El Padre Daniel Díaz, asesor doctrinal de ACDE, nos anima a buscar el bien del otro de manera integral. Enrique Shaw decía que la bondad es lo que nos mueve y lo que nos hace semejantes a Dios. En la empresa, significa mirar a cada persona como un hermano, dejar de lado el egoísmo para abrirnos al encuentro y promover culturas organizacionales que sean respetuosas y solidarias.
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Queridos amigos de ACDE,
Enrique Shaw escribió entre las notas de su libreta personal 20 (tal como la cita el libro “Un empresario en plenitud” de Sara Critto de Eiras) esta frase:
“…tener bondad, lo que más mueve a los hombres, lo que más nos hace semejantes a Dios”. Estas palabras las anotó para sí mismo, como uno de esos recordatorios de las inspiraciones con que el Espíritu Santo le iba aclarando sus metas y ayudándolo a crecer en santidad. Creo que pueden servirnos de punto de partida para reflexionar juntos y descubrir en ellas una invitación.
Recordemos que la Bondad es, en primer lugar, un atributo de Dios. Él no solo es bueno sino que es la Bondad misma. Esta es una de sus perfecciones esenciales. En este sentido pleno, uno puede decir “Sólo Dios es bueno”, como le respondió el mismo Jesús a quien un día lo llamó “Maestro Bueno”. Nos revelaba así el origen de toda bondad. Dios es el modelo que necesitamos contemplar.
La bondad del universo y de todo lo que en el existe, entonces, será siempre una participación en esta bondad divina. El relato de la Creación lo destaca en el capítulo 1 del libro del Génesis, cuando repite por cuatro veces la frase “Y Dios vio que esto era bueno”. Cada día el mismo Creador iba reconociendo su reflejo en la creaturas que había traído a la vida. Finalmente, al ver terminada su creación y contemplar lo que había hecho y su armonía, el Señor declaró que todo era muy bueno. Fuimos hechos buenos y para ser buenos.
Pero además, la bondad es un fruto del Espíritu Santo. Su presencia en el hombre manifiesta una vida vivida en Dios que permite no solo hacer el bien sino hacerlo como Dios mismo, con los mismos sentimientos de Jesús. Es mucho más que la capacidad de ser amables. Implica que podemos buscar el bien del otro en un sentido integral, de modo desinteresado, constante y firme.
Esta bondad en nosotros es manifestación clara de la Caridad, que identifica a Dios y que Él puede regalarnos como virtud. Como parte de ella, la bondad es la virtud moral donde hacemos el bien a los demás no solo porque debemos o nos es mandado sino porque nuestra alma, impulsada por el amor recibido de Dios, lo asume como un verdadero estilo de vida.
Traigamos ahora este tema a nosotros mismos y nuestra realidad, y preguntémonos: ¿Cuál es entonces el estilo de vida que como cristianos nos permite tener bondad, hacernos más semejantes al mismo Dios e incidir más profundamente en los demás en el ámbito concreto de la empresa? Se me ocurren 3 aspectos que pueden conformar la base de este estilo. Seguramente uds. podrán pensar muchos más.
En primer término este estilo de vida consiste en ver a cada uno de los que nos rodean (empleados, colaboradores, clientes, proveedores y también a nuestros jefes) no solo como personas dignas, sino como verdaderos hermanos cuya vida realmente nos importa. Solo así podemos estar atentos a su bien integralmente. Es cierto que no todo lo podemos abarcar o solucionar y que cada uno debe asumir su responsabilidad sobre su propia vida, pero esto no puede justificar nunca nuestro desinterés o nuestra indiferencia, que los invisibilizan como personas. Reducir a los que nos rodean a un mero instrumento que me sirve o le sirve a mi empresa exclusivamente para un fin determinado es deshumanizarlos y eso, antes que a los demás, nos deshumaniza a nosotros mismos. Así como miramos, así somos mirados, y así mirarán a nuestra organización.
En segundo lugar, tratar de ser buenos con los demás en el ámbito de nuestra actividad implica tener que salir del propio egoísmo, aislamiento y comodidad para generar el encuentro y conocer a cada persona de modo de poder involucrarnos en la búsqueda de su plenitud. Es necesario reconocer los límites y dificultades que tienen en su vida y revisar si hay algo que esté a nuestro alcance o el de nuestra empresa para solucionarlo concretamente. Porque nadie puede trabajar dejando de lado quien es y lo que vive. Toda organización que quiere triunfar prescindiendo o incluso a costa de quienes la conforman construye un grupo sin pertenencia ni compromiso, que solo se sostiene desde la conveniencia momentánea, la exigencia o la opresión. Por el contrario, cuando la autoridad se entiende como servicio y no como dominación, cuando el líder es capaz de escuchar y comprender, sin dejar de poner los límites y correcciones necesarias para el bien común, se construye una verdadera comunidad que comparte sus objetivos y se esfuerza mancomunadamente.
El estilo de vida que nos propone la bondad incluye en tercer lugar la necesidad de potenciar y armonizar la búsqueda de bienestar para todos en la construcción de una cultura organizacional del bien, donde se promuevan el respeto, la responsabilidad, la honestidad, la solidaridad. Cuando sentimos que otros nos ven, nos conocen y están involucrados en nuestra búsqueda del bien, empezamos a hacer lo mismo con los demás. La bondad, como decía Enrique Shaw, nos mueve a ser más buenos. Es el grano de mostaza que empieza a crecer hasta convertirse en un arbusto muy grande, capaz de cobijar a los pájaros.
Un par de preguntas muy simples pero que tienen una enorme profundidad y capacidad de transformarlo todo, serían posibles ante cada una de nuestras decisiones: ¿Estoy siendo bueno? ¿Estoy haciendo el bien? Si las dos tienen una respuesta afirmativa, lo que hagamos nos hará más parecidos a nuestro Padre Dios y tendrá el poder de entusiasmar a otros para transformar nuestras empresas en un lugar bueno, donde hacemos el bien.
Que el Buen Dios, los bendiga a todos.