Hace unos años fui sometido a un riguroso proceso de selección para el área comercial de un organismo de Salud de EE.UU. Una de las varias etapas me llamó la atención en aquel entonces y hoy me detengo a reflotar, reflexionar y compartir mis notas con ustedes.
La actividad consistía en elaborar un ensayo (para mí más que ensayo, terminó siendo prácticamente la elaboración de un paper), relacionado al comportamiento y toma de decisiones éticas y morales tanto en el entorno laboral como en la vida personal.
Uno de los aspectos que señalaba la consigna era: “…Nuestra máxima prioridad cuando buscamos nuevos miembros del equipo, es que cuenten con una buena actitud, predisposición, y en especial una excelente personalidad. No es solo lo que hacemos lo que importa, sino también cómo lo hacemos. La buena actitud y personalidad son importantes en sí mismas, pero también extremadamente importantes hacia afuera, porque ayuda con cosas como la confianza en el lugar de trabajo, la independencia saludable de los miembros de un equipo, las asociaciones sólidas con otras entidades y la gestión adecuada de los crecientes niveles de responsabilidad. La toma de decisiones, desde el punto de vista ético y moral son fundamentales como marco para éste comportamiento y desempeño…”.
No me voy a detener en la descripción de cómo desarrollé en aquella oportunidad el proceso de toma de decisiones que aplico en mi vida profesional y personal. Si bien hay vasta bibliografía y materias universitarias que al menos en mi caso, he dedicado en mi carrera a estudiar sobre lineamientos generales de toma de decisiones, es un asunto que en términos particulares es sencillamente eso, es decir, propio a cada uno de nosotros.
A menudo, en nuestra vida profesional y privada, tenemos presente que una decisión es una respuesta a una situación e implica juicio, expectativa, examen y resultados en consecuencia. Las influencias racionales, psicológicas, descriptivas, intuitivas y, por último, pero no menos importantes, culturales, en fin, el marco de referencia, determinan nuestras acciones y los resultados que generan.
Concretamente focalizando en los valores, creencias y comportamiento desde un punto de vista ético y moral, es donde el bagaje cultural, juega aún más un papel clave, ya que éstas nos determinan a nosotros mismos y a las preferencias individuales que influyen en las formas de pensamiento, comportamiento y accionar.
La cultura de las personas tiene una fuerte influencia en el estilo de decisión, la preferencia y la actitud que vemos y consideramos seriamente. Intentamos dar una definición de valores, ética y moral desde una perspectiva multicultural y una mente abierta (y como fieles, está enmarcada por nuestra Fe Cristiana).
Es decir, más allá de tener en cuenta qué acciones están prohibidas – requeridas de acuerdo con la ética profesional, la orientación práctica y por las reglas que se precisan en el contexto de un trabajo específico, nuestro marco educativo, Fe Cristiana y antecedentes familiares, tienen una influencia obvia en la toma de decisiones éticas y morales dentro de nuestro círculo íntimo también.
De acuerdo con los puntos anteriores, llegar a una decisión sobre un tema ético o profesional puede exigir coraje y compromiso ya que tendremos que dar cuenta de ella y de las acciones realizadas, independientemente de cómo resultó, y deberemos responsabilizarnos respondiendo por las consecuencias personales o profesionales asociadas.
Cualquier diccionario, documento o literatura relacionada con la ética y el comportamiento moral puede definir claramente el comportamiento no ético como cualquier acto que se salga de lo que se considera moralmente correcto o apropiado para una persona, profesión o industria. Por ejemplo:
En una industria:
- No pagarle a un empleado por todas las horas trabajadas.
- Negarse a cumplir con un reclamo de garantía de un artículo defectuoso.
- Verter contaminantes en corrientes de agua sin el tratamiento de limpieza previo
- Sobornar a los ejecutivos de compras o funcionarios públicos, para ganar una licitación, obtener ventas o exclusividad de servicio de los productos de la empresa.
Y/o en nuestras vidas personales:
- Vender una casa y no revelar defectos o deterioros conocidos al comprador
- Tomar crédito por el trabajo que uno no hizo
- Hacer retroceder el cuentakilómetros de un vehículo puesto a la venta
- Hablar mal de un amigo a sus espaldas
Pero a lo que apunto concretamente como interesante para el análisis es el comportamiento poco ético “ordinario” o común, que es generalizado y frecuente: personas que a pesar de tener valores morales y preocuparse por ellos, cometen acciones poco éticas cuando se enfrentan a la oportunidad de hacer trampa.
En un artículo que leí sobre la ética del comportamiento y la psicología moral, las trampas, la mala conducta organizacional y otras formas de comportamiento poco ético son más comunes de lo que pensamos. Casos relevantes los vemos y leemos en las noticias todos los días (ejemplos como caso de los “cuadernos”, los “bolsos de López” u otros tan escandalosos en el mundo empresarial como el de ENRON de hace unos años atrás).
De todos modos, el comportamiento poco ético “ordinario”, es aún más frecuente y común en nuestra experiencia y vida cotidiana, y tanto es así que hasta nos resulta “invisible a los ojos” muchas veces. Ya lo decía el gran Jorge L. Borges “El argentino suele carecer de conciencia moral, pero no intelectual; pasar por un inmoral le importa menos que pasar por un zonzo”. Llevado un poco al extremo, en el sentido que éste comportamiento trasciende a los naturales del País, en mi humilde opinión.
Incluso existen las consideradas buenas personas (con valores morales claros), que se los encuentran haciendo trampa en informes o declaraciones de impuestos, inflando informes de gastos, engañando a relaciones afectivas, etc…
Por lo tanto, existe una brecha entre el comportamiento deshonesto de los individuos y el deseo de mantener una imagen moral positiva de sí mismos. Esto, creo, lo sabemos la gran mayoría, pero muy pocos lo tenemos presente.
Las conclusiones a la que los especialistas en la materia han arribado, es que el comportamiento moral es DINAMICO. Lo que significa que las personas en general no se comportan de manera consistente en diferentes situaciones, incluso cuando valoran la moralidad.
Proyectando, el comportamiento poco ético en una sociedad es principalmente el resultado de las acciones de varios individuos que, aunque quieren ser vistos como personas éticas con altos valores morales, no logran resistir la tentación de actuar de manera deshonesta o reconocer un conflicto moral en juego, al tomar determinadas decisiones.
Como Empresarios Cristianos y en especial a través de ACDE, tenemos una oportunidad única de trabajar en nuestro propio metro cuadrado y contribuir desde ahí a una maduración de la sociedad, como individuos reflexionando y fomentando solidaridad, respeto, ayuda mutua, es decir, erradicando el egoísmo, enmarcado por nuestros valores éticos y morales cristianos al tomar diariamente decisiones en todos los órdenes de nuestras vidas.
¡Ah!, por si se preguntan: no quedé seleccionado en esa búsqueda.
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