¿Cuáles son los desafíos más urgentes sobre los que se tiene que ocupar el empresariado argentino? Es una pregunta que acepta diferentes miradas según los sectores, pero en una simplificación grande (espero me la perdonen), me animo a decir que son cinco:
1) Fortalecer su autoestima. Sí, el sector empresarial argentino viene de unas décadas donde ha sido el villano de la película de los problemas nacionales, el perfecto chivo expiatorio de la mala praxis política, y sin una fuerte convicción del enorme rol social que tiene, es difícil imaginarlo como motor de la recuperación económica.
2) Mejorar su participación en el debate nacional. Argentina necesita profundas reformas estructurales, y en el debate de esas reformas es necesario que la voz del empresario esté representada de acuerdo con su (enorme) contribución. Hoy la voz empresarial no llega en la proporción de su valor social ni el congreso ni en la prensa.
3) Acelerar el crecimiento internacional. Argentina tiene una de las tasas más bajas de empresas cada mil empleados y una de las volatilidades más altas del mundo. Estos dos elementos combinados hacen que el entrenamiento que tiene el sector empresarial no sea el que se necesitará si el país se estabiliza y se integra razonablemente al mundo. Por otro lado, ante la tremenda volatilidad, urge diversificar el riesgo argentino.
4) Profundizar en el impacto competitivo regional del mundo digital. Las nuevas tecnologías están generando la aparición de gigantes globales sin precedentes y una consolidación competitiva muy fuerte. Entender qué implicará competitivamente esto para cada negocio es tarea absolutamente prioritaria.
5) Amigarse con el medio ambiente. Pocos actores tienen tanto que decir y hacer con el medioambiente como el sector empresarial. En Argentina, tal vez por el brutal ruido macroeconómico, la conversación medioambiental en las empresas está algo rezagada.
Muy buena síntesis. Avenidas diversas y todas necesarias.