Valores

Educar en tiempos de incertidumbre

Escrito por Teresa Téramo
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Lead, Kindly Light, amid th’ encircling gloom”

En 1833, enfermo y desorientado en medio del mar, yendo de Sicilia a Inglaterra, John Henry Newman escribió un poema breve que terminaría iluminando generaciones enteras: “Lead, Kindly Light, amid th’ encircling gloom” —“Guíame, luz amable, en medio de la oscuridad que me rodea”.

Casi dos siglos despuésés, el Papa León XIV, al proclamar a Newman Doctor de la Iglesia y patrono de la educación universal durante el Jubileo de los Educadores (1° de noviembre de 2025), volvió a esa imagen para hablar de nosotros, los docentes de hoy: hombres y mujeres que enseñan y acompañan en un mundo marcado por la incertidumbre. “Educar —dijo el Papa— es encender una luz en medio de las sombras del corazón humano. No se trata de imponer verdades, sino de acompañar en el camino hacia ellas.” (Homilía, Vaticano, 1/11/2025)

Una luz amable

Vivimos tiempos de niebla moral y emocional: exceso de información, falta de sentido, relativismo, ansiedad, soledad, noticias falsas… Los educadores —padres, maestros, profesores— sentimos muchas veces que caminamos “en medio de la oscuridad que nos rodea”. Newman también lo sintió. No pidió certezas ni control: pidió una luz. Pero no cualquier luz —una luz amable, una antorcha que acompaña sin deslumbrar, que permite ver tan solo el paso a dar y no todo el camino por delante.

Esa imagen tiene raíces en la Sagrada Escritura, concretamente en Éxodo 13,21-22: “El Señor iba al frente de ellos, de día en una columna de nube para guiarlos, y de noche en una columna de fuego para alumbrarles el camino.”

Esa columna de fuego, esa antorcha de Dios que no se apaga, es la misma que Newman invoca cuando pide: “Lead, Kindly Light”. Y es la misma luz que el Papa León XIV propone a los docentes de hoy: una presencia humilde y constante, capaz de alumbrar el paso sin pretender dominar el camino. Educar, en ese sentido, no es competir con la oscuridad, sino mantener viva la antorcha de la esperanza, aunque la noche sea larga, aunque no se vea a la distancia.

“No pido ver la escena distante; me basta ver el paso”

Newman escribe: “I do not ask to see the distant scene; one step enough for me.”

La paciencia que encierra esa línea es profundamente pedagógica. El Papa León lo expresó así: “El educador siembra sin ver el fruto. A veces sólo prepara la tierra, otras riegan con lágrimas. Pero todo acto de fidelidad se convierte en semilla de eternidad”.

En un mundo que valora la inmediatez, esta visión es contracultural. Educar es caminar paso a paso, sin pretender dominar el futuro. Es confiar en el proceso, sostener la esperanza en el ritmo lento del crecimiento humano. Esta paciencia no es pasividad, sino virtud activa, un modo de creer que la luz —esa pequeña antorcha— siempre alcanza para seguir avanzando.

“Antes amaba elegir mi camino; ahora, condúceme tu”

En otro verso, Newman reconoce su antigua autosuficiencia y su deseo de control. Pero la experiencia del límite lo lleva a confiar. Hoy, el verso resuena de modo actual. Vivimos una época donde el ideal de autonomía a veces se convierte en aislamiento y soledad. Queremos dominarlo todo —el conocimiento, la tecnología, el futuro—, pero al hacerlo nos perdemos la sabiduría de dejarnos guiar, de vivir el presente. El docente auténtico no es dueño del camino, sino compañero de travesía: “El maestro enseña para que otros brillen, no para brillar él. No se adueña del alma del joven: la acompaña en su libertad. (León XIV, 1-11-2025).

Esa humildad es una virtud olvidada y, al mismo tiempo, urgente. Significa renunciar al control total, abrirse a la guía de la Luz, de la Verdad, del Bien, de la Belleza, del Misterio. El profesor virtuoso no “conduce”, sino que camina con, sosteniendo la antorcha que orienta sin imponer. En última instancia la que lidera es la antorcha, la Luz.

Virtudes para tiempos inciertos

El poema de Newman, leído a la luz del mensaje del Papa en el Jubileo de los Educadores, es un mapa espiritual para la educación contemporánea. Frente a la incertidumbre, las virtudes son los verdaderos puntos cardinales:

Esperanza, para no ceder al desencanto ni al cinismo.

Paciencia, para respetar los procesos de cada persona.

Prudencia, para discernir el paso siguiente sin pretender verlo todo.

Humildad, para dejarse guiar por la luz de la verdad, el bien y la belleza cercana.

Caridad, para iluminar sin juzgar, acompañar sin imponer.

Fidelidad, para mantenerse en la misión educativa incluso cuando no se ve el fruto.

Alegría, para enseñar siempre con una sonrisa, haciendo “amable” la Luz.

Estas virtudes, vividas en el aula, en el taller, en la calle, en la vida cotidiana, convierten la educación en una obra de luz: no brillante y fugaz, sino antorcha persistente, que resiste el viento y no se apaga.

Educar como acto de esperanza

“Lead, Kindly Light” no es sólo una súplica religiosa; es también una pedagogía espiritual: caminar con serenidad en la incertidumbre.

Hoy, los docentes enfrentamos sombras nuevas —tecnológicas, sociales, afectivas—, pero la respuesta sigue siendo la misma: dejarse guiar por la Luz, y a la vez ser luz para otros. Una luz unida a otras luces, formando “constelaciones” que orienten el andar en la tierra. Educar es, en el fondo, un acto de esperanza. Como dijo el Papa León XIV: “cada palabra de aliento, cada mirada de confianza, cada gesto de paciencia es una chispa de la luz de Dios en el mundo”.

Así, en tiempos de incertidumbre, los educadores seguimos repitiendo con Newman —quizás cansados, pero esperanzados. Guíame, luz amable, en medio de la oscuridad que me rodea; la noche es oscura, y estoy lejos de casa… pero un paso me basta”.

Sobre el autor

Teresa Téramo

Doctora en Ciencias de la Información por la Universidad de La Laguna (España) y Profesora en Letras por la UCA, donde es la Coordinadora Académica de la Maestría en Comunicación Audiovisual.

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