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Cuando el espejo no refleja lo que soy

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Hay momentos en los que uno se detiene frente al espejo, no al del baño ni al del ascensor, sino a ese espejo interior que aparece en los silencios, en las noches de insomnio, en una canción que nos roza el alma, y de repente se da cuenta de que no se reconoce. Es una sensación extraña, casi incómoda: estoy ahí, pero no estoy. Me veo, pero no me encuentro.

Muchos líderes viven esta experiencia de manera silenciosa. Son personas que llevan sobre sus hombros la responsabilidad de dirigir, de sostener equipos, de alcanzar resultados y de inspirar. Sin embargo, en algún rincón de su intimidad, sienten que se han alejado de sí mismos. En la vorágine del día a día, comienzan a distraerse de lo esencial. Se vuelven expertos en responder a lo urgente, pero dejan de escuchar lo importante. Aprenden a adaptarse, a resolver y a resistir, a veces al precio de una autoanulación invisible. De tanto dar, se van quedando sin sí mismos.

Hace poco, durante un encuentro pastoral, propuse una dinámica sencilla pero reveladora. Pedí a los participantes que se tomaran de las manos en duplas, cerraran los ojos, y se prepararan en silencio para un momento profundo. Luego, los invité a abrir los ojos y mirar, sin hablar, con atención y con firmeza, los ojos del otro. La consigna era clara: sostener la mirada hasta descubrir los detalles mínimos, hasta percibir la humanidad del otro sin filtros. Lo que ocurrió fue conmovedor. Algunas personas se emocionaron, otras sonrieron tímidamente, otras no pudieron sostener la mirada más de unos segundos. Porque cuando los ojos del otro se convierten en espejo, ya no hay dónde esconderse.

Y es ahí donde se abre una de las preguntas más sinceras: ¿quién soy cuando nadie me exige ser nada? ¿Quién soy cuando dejo de cumplir un rol? ¿Mis amigos realmente me conocen? ¿Yo me conozco? O simplemente he caminado tanto en modo automático que ya no sé distinguir entre lo que hago y lo que soy. Hay canciones que nos despiertan también, como la brasileña Camalear, que con frases como “me distrair de mim mesmo”, “me anular”, “perder minha identidade”, pone en palabras ese vacío existencial que muchas personas sienten, pero no saben nombrar. Y, sin embargo, en medio de ese reconocimiento doloroso, la canción ofrece una chispa de esperanza: “viver um momento de reconstrução”.

Tal vez esa sea la clave. No se trata de volver atrás, ni de negar todo lo vivido. Se trata de detenerse, mirarse con honestidad y, desde esa verdad, permitir que algo nuevo nazca. En la espiritualidad encontramos no una evasión, sino una oportunidad de reconstrucción. Una invitación a volver a casa, a habitarse de nuevo, a descubrirse en la mirada amorosa de Dios, que no nos exige logros ni perfección, sino autenticidad. Ahí, en esa mirada que no juzga ni evalúa, podemos comenzar a vernos tal como somos.

No es fácil mirarse de frente cuando uno ha vivido tanto tiempo para los demás. Pero es posible. Y quizás más necesario que nunca. Porque el mundo necesita líderes humanos, enteros, conscientes de su valor y conectados con su verdad. No sólo para ser más felices ellos, sino para generar entornos donde otros también puedan ser fieles a lo que son.

Si sentís que el espejo ya no refleja lo que sos, tal vez sea el momento de buscar otro tipo de reflejo. Uno que no esté hecho de cristal, sino de encuentro. Una mirada que no se quede en la superficie, sino que te devuelva el alma.

Sobre el autor

Adriano Marques Santiago

Sacerdote con más de 15 años de experiencia en el servicio pastoral, especializado en acompañamiento espiritual, liderazgo comunitario y desarrollo humano. Graduado en Filosofía por la Faculdade São Luiz (Brusque/SC – Brasil) y en Teología por la Faculdade Dehoniana (Taubaté/SP – Brasil). Graduado del MBA en Dirección de Empresas por la Universidad Católica del Uruguay – UCU Business School (Montevideo – Uruguay).

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