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El culto a los datos y el desafío del sentido para dirigentes cristianos en la empresa

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El culto a los datos: entre información y sabiduría

En el informativo Entre Todos de la Arquidiócesis de Montevideo, Miguel Pastorino publicó un artículo provocador titulado “El culto a los datos”. Allí describe cómo nuestra época corre el riesgo de idolatrar lo medible, suponiendo que los datos son neutros, autosuficientes y capaces de orientar todas nuestras decisiones. Según esta lógica, basta con mirar las cifras para saber qué ocurre, qué políticas implementar o qué caminos seguir. Sin embargo, Pastorino advierte que esta confianza ciega en los datos genera un vacío: se debilita el pensamiento crítico, la interpretación y la intuición, y se confunde información con sabiduría.

Esa reflexión me interpela especialmente en el ámbito empresarial, donde la presión por acumular y procesar datos crece cada año. ¿Podemos, como dirigentes cristianos, aceptar sin más que el algoritmo y la estadística sean los nuevos criterios de verdad? ¿No estaremos corriendo el riesgo de perder el horizonte humano y ético que da sentido a nuestra tarea?

La fascinación por lo cuantificable

Vivimos en un tiempo donde lo visible se multiplica, pero el sentido se disuelve. El “culto a los datos” nos promete eficiencia, control y predicción. En la empresa, esto se traduce en cuadros de mando repletos de indicadores, en métricas de desempeño que pretenden decirlo todo sobre una persona o un proyecto, y en la tentación de reducir el éxito a lo que puede graficarse.

Pastorino señala con claridad: los datos no son inocentes. Están mediados por contextos sociales, intereses políticos y marcos ideológicos. Un gráfico no es la realidad: es un recorte. La información que se presenta como “objetiva” está cargada de interpretaciones previas y, si no la cuestionamos, puede convertirse en un instrumento de manipulación o de simplificación excesiva.

Dirigentes cristianos frente al riesgo de la ceguera ética

La fascinación por la correlación estadística —esa idea de que basta observar patrones repetidos— corre el riesgo de reemplazar la pregunta por el sentido. Por ejemplo, un algoritmo puede detectar correlaciones entre pobreza y criminalidad, pero sin un marco ético y humano esas correlaciones terminan reforzando prejuicios y decisiones injustas.

En el campo empresarial esto es especialmente delicado. Decidir solo en base a datos puede llevar a prácticas que, aunque rentables en el corto plazo, erosionen la dignidad de las personas o el bien común. La política, la educación y el periodismo —como bien menciona Pastorino— ya muestran síntomas de esta colonización del dato: el éxito reducido a clics, encuestas o métricas cuantitativas.

Interpretación y resonancia: más allá de la estadística

Frente a este panorama, Pastorino recupera a Hans-Georg Gadamer, recordándonos que comprender no es solo constatar hechos, sino interpretar. La filosofía no es un lujo improductivo, sino condición de una comprensión auténtica. También recurre a Hartmut Rosa, quien habla de la necesidad de una ética de la resonancia: un mundo verdaderamente humano no se construye solo con eficiencia, sino con relaciones profundas, escucha y transformación recíproca.

Aquí aparece un punto clave para nosotros como dirigentes cristianos. La fe nos invita a discernir, a leer la realidad a la luz del Evangelio, a preguntarnos por el impacto de nuestras decisiones en la vida de las personas y en la sociedad. Los datos pueden ser brújulas útiles, pero nunca reemplazarán la mirada compasiva de Jesús ni la sabiduría que brota de la experiencia humana.

Datos y decisiones empresariales: integrar ética y fe

En la vida empresarial, los datos son indispensables. Permiten tomar decisiones fundamentadas, anticipar riesgos y mejorar procesos. Nadie podría dirigir hoy una organización ignorando la información que los sistemas ofrecen. Pero el punto decisivo es otro: ¿cómo transformamos esos datos en decisiones con sentido?

  • Gestión de personas: las métricas de productividad son valiosas, pero nunca captan toda la riqueza de una persona. Un colaborador no es solo su rendimiento medible, es también creatividad, relaciones, sueños y fragilidades.
  • Impacto social: las estadísticas pueden mostrar cuántas familias se benefician de un programa, pero solo el encuentro directo revela la transformación real en dignidad y esperanza.
  • Discernimiento empresarial: las proyecciones financieras orientan el rumbo, pero el verdadero liderazgo implica preguntarse: ¿qué tipo de sociedad construimos con estas decisiones?

Aquí resuena una advertencia de Francisco: la verdadera sabiduría… no se consigue con una mera acumulación de datos, que fácilmente “satura y obnubila” (Laudato si’, 47). Por eso, más que adorar métricas, necesitamos una mirada de conjunto que integre razón, ética y experiencia; en palabras de Evangelii gaudium, “la realidad es superior a la idea” (231): los datos orientan, pero no suplantan el discernimiento sobre personas, vínculos e impactos en la comunidad.

