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En términos de santidad en el ámbito empresarial, Enrique Shaw es la persona más relevante de Argentina, y quizás por fuera de dicho país. Tal es así que, en una entrevista al Papa Francisco, sin preguntarle por Enrique, hizo mención a él; de hecho, años posteriores a dicha entrevista, lo terminó declarando Venerable (cf. 24 de abril de 2021, Infobae).
Si asumimos como máxima que, “para inspirar cristianamente el corazón, hay que adentrarse en la vida de los santos”, no sorprendería que, a consecuencia de adentrarse en la vida de Enrique, el pensamiento del Evangelio (concretamente, la Doctrina Social de la Iglesia) irrigara el órgano central del alma.
Con este ánimo, en este escrito se repasan acontecimientos de la vida de Enrique en los que se ha visto un arraigo tanto en ciertas palabras de San Pablo (“[…] pues para mí la vida es Cristo […]”: Filipenses 1, 21) como en ciertas palabras de San Ambrosio (“[…] la vida es estar con Cristo; donde está Cristo, allí está la vida, allí está el reino”, Expositio evangelii secundum Lucam 10, 121; citado de Catecismo de la Iglesia Católica, 1025).
Además, este texto subraya la relevancia del pensamiento de Enrique para toda persona de empresa y/o protagonista de la economía de un país, tanto en tiempos presentes como en tiempos futuros.
En una ocasión, en charla sobre espiritualidad con un sacerdote, este señalara: “Si alguna vez te querés inspirar cristianamente, conocé y meditá la vida de los santos”. Si bien Enrique aun no fue canonizado, sí es alguien en quien una persona pueda inspirarse. Ese es el objetivo de esta exposición: generar inspiración en su vida. Y si bien es cierto que en reiteradas ocasiones se habla de Enrique (al menos en el ámbito de ACDE2), eso es porque la riqueza de su testimonio es inagotable.
Con respecto a hablar de él, téngase en cuenta que no es lo mismo tener información que procesarla. Lo primero refiere meramente a recibir estímulos externos, que se almacenan en la memoria, pero que quizás quedan con suerte en la memoria de mediano plazo. En cambio, procesar la información puede llegar a lograr que eso almacenado se quede en la memoria de largo plazo. Por eso, volviendo a las palabras del comienzo, no es igual leer la vida de un santo que meditarla.
Algo se parece esto a la noción de hábito de Aristóteles: un hábito es una acción que se hizo repetitiva por haberla realizado voluntariamente en reiteradas ocasiones. Es interesante que, cuando Aristóteles hace mención a esta idea en su Ética a Nicómaco, lo piensa en relación a la virtud, en el sentido de que una persona se convierte en virtuosa en tanto realice reiteradas veces a lo largo del tiempo acciones virtuosas3. En este sentido, puede pensarse a Enrique Shaw como un hombre virtuoso.
Cabe destacar que es evidente que no todas las personas que conozcan la vida de Enrique necesariamente se asumen como cristianos, y quizás tampoco como creyentes. Sin embargo, no por eso la vida de Enrique no puede ser inspiración hacia las demás personas. Al fin y al cabo, incluso si se ve desde un punto de vista más utilitario, ciertas acciones en el ámbito laboral como las que realizaba Enrique bien pueden, por ejemplo, hacer del lugar de trabajo un espacio en donde los empleados (y –¿por qué no también? – los empleadores) se sientan mucho más a gusto para cumplir con sus tareas laborales.
Así, sin ignorar el papel de lo espiritual en su vida –ya que no puede ser ignorado4–, se intentará exponer tanto para un público cristiano como para un público no cristiano, teniendo como objetivo el lograr inspiración en la vida de Enrique. Se agregarán algunas reflexiones personales en el correr del artículo. Se verá que lo que respecta a su familia y a la sociedad es lo menos extenso; el foco está puesto en la vida de Enrique en relación al ámbito laboral empresarial.
