Terror, odio, destrucción… venganza, muerte de inocentes y la inocencia… morteros, cohetes y bombas… violencia, gritos desgarrados.
Los sembrados y las flores se marchitan. Todo es desierto, sequía, oscuridad, desconcierto, incomprensión y angustia… aniquilación, desesperación y desesperanza.
El mundo mira sin detenerse. Yo miro y me paralizo sin comprender.
Y Él sigue caminando con la cruz, subiendo al Gólgota.
Hay vacío, escombros, oscuridad, fuego, balas perdidas y encontradas… y se cae con el peso de la cruz.
Se levanta y sigue… arrastrando sus pies… y vuelve a caerse, sufriendo, sangrando, desgarrado y las bombas siguen cayendo, destruyendo.
Caos, abusos, desazón, dolor, pánico, miedo, descontrol, incertidumbre, traición y engaño, guerra…
Siento un martillo y el desgarro de una voz… ¿serán los clavos…?
Grieta, abismo ¿insalvable?, desconfianza, desconsuelo, agujeros negros, ausencia, sinsentido, lejanía, ni olvido ni perdón… infierno.
Escucho unas palabras entrecortadas, un sollozo en medio de la desolación… “perdónalos, no saben lo que hacen…”
La muerte lo invade todo, la oscuridad se apodera del mediodía, el sol se esconde, hay penumbras, desaparición… todo es la nada.
Y surge sin darme cuenta, entre el humo y el espanto, en medio de la cruz sangrante, la media luna eclipsada y la estrella que se apaga, el rostro de una madre abrazando el dolor, junto a la cruz… de pie… sufriendo y acompañando, secando lágrimas, vendando heridas, refugiando, acompañando, consolando y cobijándonos.
Junto a ella, hay alguien que la acompaña y comparte el dolor ¿Seré yo o me habré ido… corriendo… aterrorizado…?
Entre los sollozos y la nada, la destrucción y el llanto, emerge una palabra, casi imperceptible… que se confunde con los silbidos de las bombas y los misiles… me sorprende y conmueve… apenas alcanzo a escucharla… diciendo “alégrense, yo he vencido a la muerte.”