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La degradación del debate público
La vida política argentina atraviesa una profunda decadencia moral y cultural. Las campañas electorales y las discusiones parlamentarias se han transformado en espectáculos dominados por la demagogia, la manipulación emocional y la pérdida del sentido ético. La vulgaridad se impone sobre la razón, y el voto popular se conquista a través de recursos que exaltan los impulsos y degradan el debate público, desplazando toda noción de virtud cívica y madurez democrática.
Del “homo políticus” al “homo demagógicus”
El verdadero político, guiado por ideales y servicio público, ha sido reemplazado por el demagogo, cuyo único objetivo es ganar el favor de las masas. Este nuevo protagonista promete paraísos inmediatos, manipula emociones y utiliza los medios y redes sociales como instrumentos de control. Frente a él, la sociedad se convierte en una masa cautiva, resignada a la corrupción y a la mediocridad, donde prevalecen los sentimientos más bajos y se destruyen los valores que sostienen la convivencia republicana.
Pueblo versus masa
El pueblo y la masa no son lo mismo: el primero se compone de personas conscientes de sus responsabilidades y convicciones; la segunda es manipulable, movida desde fuera por intereses egoístas. Cuando la masa domina, la democracia pierde su esencia: la libertad se degrada en capricho y la igualdad en uniformidad, mientras la virtud, el honor y la dignidad se desvanecen.
La educación como clave de regeneración
Una democracia auténtica sólo puede existir si el pueblo está formado en la virtud y la responsabilidad. La educación es la base indispensable para elevar el nivel ético, cívico y cultural de la sociedad y de sus dirigentes. Sin hombres probos y preparados, el país queda atrapado en la vulgaridad política que lo avergüenza y lo empobrece.
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