“Dale, ñato fulero, que Jesús te está mirando”, era la frase que el padre Mario Pantaleo solía usar para terminar de convencer a un empresario al que le había pedido una donación de materiales o bienes necesarios para alguna de sus numerosas obras en González Catán. Y, si se le hubiesen pedido razones para colaborar seguramente les habría recordado el pasaje del Evangelio en el que san Mateo sugiere no atesorar riquezas en la tierra “donde la polilla y el orín corroen, y donde los ladrones socavan y roban”.
Así lo narra “Padre Mario, Una vida marcada por el don de curar” (Ediciones B), la biografía de José Mario Pantaleo escrita Silvina Premat, periodista y socióloga y autora de varias investigaciones de temática religiosa como “Curas Villeros” y “Milagros Argentinos”, entre otros.
Nacido en Italia en 1915, el padre Pantaleo llegó a la Argentina en 1948 y aquí descubrió que podía “ver” las dolencias ajenas y, en muchos, aliviarlas o sanarlas con la sola imposición de sus manos. Falleció en Buenos Aires, en 1992 y es Siervo de Dios desde noviembre de 2021, cuando el Vaticano aceptó que se inicie una causa para su canonización.
Esta biografía aporta episodios desconocidos de la vida de un hombre que desde pequeño supo lo que quería: ser sacerdote católico. Y no lo frenó el asma que sufrió desde su niñez, ni la guerra que cerró un seminario al que asistía. Tampoco lo paralizó, aunque estuvo cerca, la incomprensión de la misma Iglesia a la que él amaba y que se hacía eco de las denuncias policiales que lo acusaban de practicar ilegalmente la medicina.
En unas doscientas veinte páginas se narran experiencias emblemáticas como cuando alivió al poeta Arturo Capdevila y su fama de sanador se difundió por todo el país o cuando, tras un escándalo mediático, debió huir de CABA y se refugió en González Catán. Se aporta también una aproximación a un aspecto poco conocido del padre Mario: su pasión por la filosofía y los indicios de un pensamiento propio.
Para construir esta narración la autora entrevistó a familiares, amigos y otras personas que compartieron momentos claves de su vida en Italia y la Argentina y consultó archivos de la Iglesia en ambos países. Buscó detenerse, según afirma en la introducción, en los momentos que podrían representar hitos en la dinámica evolutiva del biografiado quien, por otra parte, afirmaba que “todo evoluciona en este mundo y también el hombre evoluciona; intelectualmente evoluciona, anímicamente evoluciona, espiritualmente evoluciona y evoluciona también con el deseo de trabajar y de hacer algo”.