¿Cicatrización o rencor? ¿Y si venimos para todos nosotros en lugar de ir por todo?
I – No todo el planeta está afectado de la misma manera. El mundo sufre los efectos de la pandemia sin precedentes. Los países experimentan de maneras disímiles los efectos del caos y la catástrofe. Los gobiernos y sus equipos se abocan a la lucha con lo desconocido. Los matices los brindan la idiosincrasia de las etnias, sus credos, sus comportamientos y tradiciones, la solidez y sobriedad de su estructura política, la obediencia ciudadana ante la normativa, su fortaleza económica y sanitaria previas, así como los estilos de sus liderazgos actuales, son condicionantes (mucho más que la carga viral) de los resultados de la patología colectiva. Daños incalculables presagian futuros sombríos. Las estadísticas alimentan un cuasi campeonato de infectados y de pérdidas de vida entre geografías. Repetidas por doquier e invariablemente alarmantes, las noticias saturan la comunicación minando la capacidad de asombro. Todo es alerta, urgente, y último momento. Lo nimio deviene en terrible. Nada es ajeno al caos. La tóxica espera del transcurrir el encierro desafía la sana emotividad colectiva
II – Argentina, como casi siempre, un caso poco comparable y difícil de entender
La pandemia se suma a la problemática cuasi crónica de la deuda externa, la inflación compañera desde siempre, la pobreza acumulada durante décadas, así como las fisuras de desencuentros rancios y añejos. Hoy a la hora de pasar lista a los 3 poderes, 2 de ellos cantan un presente parcial y muy a regañadientes. La gestión gubernamental de los efectos del virus letal recibe mediciones de opinión que el presidente y su equipo han entregado una esforzada gestión adecuada. Hasta hoy los aciertos prevalecen sobre algunas demoras del inicio. Complejos sentimientos toleran el dilatado encierro con grados de acatamiento más que aceptables. Ahora con 80 días de cuarentena la realidad prohijada por décadas nos explota en la cara: 4.000 bolsones nacionales de pobreza (en sentido amplio de todo tipo de carencias) donde el 45% son bonaerenses, transcurren el proceso sanitario con incrementos exponenciales de infectados. La acumulación por décadas de “gente estockeada” sin servicios esenciales (agua, electricidad, cloacas, etc.) así como la peligrosa tolerancia a la ocupación lisa y llana de predios suburbanos pintan una calamidad que no puede sorprender. Las políticas de inmigración sin control (proceso que bien gestionado sin políticas clientelares de por medio sería un plus para el país) completan el triste cuadro. Brochazos de exaltación y fanatismo colorean los extremismos sin arrepentimiento responsables de casi todas nuestras patologías perdurables. Hoy: “si no les gusta la cuarentena que prueben con la muerte” nos dice un funcionario en crisis verbal de violencia impía. Armonizar la salida en paz demandará arte, sensatez y talentos.
III – Sin espacios para alterar aún más la patria confusa: sólo contrición y piedad cicatrizan.
Las comunicaciones de todo tipo contienen niveles de relevancia erosiva sobre la ciudadanía en estadio de alerta con catecolaminas exhaustas. Echar una mirada profunda de los últimos 30 años de la República permite entender el enorme impacto en nuestra vapuleada sociedad de los escenarios políticos, económicos y sociales. Algunas cosas hemos hecho muy mal los argentinos, para que un territorio bendito tenga un presente tan conflictivo. No entraremos en las rispideces de asignar la cuota de culpabilidad proporcional de los actores. Tal como venimos pregonando desde estas páginas, pareciera que cada vez más necesarias la contrición y la cristiana piedad, profundas, sinceras, generalizadas sin exclusión alguna y autoconvocadas son el único camino. Sendero que será garante del reemplazo de la locura por la cordura. De una bendita vez por todas y para siempre, esta República acuña clamor por estilos de gobierno sin trampas ni dobleces, sin rebuscarle la fisura a la ley para violarla, y liberando el despertar de dormidas virtudes que anidan en muchos valerosos honrados y honestos que la habitan. Pésima herencia dejaremos si no encaminamos con cristiana piedad todas nuestras actitudes y estilos cotidianos de ahora en más. La herrumbrada telaraña de grietas entrelazadas de dañinos rencores, contrariando a Gardel, no es excusa válida en “el pasado que vuelve” para seguir entumeciendo nuestros genuinos supra talentos innegables.
IV – Cuidados extremos y respeto por la otredad. convocatoria para cambiar en serio
Globos de ensayo soltados con bocetos difusos de “cambios mayores” como el contrato social, los poderes del Estado, y similares serán potestad de la ciudadanía toda, oficialismo y oposición. Las emergencias “de medianoche” de sectores, no impiden actuar con sensatez y sabiduría. Una otredad zaherida por la calamidad de décadas no tolera cirugías semiocultas y a las corridas en improvisada sala de guardia. Sabio será convocar a la paz de un armisticio social intra e inter partidos políticos sin utilizar los gastados atajos de vericuetos non santos para desvirtuar la solidez de fondo mediante una apariencia formal de cartón pintado. No hay lugar para recurrir a las amputaciones ni tampoco a las aspirinas. Sólo despojados de intereses sectoriales descubriremos en la moderación sublime, las terapias adecuadas para encontrarle la vuelta a la complicada República. No habrá olvido ni perdón ante los efectos de un sacrilegio eventual de cambiar la Ley, los poderes del Estado y las normas para satisfacer necesidades. La sabia repostería manda meditar y “dejar descansar la masa”. Esta vez una excelente práctica para quitarle los apuros sectoriales a las modificaciones y dotarlas de la asepsia de la independencia, será dar vigencia a las reformas consensuadas a partir de dos años de su efectiva sanción.
V – Un piadoso “venir para todos nosotros” puede mejorar “el ir por todo”
Argentina ha extenuado la tolerancia de propios y extraños. La beligerancia cotidiana en todos los frentes se ha hecho irrespirable. No pocos pretenden implementar “su causa” como si ésta fuera la de todos. Hemos experimentado por décadas la conjugación del imperativo y el fracaso está a la vista. Deponer el armamento verbal y recuperar la fraternidad entre hermanos es necesidad primordial. Los 3 poderes del Estado a actuar ya y articulados sin que funcionen con “propulsión a protesta ciudadana”. Cada uno de ellos conoce muy bien su deuda con la sociedad. Las sabias soluciones vendrán desde lo interno de cada instituto. Agotadas las recetas reconciliatorias, sólo la piedad cristiana que conmueve y moviliza a una acción inclaudicable nos rescatará. Piedad como fundamento de la moral, contagiándola a la otredad sin distingos, y reclamándola para nosotros mismos como piedra basal de la épica tarea. Una visión integral que nos lleve a socorrer los males del otro participando en el alivio concreto con fecha de vencimiento y sin subsumir a la acción en la declamación. El cautiverio que acarrea la crónica pobreza sin desarrollar en la otredad la aptitud de su autosustento debe cesar de acumular ciudadanía en estadios paupérrimos de indignidad. Las fotos de los miles de conurbanos en todo el país nos liberan de argumentar ante la catástrofe. La misión del soberano de procurar la seguridad a la ciudadanía, no limita ésta a la preservación únicamente…. sino también el acceso a las cosas razonablemente agradables para la vida. Sin quebrar las proporciones guiados por resentimientos antiguos, toda la argentinidad, como en la justicia distributiva, deberá dar a cada uno lo suyo. Amén.