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Homo Argentum: entre la alegoría y el catálogo publicitario

Guillermo Francella en una de las viñetas de Homo Argentum, rodeado de marcas comerciales.
Escrito por Teresa Téramo
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Homo Argentum se presenta como un experimento cinematográfico en torno a la identidad argentina, pero pronto queda claro que se trata de un artificio hueco: un film sin guion, reducido a dieciséis viñetas inconexas que se sostienen únicamente en la versatilidad de Guillermo Francella, actor que aquí es menos intérprete que contorsionista obligado a multiplicarse sin tensión dramática. La promesa de explorar “al argentino medio” deviene, más bien, un muestrario de clichés y disfraces, donde la observación social queda subordinada a la caricatura fácil.

Lo más llamativo, sin embargo, no es la pobreza narrativa sino la insistente presencia de marcas que atraviesan la pantalla. La Argentina que la película aspira a retratar parece resumirse en la conjunción de Mostaza, Luigi Bosca, Havanna, Swiss Medical, anteojos Ray Ban, Solo Deportes, Car One…, como si la identidad nacional se hubiera licuado en un banner comercial. En lugar de una sátira lúcida sobre consumos y valores, lo que asoma es un publirreportaje de noventa minutos que confunde cine con folleto publicitario.

Raro. Una pena. Pasamos de Aquí no ha pasado nada a Noche de suerte, de Piso 54 a La fiesta de todos, y de ahí a El auto de mis sueños o Un juguete carísimo… Cada título promete una pequeña historia, pero el desarrollo se limita a sketches que apenas rozan la anécdota. Incluso cuando se aventura a lo “profundo” con Experiencia enriquecedora o Un film necesario , lo que aparece en pantalla no es reflexión sino marketing de ocasión. El recorrido concluye con Troppo dolce, la situación del argentino que viaja a Italia en busca de sus orígenes, confirmando que la película es, en efecto, demasiado dulce para los sponsors y demasiado indigesta para el espectador.

La ironía es que, en su afán de construir un espejo de lo argentino, Homo Argentum termina ofreciendo un reflejo deformante donde la referencia publicitaria suplanta al relato. El resultado es un film que se queda en mera performance de marketing. Uno sospecha que lo más auténtico de la propuesta es su sinceridad involuntaria: mostrar que, para cierta industria, el cine nacional puede reducirse a un paquete de auspiciantes disfrazado de identidad. 

Una propuesta sin guion ni profundidad

Recomendación al espectador: si busca cine con densidad narrativa, mejor siga de largo; si en cambio disfruta jugando al “¿Dónde está Wally?” pero con marcas argentinas, aquí tendrá casi dos horas de entretenimiento garantizado. Más allá de los debates superficiales sobre si la película encarna —o no— “el espíritu nacional”, lo cierto es que Homo Argentum fracasa en lo esencial: carece de guion, se agota en viñetas sueltas y sustituye la reflexión por publicidad. Llama la atención, además, la desproporcionada fuerza de promoción que acompaña a un producto tan mediocre, capaz de llegar incluso a las pantallas de ciudades pequeñas. Y es esa paradoja la que más incomoda: que un film tan débil en lo artístico circule con la potencia de una superproducción, como si la maquinaria publicitaria pudiera suplir lo que el cine, en este caso, nunca entrega.

Guillermo Francella en una de las viñetas de Homo Argentum, rodeado de marcas comerciales.

Se dirá que las salas están llenas, pero más que entusiasmo eso parece simple curiosidad: la necesidad de ver con los propios ojos aquello de lo que tanto se habla. La expectativa es alta al entrar —quizás por Francella, quizás por la maquinaria de promoción—, pero al salir el semblante es otro. Gente que esperaba reír, emocionarse o al menos reconocerse en algún guiño, abandona la sala en un murmullo apagado, con esa frustración silenciosa de quien pagó la entrada y descubrió que la película prometía un banquete, pero sirvió apenas un menú de sponsors. 

Estereotipos y representación femenina

Hay otro aspecto que incomoda: el modo en que las mujeres son retratadas. Más que personajes, son figuras planas que orbitan entre la ingenuidad erótica, la sumisión complaciente, la provocación superficial o la mentira calculada. No hay matices ni voces propias, sino máscaras intercambiables al servicio del gag o de la fantasía masculina. En un film que dice indagar la identidad argentina, esta reducción de lo femenino a caricatura resulta doblemente empobrecedora: confirma que la supuesta “mirada social” es en realidad un repertorio de estereotipos que, lejos de cuestionar, reinstala y legitima viejas jerarquías con aire de normalidad. Incluso cuando podría justificarse como crítica al machismo, el recurso termina reproduciendo lo que dice satirizar, y en ese gesto ejerce una nueva forma de violencia discursiva que perpetúa representaciones insostenibles y perjudiciales para el universo femenino. Lamentable.

Sobre el autor

Teresa Téramo

Doctora en Ciencias de la Información por la Universidad de La Laguna (España) y Profesora en Letras por la UCA, donde es la Coordinadora Académica de la Maestría en Comunicación Audiovisual.

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1 comentario

  • Muy buena reseña. Gracias. Muy mala película. Muchas escenas: ni graciosas ni verosímiles. Por otra parte, podria aludir a personas de cualquier nacionalidad; la mayoría de las cuestiones planteadas son simplemente humanas no exclusivamente argentinas o porteñas. No vale la pena verla.