Cristianismo, liderazgo y el sentido humano en la era digital

El artículo de Miguel Pastorino nos recuerda algo esencial: los datos son instrumentos, no ídolos. No existe algoritmo capaz de traducir el misterio del sufrimiento humano ni de reemplazar la compasión. Como dirigentes cristianos, nuestra tarea no es acumular cifras, sino transformar la información en decisiones sabias, éticas y humanas.

La misión de ACDE, “Dirigentes cristianos al servicio de la sociedad”, nos invita a mantener este equilibrio. Usar los datos sí, pero siempre acompañados de discernimiento, pensamiento crítico y sensibilidad espiritual.

Podemos cerrar con las palabras del profeta Oseas: “Mi pueblo perece por falta de conocimiento” (Os 4,6). Ese conocimiento no se reduce a datos: es comprensión profunda, sabiduría que integra razón y fe, mirada que sabe interpretar y escuchar.

Que el “culto a los datos” no nos haga olvidar lo más importante: el ser humano concreto, imagen de Dios, cuya vida y dignidad nunca cabrán del todo en una métrica o un algoritmo.

Sobre el autor

Adriano Marques Santiago

Sacerdote con más de 15 años de experiencia en el servicio pastoral, especializado en acompañamiento espiritual, liderazgo comunitario y desarrollo humano. Graduado en Filosofía por la Faculdade São Luiz (Brusque/SC – Brasil) y en Teología por la Faculdade Dehoniana (Taubaté/SP – Brasil). Graduado del MBA en Dirección de Empresas por la Universidad Católica del Uruguay – UCU Business School (Montevideo – Uruguay).

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6 comentarios

  • Efectivamente el contacto humano no se sustituye con algoritmos o sistemas de comprensión “meramente superficial”, actualmente las personas estan utilizando la IA como consejeros, coach, y hasta le han asignado la función terapéutica, lo que indica una verdadera deformación por la necesidad de respuestas inmediatas a dudas o conflictos que deben ser gestionados en tiempo, espacio y acompañamiento apropiado.

    La despersonalización del contacto humano esta avanzando aceleradamente, aplicaciones para conocer personas, aplicaciones para cenar, aplicaciones para salir a correr, en fin, lejos del contacto humano la tecnología esta ocupando un lugar cada vez con mayor territorio.

    Observo con preocupación la forma como el ser humano se aleja de sí mismo, no solo procurando alcanzar lo material, también idealizando esquemas, sistemas y estructuras que se alejan de la riqueza que nutre la vida, un paseo tranquilo, observar la naturaleza, sonreir con el canto de los pájaros, absorver el sol con tranquilidad, escuchar el silencio … en fin.

    Tampoco me aparto revolucionariamente de la novedad tecnológica de la nueva era, pienso que algunas herramientas y recursos utilizados con “cordura y criterio” son muy ventajosas, hacer uso de una conversación on line desde distintos extremos del mundo es maravilloso, poder conectar con muchas personas desconocidas y ayudarles gracias a la tecnología es increíble.

    Particularmente hago el trabajo de 3 personas y me ayuda mucho el hacer uso de la nueva tecnología, dentro de ciertos límites, sobre todo para que la inversion de 10 hrs diarias de trabajo sean productivamente eficaces, así como también me apoyo en la tecnología o en sistemas tecnológicos que me ayuden a avanzar en objetivos complejos o particulares de cumplir.

    • Totalmente de acuerdo contigo, Andreicar. La tecnología puede ser una gran ayuda, pero nunca podrá reemplazar la riqueza del contacto humano ni la profundidad de una relación auténtica. Como bien decís, se trata de usarla con cordura y criterio, para que sea instrumento y no sustituto de lo esencial. Gracias por tu aporte, que complementa muy bien la reflexión del artículo.

  • Excelente artículo que nos ayuda a no generar un nuevo dios dato si no a discernir, reflexionar e interpretar estos instrumentos para tomar decisiones que favorezcan a las personas y a la sociedad

    • Muchas gracias, Myriam. Tu lectura resume de manera clara el espíritu del artículo: no se trata de crear un “nuevo dios dato”, sino de discernir, reflexionar e interpretar para que las decisiones sirvan verdaderamente a las personas y a la sociedad.

  • Muy interesante wl tema tocado, muy actual y futuro, se puede reducir a que el ser humano sus sentimientos su fe su seguimiento a Cristo tiene que tener la última palabra o dicho por mí abuela- todo en su justa medida – Saludos.

    • Gracias, Álvaro. Me quedo con la sabiduría de tu abuela: “todo en su justa medida”. Al final, es la fe y el seguimiento a Cristo lo que debe tener siempre la última palabra en nuestras decisiones.