Hace unos días veía la cara de satisfacción de mi sobrinita Amapola de 2 años cuando armaba un rompecabezas de animalitos y observándola en silencio pensaba: cómo toman importancia las cosas cuando las vemos en su totalidad y no en sus partes separadas.
Quizás por mi formación de Ingeniera en Sistemas, rápidamente comencé a ver los beneficios del enfoque sistémico. Peter Senge, en su libro La Quinta Disciplina, define al pensamiento sistémico como una disciplina para ver totalidades. Es un marco para ver interrelaciones en vez de cosas, para ver patrones de cambio en vez de “instantáneas” estáticas.
En estos días donde estamos sumergidos en una cantidad de información que nos es complicado manejar, donde la sociedad está sumida de problemas globales, donde las organizaciones tienen grandes desafíos para sobrevivir en mercados cada vez más competitivos es muy conveniente tener un pensamiento sistémico. Con este enfoque podemos ver las “estructuras” que subyacen a las situaciones complejas, y poder entenderlas de una manera más sencilla.
La naturaleza del pensamiento sistémico radica en un cambio de enfoque:
- Ver las interrelaciones en vez de las sucesiones lineales de causa – efecto;
- Ver procesos en lugar de elementos individuales.
La práctica del pensamiento sistémico comienza con la comprensión de un concepto simple llamado feedback o “retroalimentación”, que muestra cómo los actos pueden reforzarse o equilibrarse entre sí.
Se trata de aprender a reconocer tipos de “estructuras” recurrentes. Agudizar la mirada para reconocer patrones genéricos que se repiten en distintas situaciones.
El pensamiento sistémico ofrece un rico lenguaje para describir una vasta gama de interrelaciones y patrones de cambio. Ese lenguaje comienza por la reestructuración de nuestro pensamiento.
Peter Senge denomina al pensamiento sistémico la quinta disciplina porque es la piedra angular de las cinco disciplinas de aprendizajes expuestas en su libro del mismo nombre. Todas esas disciplinas se relacionan con un cambio de enfoque: ver totalidades en vez de partes.
Cambiar de enfoque simplifica la vida porque ayuda a ver los patrones más profundos que subyacen a los acontecimientos y los detalles.
Senge cita a investigaciones hechas con niños que han demostrado que muchos de ellos aprenden el pensamiento sistémico con notable rapidez. Parece que tenemos aptitudes latentes como pensadores sistémicos, que no están desarrolladas, e incluso están reprimidas por una educación formal en el pensamiento lineal.
Si ya venimos con este pensamiento incorporado, que está presente en todo lo que nos rodea, en la naturaleza, en el cuerpo humano, en la vida misma ¿Por qué dejamos que la educación formal, los avatares de lo cotidiano, la necesidad de ver la complejidad de los detalles, nos nuble esta visión?
Desarrollar la teoría de este tipo de pensamiento lleva más tiempo y dedicación, el objetivo de esta nota es invitarte a ver otro mundo, a comenzar a ver con otros ojos, a re descubrir la vida como un sistema, un proceso que tiene un objetivo y que sus elementos interactúan para lograrlo, recibiendo datos, energía o materia para producir salidas de acuerdo al proceso. Todo es un sistema, hasta las relaciones humanas, una persona sola no logra nada, necesita relacionarse con otros, interactuar, “procesar”, recibir retroalimentacion y generar resultados.
En la próxima juntada familiar, armaré con Amapola un rompecabezas, convencida de que ver el todo es mejor que ver las partes.