Introducción
Los desafíos que parecieran se han recrudecido con la pandemia, en lo que se refiere a que nuestra casa común universal no puede continuar con su esquema de injusticias, exclusiones y marginaciones como dominadas por una volatilidad que sumerge al hombre en una permanente incertidumbre sobre su destino.
Lo primero que como católicos deberíamos decir es no tengamos miedo. Ello no solamente por la fuerza de la fe sino porque, desde hace décadas, que el pensamiento social católico viene marcando las deficiencias de la organización mundial, tanto desde un punto de vista económico, comercial, social y político, atendiendo a que se opone a los objetivos centrales de la Creación y del principio, congruente con ello, del destino universal de los bienes de la tierra. Paralela-mente, el pensamiento social católico ha propuesto al mundo un proyecto que lleve a una familia universal solidaria, fraterna, es decir, donde todos seamos responsables de todos.
Estas propuestas constituyen un enfoque ampliamente superador de lo que hasta ahora han intentado ejecutar como alternativa tanto el capitalismo como el comunismo y el socialismo. No estamos hablando de cambios solamente técnicos sobre cómo debería funcionar la economía, el comercio y las finanzas internacionales. El cambio necesita ser, además de lo técnico, cultural, basado en concepciones sustanciales sobre el destino del hombre y del mundo con sus consecuencias sobre cómo organizar la vida terrena congruente con esas concepciones. Es decir, no estamos hablando de algo que pueden resolver por sí solos el FMI, el Banco Mundial o el G20. Deben ser tenidos en cuenta, pero, también deben estar presentes nuestras propuestas sustanciales y prácticas sobre cómo liberar al hombre de las actuales estructuras e ir a un mundo donde predomine el principio del destino universal de los bienes de la tierra, es decir, un mundo donde todos y cada uno de los hombres pueda extraer de la Creación no solamente los bienes que le son necesarios para su subsistencia, sino para su pleno desarrollo.
Un largo proceso
Si se escuchan los comentarios en pleno efecto demoledor de la pandemia, pareciera que es inmediato o casi rápido el momento en que llegarán los cambios que todos anhelamos. El devenir del mundo muestra que ello no será así. Tan solo como ejemplos y referencias tengamos en cuenta que no es la primera vez que la sociedad mundial se enfrenta a necesidades de cambios estructurales, no solamente debido a pandemias. Vamos a hechos más pedestres pero impactantes en la vida económico-social de la humanidad: El efecto tequila con la crisis mejicana en 1995; la crisis financiera asiática en 1997; la crisis rusa en 1998; la crisis de Brasil en 1999; la crisis argentina en 2001/2002 y, finalmente, la más reciente y de mayor envergadura como lo fuera la crisis financiera mundial de 2008/2009. En todos y cada uno de estos momentos se sorprendió el mundo sobre los efectos de estos fenómenos y, como una primera reacción, se habló profusamente sobre los cambios que deberían llevarse adelante. Desde 1995 estos cambios no se concretaron y hasta la reforma financiera, posterior al 2008/2009, que esperaba ejecutar EEUU sobre la mayor banca del mundo, terminó siendo relativizada y reducida en sus alcances, aunque implicaron algunos progresos.
Es decir, no debe esperarse que, a pesar de lo que se observa con los efectos de la pandemia, todos los seres humanos nos dedicaremos rápidamente a transformar el mundo. Por lo tanto, será necesario estar presentes como sociedad, papel de los laicos en distintos foros de responsabilidad y la Iglesia profundizar la importante acción que viene desarrollando el Papa Francisco a fin de que, por fin, los humanos nos ocupemos de definir los cambios que hagan al bien común de la sociedad mundial.
A.- la visión “tecnocrática”:
Existen aquí tres niveles: el primero global o mundial; el segundo a nivel de cada economía nacional como organización macroeconómica compatible con el nuevo orden global y, tercero, a nivel microeconómico de las empresas privadas y gobiernos. Se toman en cuenta múltiples análisis hasta hora circulantes como dos documentos vaticanos de 2011 y 2018 que sugieren los caminos de las reformas planetarias.
- Desde el punto de vista global o mundial
- Tomando en cuenta las macroeconomías de cada uno de los países
- Finalmente, a nivel microeconómico
B.- la visión sustancial:
Las ideas del apartado “A” responden a la posibilidad de reformas que se hablan y proponen hace décadas, pero que, si bien hubo algunos avances menores, la actual realidad con la pandemia mediante, ha hecho poner sobre la mesa la volatilidad y la incertidumbre del actual esquema organizativo mundial. Pero, en este apartado “B” queremos llamar la atención sobre aspectos valorativos de concepción sustancial de la definición misma de la naturaleza y objetivos finales de la actividad económica, comercial y financiera en el mundo.
(…) Luego de lo explicado anteriormente, la propuesta de la Doctrina Social de la Iglesia se basa en la dignidad de la persona humana, de donde deduce la subjetividad del trabajo humano como principio a respetar por arriba del mundo material o de los bienes instrumentales de la producción (capital).
A partir de este principio plantea la participación como un valor superior, afectando tres aspectos centrales de la organización de la producción y de la economía como son participación en las responsabilidades de gestión de las empresas, la participación en la distribución de los bienes necesarios para lograr una vida digna y la participación en la riqueza, en general, y de la propiedad de los bienes de capital, en particular.
Esta participación, a su vez, se concreta en la práctica, en base a tres pilares: la libre iniciativa, la empresa como comunidad de personas y la participación en sí misma como valor superior.
De esta forma, la subjetividad del trabajo lleva a una sociedad participativa, donde se concretan desde la sociedad civil, múltiples formas de apropiación no estatal, que sirven de base o fomentan un acceso amplio a la iniciativa económica, no dominada por el Estado y las corporaciones.
Así, puede decirse, que la Doctrina Social de la Iglesia promueve una verdadera socialización de la actividad económica, como base de la justicia distributiva, superadora de la concentración y exclusión del capitalismo como del capitalismo de Estado del comunismo/socialismo, como también de las propuestas estatistas e intervencionistas que reducen a nada la libre iniciativa.
De esta forma, debe quedar clara las ideas centrales de la propuesta del pensamiento católico como la diferencia entre esta propuesta y lo que propone el capitalismo y el comunismo/ socialismo/ estatismo/intervencionismo que, como ya se dijo, fracasaron en la solución del conflicto central de cómo distribuir el producido del mundo económico, causado por no reconocer el principio de la subjetividad del trabajo humano y sus implicancias en la organización de la producción y la distribución del producido generado.
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[…] “Los católicos ante los cambios necesarios en la sociedad mundial”, abril 2020. Portal Empresa. Clic acá para leerlo. […]