Hace pocos días compartí un mensaje sobre la esperanza insolente con ustedes.
Y me pregunté. El mensaje nos hacía pensar que solo por arte de magia la esperanza no se concretaría, se necesitaba una actitud proactiva de parte nuestra en función del logro de los objetivos que queremos lograr. Pensé que, sin este esfuerzo, nada lograría en función de los distintos roles que desempeño como profesor y empresario.
Y pensé. ¿Dónde debía enfocar mis esfuerzos?
Y me contesté. En mi caso, una de mis preocupaciones principales como empresario, es lo que nos va a dejar para el futuro todo lo que estamos viviendo.
Y me dije. Que el inédito desempleo que alcanzaremos entre otras cosas, va a ser de un nivel que nunca llegó la Argentina… ¡y miren que pasamos muchas crisis!
La Fundación Observatorio Pymes, en un informe de fines de mayo pasado, señalaba que, un 15% de las 1.700 pequeñas y medianas empresas consultadas seguían sin operar y continuarían así en un futuro próximo. Además, debemos considerar que, si no fuera por el programa ATP en el que el Estado se hace cargo de un porcentaje del salario, estas cifras serían mucho mayores. También debemos agregar que la informalidad es altísima en nuestro país, teniendo una incidencia en la totalidad del salario por lo cual, no nos engañemos: esto tiene patas cortas.
Esta realidad nos va a llevar a un debate, para lo cual nos debemos preparar para no caer en reavivar viejas heridas, y tomar conciencia de la necesidad de conciliar y no confrontar, buscando soluciones con actitudes maduras y en forma serena por la envergadura del tema y, ni que hablar, desde el punto de vista social y de nuestros sentimientos cristianos y el de todos los amigos de las distintas creencias con quienes estamos unidos ecuménicamente.
Muchos especialistas del campo de la sociología y de la economía, coinciden en que la Argentina está experimentando un movimiento social subterráneo, que es muy difícil de ocultar. Algo que es mucho más complejo y no nos va a predecir cómo se va a expresar, sobre todo teniendo en cuenta que, a través de décadas, como mencionamos anteriormente, fuimos atravesando muchas crisis, pero nunca desde que existen las redes sociales, un tema no menor para considerarlo.
Qué imagino. La pandemia del COVID-19 dejara fuertes secuelas en un contexto internacional inédito con dos grandes rasgos distintivos:
Primero, nos dejara una recesión comparable con la que dejo la Segunda Guerra Mundial, además estamos en un cambio de era con tremendos cambios en las comunicaciones, en las tecnologías y en las metodologías de la producción, también, debemos agregar los significativos cambios en el consumo con gran aceleración en los procesos de automatización y digitalización de las economías y, en el caso de la Argentina, esta crisis agrava los problemas existentes. Ni hablar, del desempleo.
El tema será probablemente politizado por distintos actores, que aparecerán y buscaran que el Estado se transforme en el protector supremo de los valores de la sociedad, en desmedro de nuestras responsabilidades personales en el medio donde actuamos, porque no es solo dar plata al empleado como limosna, sino trabajo digno.
Muchos dirán que el problema de la desocupación es consecuencia del modelo económico pasado, sin tener en cuenta sus responsabilidades actuales y de la inmediata necesidad de la presentación de algún plan alternativo, y esto, también debería llevar a las organizaciones sindicales, a la necesidad de no hablar de una reforma de las leyes laborales como una pérdida de los derechos de los trabajadores, sino de una modernización laboral con el enriquecimiento de la calidad de vida laboral y la productividad.
No podemos continuar con una legislación laboral de más de 30 años atrás, probablemente valiosa en ese momento pero que en la actualidad, no trasforma al operario en protagonista de su trabajo y lo obliga a dejar su cabeza pensante en el perchero del vestuario de la fábrica, que mucho puede aportar más si se lo capacita en forma ordenada y constante, a través de técnicas fáciles de entender cómo se ha concretado en muchas fábricas desde hace años, a través de acuerdos tripartitos, Estado, empresarios y sindicalistas que actualmente perduran con éxito, lo que nos muestra que si se quiere se puede, en forma ordenada, evitando como dije dejar la cabeza del operario colgada en el vestuario sin promover su desarrollo continuo, sometiéndolo al despido cuando se producen cambios tecnológicos en la producción.
Asimismo, las distintas instituciones empresarias a través de sus cámaras que representan, deberían ir buscando consenso y presentando propuestas, que no solo sean en dirección a defender solo sus intereses, sino que nos permitan ser competitivos en un nuevo mercado global y que contemplen medidas de defensa del empleo digno, que vaya más allá de la preocupación por el problema de la desocupación, como así también la parte sindical, en todo lo que hace a la productividad y enriquecimiento de la calidad de vida laboral.
