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100% Milei

Escrito por Juan Luis Iramain
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El Presidente fue la figura de un evento político extravagante que generó críticas en múltiples sectores. Un análisis detenido admite una mirada alternativa: quizá no estuvo tan mal.

¿Qué dicen los manuales que hay que hacer cuando la imagen de un Presidente viene bajando y las sospechas de corrupción impactan en su entorno, cuando el valor del peso y de los bonos argentinos se vuelve volátil, cuando el antecedente electoral más reciente es una derrota oprobiosa en la provincia de Buenos Aires y cuando el candidato a diputado que encabeza la lista se baja a menos de dos semanas de la elección, acusado de lavado de dinero? Recalcular, tender puentes con los ofendidos y salir, con buenos maneras, a reconquistar a los moderados que alguna vez lo votaron. O sea, control de daños.

¿Qué hizo el León? Veamos. En cuanto se supo que la derrota de LLA en la provincia de Buenos Aires era catastrófica, dio un discurso sereno en el que dijo que mantenía el rumbo económico pero que había que corregir graves errores políticos. Después —también austero en las formas— salió en cadena nacional a anunciar el envío del presupuesto al Congreso. Más tarde, apenas pudo contener la euforia cuando, con el auxilio inestimable de los Estados Unidos, pudo desactivar una crisis financiera que lo había puesto contra las cuerdas. Hasta que hace unos días se supo que Espert recibió 200 mil dólares en 2021 de un señor acusado de narco. Aunque Milei salió a bancarlo, el diputado terminó renunciando a su candidatura.

En medio de esta tormenta es que el Gobierno monta un show con 15 mil fieles en el Movistar Arena. A muchos les parece un error. Pero desde que se lanzó a la política, el León hace B cuando otros harían A. Veamos algunos ángulos del evento:

-Liturgia. Cualquiera le recomendaría que salga a seducir a quienes lo abandonaron. Pero no: opta por una misa libertaria, dedicada a sus fieles, para confirmarlos en la fe e insuflarles ánimos para el último tramo de la campaña, aun a riesgo de incomodar al resto. Por eso el tono festivo, las canciones y la estridencia que recuerda al León extravagante de 2023, el que venció a la casta.

-Los símbolos: Campera de cuero y traje y corbata. Recital furioso y clase de economía. Burlas y risas sonoras y teoría económica soporífera. Star Wars y la celeste y blanca. Rock cantado con voz ronca y entrevista serena con Manuel Adorni. Y como bisagra, el profeta de la batalla cultural —Agustín Laje— y el Himno Nacional Argentino. Nada librado al azar: emoción y  racionalidad. Varias de cal y varias de arena.

-Relato optimista. Quienes todavía confían en Milei, en buena medida, lo hacen convencidos de que estamos atravesando el desierto pero que la tierra prometida de la Argentina libre y próspera está al alcance de la mano. ¿Y qué nos confirma que no estamos perdidos, muriendo de sed bajo el sol? El recuerdo de dónde venimos y los números alentadores de la macro, que funcionan como pruebas de que vamos por el buen camino. En esa línea, “La construcción del milagro”, el título hiperbólico de su libro.

-El enemigo. Sin malos a los que vencer, no hay mística. Eso simboliza Cristina —ahora con tobillera—, que muestra que puede ser vencida. Y los medios, que según Milei se prestaron a la operación contra “el Profe Espert” o “José Luis”. ¿Innecesario? ¿Imprudente? Quizá, pero coherente dentro de una narrativa en la que los malos son malísimos y son capaces de todo para ensuciar a los buenos, que son los que están de su lado.

Cualquier analista que mire el show del lunes a la noche con las categorías tradicionales, deplora lo que pasó en el Movistar Arena. Y quizá tenga razón. O no. Nunca lo sabremos: si LLA pierde el 26 de octubre, no será por esta misa laica. Será por muchos otros errores. Y si gana… Y si gana quizá tengamos que replantearnos todo.

Sobre el autor

Juan Luis Iramain

Doctor en Comunicación (U.Austral). Socio Director de INFOMEDIA.

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