Management

Descubrir el talento

Escrito por Juan Luis Iramain
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Es famosa la anécdota: Miguel Ángel decía que el David ya estaba dentro de ese enorme bloque de mármol de Carrara que un día llegó a su taller. Que lo único que tuvo que hacer fue sacar lo que sobraba. La humildad de los genios. Algo parecido sucede con cada uno de nosotros: parece que el talento fuera algo que ya llevamos dentro y que sólo es cuestión de descubrirlo para que aflore, pero hay bajas chances de que el David que cada uno lleva adentro salga a la superficie sin una buena dosis de pericia y dedicación. Martillo y cincel.

 El propio talento, sin embargo, da pistas. Hay tareas que salen con menos esfuerzo. Hay temas del ámbito profesional que colonizan nuestro tiempo libre porque nos impulsan a leer, escuchar podcasts y buscar ejemplos. Hay tópicos del mundo de la comunicación o los asuntos públicos sobre los que hablamos con más pasión que otros. Hay casos de éxito que, con variaciones, se repiten a lo largo de nuestra carrera y terminan evidenciando un patrón. Es cuestión de prestar atención y estudiar con cuidado el bloque de mármol: el David está ahí.

 Lo que está probado es que descubrir el talento propio no es un acto de inspiración repentina, sino un proceso muchas veces arduo de observación y análisis. Acá, una propuesta de cinco pasos que pueden ayudar a que se manifieste:

-Ponerle nombre. No se trata solo de saber hacer, sino de poder explicarlo con claridad. Nombrar lo que uno hace bien es ya empezar a dominarlo. Quien puede describir su especialidad en una frase clara, breve y diferenciadora, tiene la mitad del camino hecho. No es lo mismo decir “trabajo en asuntos públicos” que “ayudo a empresas de sectores altamente regulados a generarse las condiciones adecuadas para operar”. Y así, mil ejemplos.

-Buscar a los mejores. Una vez definido el campo de juego, conviene mirar alrededor y ver quién es el que juega mejor. No sólo en la Argentina: en el mundo ¿Quiénes son los referentes globales? ¿Qué hacen distinto? ¿Cómo son sus modelos mentales, sus estilos y el modo en que operan? Todos factores que ayudan a poner una vara alta para medirse y aprender. El talento se potencia por imitación selectiva y benchmarking constante.

-Escuchar el viento. La comunicación, los asuntos públicos y otras disciplinas del mismo espacio semántico están atravesados por cambios culturales, tecnológicos y políticos permanentes. Estudiar las grandes tendencias —IA generativa, polarización social, ESG, aplicación de las neurociencias, etc.— ayuda a entender si el talento propio navega a favor del viento o en su contra. Solo el que se anticipa puede construir una propuesta de valor duradera.

-Medir lo que importa. Todo talento profesional necesita validación externa. El mundo corporativo paga por lo que puede medir. ¿Cómo? ¿Qué indicadores son los que mejor se ajustan a mi propuesta? ¿Cuáles son los que se usan en el resto del mundo? Elegir las métricas correctas y poder demostrar resultados no solo legitima el talento: lo convierte en una promesa confiable para otros.

-Diferenciarse. No basta con hacer algo bien. Ni siquiera muy bien: hay que intentar hacerlo de manera distinta del resto. Entender qué parte del proceso uno podría resolver como nadie más, cuál es el ángulo inusual que podría aportar, qué combinación de saberes o experiencias que otros no usan generaría una ventaja comparativa real. Ahí está el diferencial que convierte un talento en marca personal.

Descubrir el David que llevamos dentro no es un ejercicio de narcisismo. Es un acto de responsabilidad profesional: sólo se puede aportar valor cuando se sabe cómo y desde dónde. Igual que en la escultura, el desafío no es inventarse, sino encontrarse. Y luego, ponerse a trabajar.

Sobre el autor

Juan Luis Iramain

Doctor en Comunicación (U.Austral). Socio Director de INFOMEDIA.

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