Sin la construcción de consensos entre las instituciones para el desarrollo, a través de mesas sectoriales de dialogo económico-social como lo está reclamando ACDE y también la UIA, en el documento donde presenta un plan con cinco propuestas para sostener al sector privado y reconstruir la economía del país.
Pensemos: siete millones de niños están sumidos en estado de pobreza y muchos son hijos de los que ya perdieron su trabajo.
Esto nos urge. Pero estamos a tiempo, nunca más nuestro país puede verse sometido a aquellos que intenten impulsar la aplicación de viejas recetas del pasado, que nos llevaron a los peores estancamientos, con grandes costos sociales y a procesos inflacionarios y de default inolvidables.
La dirigencia en general, en nuestros distintos ámbitos, debería analizar este futuro que ya está, y ofrecer a la población un diagnostico realista del futuro que tenemos que afrontar, y será así, como la confianza ganará terreno sobre el temor, el escepticismo y el desasosiego.
Ya debemos dilucidar las causas de este problema, y orientar las soluciones para recorrer este camino, como se hizo en el 2001 a través de un gran acuerdo económico-social.
¿Por qué nosotros, los empresarios? Nosotros los empresarios tenemos mucho que decir y mucho por hacer. Contamos con nuestros conocimientos profesionales y experiencias, que debemos ponerlas generosamente al servicio de la sociedad.
Si en lo inmediato pensamos que no podemos avanzar sin la reforma de las leyes laborales, les digo,
Si, podemos. No en todo como quisiéramos, pero hoy en lo inmediato contamos con los convenios colectivos de trabajo, que vienen siendo el medio en donde se fijan los aspectos y temáticas, que interesan a los trabajadores y a los empresarios, en donde se establecen los compromisos con la productividad y calidad de vida laboral, la política de ingreso, la metodología para solucionar los conflictos y la visión y valores de la empresa.
La convención colectiva para que sea efectiva y participativa, debe alentar con una prudente centralización que fije pautas directivas, la ampliación de acuerdos con las comisiones internas de las distintas fábricas, en función de las características particulares de estas, principalmente en lo que hace a las pequeñas y medianas empresas.
Con respecto a los sindicatos. Debemos tener en cuenta que estos existen y seguirán existiendo. Como empresario cristiano, lo creo necesario y la enseñanza social de la Iglesia los reconoce como algo natural y no como una concesión del Estado a la asociación sindical, así también la encíclica de León XIII (Renum Novarum) destaca el derecho del hombre a formar asociaciones.
Las encíclicas reconocen la legitimidad de los trabajadores por conseguir el pleno respeto de su dignidad y espacios ordenados, por una mayor participación de los trabajadores, en los temas de productividad, calidad de vida laboral, y acuerdos salariales, no por imposición del estado sino por negociaciones consensuadas de acuerdos a las leyes vigentes, inspiradas en el concepto ganar –ganar, buscando el bien común.
A largo de los años, la mayoría sindical ha adherido a las enseñanzas de la Iglesia, tratando de llegar a acuerdos y tratando de proteger dichos acuerdos frente a ideólogos extremos, por lo cual creo que todo esto es posible y sin lugar a duda mejorable, tanto ellos como nosotros debemos hacer autocrítica, lo que nos está pasando no es por casualidad.
Finalmente, quiero resaltar algunas reflexiones. La palabra y el acuerdo, nos deben servir también para resaltar el valor de la esperanza, cuya palabra la recordamos al principio de nuestro texto, una virtud fundamental que ninguna situación por más dura y difícil que sea podemos abandonar. Para lo cual, debemos tener en cuenta que no hay ninguna contradicción entre la eficiencia económica y la virtud de la solidaridad social, más diría, que son complementarias, ya que en nuestras tareas cotidianas en nuestras empresas, la búsqueda permanente de la eficiencia, nos permite a través de la creación de riqueza la inversión para el mantenimiento y reposición de nuestras maquinarias, y la incorporación de nuevas estructuras tecnológicas que nos hace posible la capacitación permanente de nuestro personal, teniendo en cuenta que lo que sabemos hoy no sirve para mañana, única forma de poder ser competitivos en este mercado globalizado. Lo contrario es nuestra muerte lenta, no olvidemos el cuento de la gallina de los huevos de oro.
Y, por último. En el momento de despedirme me vino a la mente actualizar una pregunta de nuestro Señor Jesucristo sobre la realidad de hoy: “Estaba hambriento y me diste de comer, estaba sediento y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste”. También podríamos agregar: “Y estaba sin trabajo, ¿y qué hiciste…?”
Abrazo grande para todos.