Con la llegada de la pandemia COVID 19, nos encontramos ante la necesidad de transformar nuestra vida real en una enteramente virtual. Empresas, organismos, fundaciones, dependencias estatales y todo tipo de organización ha mutado a esta nueva realidad. Si bien esto ha sido una gran oportunidad que les ha demostrado a los dirigentes en general que hay determinados trabajos que pueden ser realizados de manera remota, también nos muestra limitantes y desafíos de cara al mundo que se viene.
Las sensaciones son varias. Para muchos, el trabajo remoto tuvo un fuerte impacto negativo en la su productividad. Para otros, esto ha ido en perjuicio de la comunicación entre colegas y la carga laboral es la misma o es inferior. Lo cierto es que muchos también perciben que les cuesta conciliar la vida privada con la laboral en tiempos de pandemia. Si bien los beneficios de ahorro de tiempos, viajes y reuniones, entre otros, son claros, también el teletrabajo conlleva mucha soledad y stress. Al momento de volver a la “normalidad”, estas también serán cuestiones a resolver como consecuencia del aislamiento y ahí entraremos nuevamente en otro proceso.
Lo cierto es que la consultora Adecco realizo un relevamiento analizando este tipo de cuestiones y son estos datos los más recientes que tenemos. Del mismo se desprende que el 42% dice dedicarle más horas al trabajo desde su casa que desde la oficina. Mientras que un 40% dice cumplir exactamente las mismas horas. Y tan sólo el 18% admite relajarse y trabajar menos horas desde su casa. Asimismo, 6 de cada 10 sostuvieron que trabajan más relajados desde su casa que en la oficina. Para el 28% es lo mismo y para un 11% trabajar desde el hogar le resulta un fuente de stress adicional.
Al margen de ello, por su parte, la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) aseveró, en los últimos días, que «no puede haber un Estado presente con trabajadores ausentes” y es su pronunciamiento tomaron posición frente al tema, calificando de “inadmisible” al teletrabajo en condiciones normales y que torna “invisible” a la relación laboral. Para dicho organismo, en su misiva, se produce «una disminución o debilitamiento del colectivo laboral; desaparece la solidaridad y militancia; hay falta de apoyo de los tele trabajadores a las huelgas; posible pérdida de afiliados al pasar a la figura de autónomos; más explotación del empleador y lugares precarizados e inestables».
Si el teletrabajo se sostiene a través del tiempo, desde mi punto de vista, habrá que mitigar algunas cuestiones. Dado que para la mayoría, trabajar de manera remota es algo nuevo, habrá que desarrollar las habilidades y capacidades laborales que se necesitan al trabajar desde casa de manera regular. El aislamiento no siempre es algo fácil con lo que lidiar. La pandemia trajo cambios profundos como mayor demanda de los empleados, una menor resistencia por parte de los puestos jerárquicos y disminución de costos.
Mientras continuemos en un escenario digital, asimismo, seguramente seguiremos experimentando distintas formas de mala comunicación. No creo que la solución pueda venir de la mano de nuevas tecnologías. Mi visión es que el desafío está en comprender las nuevas reglas de compromiso y en la construcción de un conjunto de habilidades de comunicación que reflejen las demandas reales (actuales y futuras).
La pandemia está resaltando aún más la importancia de concretar la transformación digital, a favor de la administración pública y las empresas. Todo tipo de organizaciones tuvieron que rever sus procesos tradicionales en un tiempo acotado para gestionar los efectos en sus operaciones y, en consecuencia, en toda su cadena de valor. Esto ha sido y viene siendo un ejercicio de prueba acelerado a una escala impensable.