Management

La eficiencia como deber moral del empresario

Escrito por Pablo Lamas
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En una de sus notas personales, recogidas en el libro sobre pensamientos y notas de Enrique Shaw, su yerno Adolfo Critto, recuerda una frase que condensa una visión profunda y generalmente olvidada de la función empresaria: “La eficiencia es el deber de estado del empresario, porque es la garantía de continuidad del trabajo del obrero”.

Esta afirmación, en lo referido a la eficiencia, no es simplemente una expresión técnica ni una búsqueda de rentabilidad. Es una definición moral y social del rol del empresario. La eficiencia se convierte así en un deber, en la medida en que de ella depende el bienestar de muchos otros: trabajadores, proveedores, familias, comunidades enteras.

Para entender el verdadero alcance de esta idea, conviene recuperar una fuente clásica: la noción de justicia en Platón. En la República, se propone una versión que, aunque puede parecer sencilla, es definitiva en su pensamiento: la justicia es que cada uno haga bien lo que le corresponde hacer. No se trata sólo de no hacer daño, sino de cumplir con excelencia y responsabilidad la tarea propia dentro del orden social. Este concepto, que atraviesa toda la filosofía práctica del pensamiento clásico, implica que el empresario no es justo por “hacer cosas buenas”, sino por hacer bien su trabajo: crear valor, sostener empleos, organizar procesos, asumir riesgos, cuidar relaciones. No hay justicia sin eficiencia en este marco.

La palabra “eficiencia” viene del latín “efficientia”, y significa literalmente “la cualidad de quien completa algo”. No es eficiencia aquel que simplemente se ahorra recursos o mejora índices, sin el que lleva a buen término aquello que vino a hacer. Esta mirada nos pone frente a un deber mayor: el de ser fieles a la misión que elegimos como empresarios. No basta con tener buenas intenciones: hay que ser competentes. No alcanza con repartir, si no se produce bien.

Esto permite ordenar las prioridades dentro de una comprensión más honda de la Responsabilidad Social Empresaria (RSE). Con frecuencia se la concibe como un “extra”, una ayuda externa a terceros, una acción visible, aunque desconectada del negocio. Sin embargo, una visión más integral nos muestra otra cosa: que la verdadera RSE no empieza hacia fuera, sino desde adentro.

En este sentido puede ser entendida como la capacidad de maximizar las externalidades positivas y minimizar las externalidades negativas del accionar empresario. Es decir, que las consecuencias de la actividad económica -directas e indirectas- mejoren la vida de quienes participan y se vean involucrados en ella.

Desde esta visión, el orden de prioridades es claro:

– Primero, el empresario debe asegurar la eficiencia de su empresa: sin empresa sostenible, no hay justicia ni ayuda posible.

– Segundo, debe cuidar a quienes están dentro y alrededor de su sistema de relaciones: empleados, clientes, proveedores, familias.

– Tercero, debe proyectar esa eficiencia hacia su entorno social más amplio, con una mirada subsidiaria y comprometida.

Desde la Doctrina Social de la Iglesia, esto se aprecia en uno de sus principios fundamentales: el de subsidiariedad. A cada actor social le corresponde una responsabilidad directa e irrenunciable en su ámbito. Por eso, el empresario, antes de intentar ayudar a terceros, tiene el deber de asegurar la solidez, la continuidad y la justicia interna de su propia empresa. Ayudar a terceros en desmedro de la propia eficiencia no es virtud, sino desorden.

En definitiva, ser eficiente no es simplemente “ser productivo”, sino cumplir con lo que uno vino a hacer en la sociedad. Y esta fidelidad a la tarea propia, vivida con responsabilidad y sentido de bien común, es el acto más profundo de justicia que puede ofrecer un dirigente empresario.

Sobre el autor

Pablo Lamas

Profesional (Abogado – Mag. Propiedad Intelectual) orientado al desarrollo de negocios y la gestión y gerenciamiento de proyectos complejos. Con 10 años de experiencia en la industria farmacéutica en distintas funciones y posiciones.

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