El arte sensibiliza y es también un camino para conocernos mejor y conectarnos con la gente que nos rodea de una forma más profunda. Y la literatura, tiene esta particularidad que está compuesta por veintiséis letras, algunos signos de puntuación, tinta negra sobre papel en blanco, y que, al leer, a diferencia de cuando vemos un video, un reel o una película, nosotros somos los creadores de esa historia. Somos como los directores que traducimos las oraciones del texto en una película en nuestra imaginación. Por eso leer nos hace ejercitar ese músculo de la creatividad que es el mismo músculo que después nos ilumina para atravesar los desafíos que se nos presentan en la realidad.
En esta aventura de leer empecé por diversos autores, textos y libros que se fueron cruzaron en mi destino como La Odisea, Julio Verne, La Biblia, las cartas de San Martín, etc. Todos ampliando y robusteciendo mi visión, alimentándome de ambición y también de múltiples satisfacciones. La literatura es una experiencia espiritual porque sabemos que como pensamos, hablamos y actuamos y en función de como actuamos es la vida que recorremos.
Escribir
Y en esa travesía hermosa y con el tiempo empecé a experimentar un dulce vacío. Había personajes que buscaba, pero no los leía en ningún texto, metáforas que anhelaba imaginarme, pero no sabía dónde encontrarlas, títulos de cuentos o libros que nunca aparecieron y como en la vida misma, a los vacíos es bueno llenarlos. Por eso empecé a escribir las cosas que me hubiese gustado leer. Gigante, este conjunto de cuentos que siempre quise haber leído, pero nunca apareció. En este libro me encontré como en el espejo más nítido. Lo escribí para mí, en la elección de varios cuentos que ya tenía, incluso en el diseño de la tapa, que contiene un dibujo de mi autoría. Y como pasa cuando se encuentra, lo primero que anhela es compartirse, porque esa es la mayor experiencia de la vida: ser uno con todos.
En este libro hay cuentos de los más diversos tipos, desde dos amigas que se encuentran en las sierras de Córdoba, un niño queriendo hacer volar un avión de papel, dos jóvenes que se enamoran y sufren, un escultor, una niña que camina por la ciudad, etc. Si tuviese que definirlo, son cuentos de personas, enfrentando desafíos, que son atravesados por la vida, sus matices, sus limitaciones, y también con el potencial de pensar en grande, de crecer y aprender en este infinito y vasto universo que es la vida cotidiana.
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Publiqué Gigante el último 7 de abril, día de mi cumpleaños y fue un momento muy importante para mi vida porque en esa presentación, en una casa antigua que también es librería en Olivos estuvieron amigos de la infancia, compañeros de mi estudio de arquitectura, gremios con los que trabajo, amigos, clientes, escritores, familiares y además de hablar de este libro, pude celebrar este día con los seres mas queridos y que, en vez de recibir regalos, algo propio de nuestra cultura en esta fecha, sea yo quien decide trabajar para entregarme mejor, quien decide regalarme y entregar a todos este libro.
Y como la añadidura propia de todo acto de fe, Gigante me trajo hermosas devoluciones de sus lectores. Algunos conocidos míos, otras personas que han llegado a mí a través de estas páginas, reconociendo valor y resaltando en sus devoluciones, la identidad de los cuentos. Describiendo un encuentro con situaciones similares a sus vivencias, con la búsqueda de una misma poética en la vida o con la sorpresa, ingrediente esencial de la narrativa. Por esto es que Gigante conforma un alivio más en mi historia. Ya me ha dado todo y más. Me inspira a seguir viviendo bien y estoy agradecido a esta experiencia por la eternidad.