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Joven, ¡levántate!

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Escrito por Felipe Videla
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Siempre me sentí intrigado por la idea de “muerte” y su significado en mi vida.

Tuve la suerte de recibir, en mi formación profesional y espiritual, diversas reflexiones sobre ella y también sobre las diferentes aproximaciones que tuvo la humanidad a través de su historia. Creo que como seres humanos -y aunque suene un tanto “dramático”- nacemos para morir ya que desde nuestro primer día nos encaminamos hacia la muerte indefectiblemente. Por eso, quizás, es que surgen tantas preguntas en torno a ese fenómeno y se buscan diferentes explicaciones. Desde una mirada no religiosa cabe decir simplemente que la muerte es la ausencia de vida, o el fin de ésta. Podríamos coincidir en que esa experiencia, cuando es personal, es incompatible con la vida ya que, como decía Epicuro, “si la muerte está yo no estoy, y si yo estoy, la muerte no está”.

Pero, y a riesgo de contradecir al filósofo, creo que, aunque no nos demos cuenta, en nuestra vida, experimentamos la muerte -en forma personal- mucho antes del final de nuestros días. Y aquí quiero referirme a ésta, adentrándome más en su significado, como la falta de frutos, de evolución, de crecimiento. ¿Cuántos de nosotros podríamos afirmar que, aunque nos duela, vivimos en un país con demasiada muerte, con una cultura de muerte? Miremos a nuestra sociedad, a nuestros conciudadanos, a nuestros representantes. Pareciera que nuestra patria ha dejado de ser un terreno fértil donde se siembren – y cosechen- el desarrollo, la unión, la solidaridad y el progreso. Los sembradores perdemos el tiempo discutiendo sobre la calidad de la tierra que tenemos, o que desearíamos, sobre el tipo de cultivo o semilla, pero no hay lugar para que la naturaleza haga lo que su sabiduría ancestral nos enseña. Se perdió la cultura de la vida.

Hace unas semanas tuve el privilegio de moderar un debate entre un diputado nacional y el director del INDEC. Uno representante del poder legislativo y el otro del poder ejecutivo. Allí intenté plantear, citando a Edith Eger (autora del brillante libro la Bailarina de Auschwitz) que, desde nuestro punto de vista, los argentinos elegíamos el victimismo, que ocurre cuando decidimos ser y considerarnos víctimas -como contraposición de la victimización que ocurre cuando uno sufre objetivamente una desgracia-. Señalé también que creía que salir del círculo culpabilizador y de victimismo exigía un cambio cultural que nos hiciera responsables de nuestro país y nuestro cambio. Mi propuesta de cambio cultural, desafortunadamente, no fue profundizada por los expositores, aunque sí resultó interesante el ejercicio de consenso que se vivió entre ambos -principio, para mí, de cualquier cambio cultural-.

Me preguntaba qué mensaje necesitábamos los jóvenes argentinos frente a esta realidad actual y, en mis palabras, frente a esta cultura de la muerte. Y cuando pensaba en eso no pude evitar recordar el pasaje del Evangelio de San Lucas donde Jesús resucitó a un joven hijo de una viuda. Surge como un mensaje tan claro dirigido hacia todos los jóvenes. Como decía al principio, pareciera que estamos rodeados de muerte, que el país no tiene presente, y mucho menos futuro, y que es difícil encontrar frutos en esta realidad. Como el joven del evangelio, podemos sentirnos sumido en un ambiente de fallecimiento. Sin embargo, hay una voz fuerte que se escucha, que nos llama a la acción. Jesús le ordenó con voz fuerte, “Joven, ¡levántate!” No había excusas ni victimizaciones ni culpas ajenas. El joven se incorporó de inmediato, dice el relato. Siento que esa voz es más actual que nunca, y se hace cada vez más fuerte. Se dirige a nosotros, los jóvenes y tiene un sentido claro, salir de la muerte y resucitar, dar vida allí donde no la hay, comenzar el cambio cultural pasando de la muerte a la vida ¿Qué estamos esperando para incorporarnos de inmediato y comenzar a dar frutos?

 

Este artículo está relacionado con «Argentina Post-pandemia».

Sobre el autor

Felipe Videla

Abogado y Socio del Estudio Beccar Varela. Coordinador Pro Bono de dicho Estudio.

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2 comentarios

  • Muy bueno Felipe!!!. Realmente nuestro país necesita resucitar, necesita volver a la cultura de la vida que es la cultura del trabajo y eso solo puede cambiar de mano de los jóvenes. Cuando nosotros fuimos jóvenes (en la década del 70) muchos nos comprometimos con distintas causas, pero ahora, a veces, tenemos la sensación de que el esfuerzo no valió la pena y ese estado de ánimo nos lleva a trasmitir un mensaje negativo. Necesitamos de Uds