma: era la de otra persona. El domicilio, otro también. Dos o tres casos nos hicieron pensar un poco y encontramos el factor común: Franco siempre era el vendedor.
Después de investigar descubrimos que el domicilio, el mismo en todos los casos, era el de la novia. Un amor, le mandaba productos de librería de regalo, que nadie iba a pagar. Destrozaba nuestro primer valor, Ética/Decir la Verdad. Y un poco nuestra ingenuidad.
Echamos a Franco y creamos reglas y controles nuevos. Uno de ellos era que, cuando un cliente informaba un cambio de domicilio, nos enviara por fax el contrato de alquiler o similar (paradoja: nuestro slogan era “Simplifica tu vida en el trabajo”). Así, por alguien que quebró un Valor (Ética), creamos reglas que rompían otro Valor (Simplicidad) y pasamos a castigar al 99% de los clientes y vendedores con procesos extravagantes para nuestra tranquilidad financiera.
Las Reglas castigan al 99% por culpa del 1%
Todos sabemos cómo robar en la empresa; si no lo hacemos no es por el Código de Ética, las reglas Sarbanes Oxley, la Foreign Corrupt Practices Act, los Valores colgados en la pared o el proyecto de ley que se discute en el Congreso argentino actualmente. No robamos porque está mal, sea porque fuimos educados así y lo sostenemos o porque la cultura en la empresa no lo considera aceptable.
Las máximas pegadas en la pared son sólo intentos de crear Valores.
Algunas preguntas para pensar los Valores de la empresa
Sería paradójico que, luego de criticar las Reglas, me atreviera a hacer una lista de “Reglas para que tus Valores funcionen”. Prefiero, entonces, ensayar una lista de preguntas que hago a las organizaciones cuando me piden ayuda para mejorar la Cultura:
● ¿En los procesos de selección, se detectan los valores de los candidatos?
● ¿Se diversifican las fuentes de candidatos para trabajar en la empresa?
● ¿La gente de Compras y Pagos gana bien?
● ¿Las reuniones empiezan en horario?
● ¿Piden a la recepcionista que mienta? (“Ruben no se encuentra”)
● ¿Cuánto más de comisiones puede ganar un vendedor si tiene un mes genial?
● ¿Cómo se siente un empleado cuando es llamado a hablar con “la policía” (RRHH, un gerente, alguien de “Ética”)?
● ¿Cómo reacciona la compañía ante un error? ¿Busca al culpable o lo corrige en equipo?
● ¿Por qué motivos se despide gente? ¿Qué conductas se toleran y cuáles no?
Los Valores se viven en una organización, desde la punta de la pirámide hasta abajo de todo, y desde los anuncios de búsqueda de empleados y carteles en las paredes hasta las desvinculaciones. De hecho, sobre todo en esos cuatro extremos.
Me gustó el cuestionario, sin duda tiene mayor impacto que la receta. Agregaría una pregunta más. Si sus empleados se enteran de que alguien está robando, lo denuncian?