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La urgencia de construir una agenda compartida con un propósito común

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En un ambiente de diálogo y encuentro fraterno, quiero proponer a Ustedes, dos puntos concretos, fruto de mis reflexiones y experiencias en la dirección de empresas, así como en la participación activa de la sociedad civil, a traves de las cámaras empresariales. Lo anterior, en este contexto histórico con el gran desafío de construir una cultura del cuidado de la casa común, en este tiempo complejo de Cambio de Época, marcado principalmente por la globalización en los mercados y los medios de comunicación digital. Hay que reconocer, que gracias a lo anterior, todas nuestras relaciones con los demás seres humanos, con la naturaleza y con Dios, han cambiado. Ahora la experiencia de la vida es más acelerada, vertiginosa. Y, como dice hoy el Papa León XIV, todo está marcado por un interés, por la cultura del beneficio (Cfr. Mensaje a la Red Internacional de Legisladores Católicos, 23 de agosto de 2025).

Considero que la proyección de una agenda compartida, no debe partir de ideas abstractas, huecas, sino del camino y la realidad concreta de cada una de las personas que se involucran en ella.

Somos cristianos y sabemos que nuestro triunfo tiene forma de cruz, de entrega amorosa, de sacrificio y de donación, de pasar constantemente a una exigencia personal mayor. Hoy más que nunca, por lo menos en lo que yo conozco, corremos grandes riesgos frente a los desafíos económicos, políticos, sociales y educativos de México y el mundo.

Hoy, algunos seres humanos aspiramos a pertenecer a comunidades que trasciendan, donde nos incluyan y seamos partícipes de su crecimiento integral. Estamos buscando aprender el arte de ejercer nuestra corresponsabilidad para impulsar transformaciones que cambien todo aquello que no tiene sentido: la violencia, la corrupción, la destrucción, la polarización, etc.

El diálogo realista, sereno, autocrítico y, sobretodo, propositivo nos debe convocar con toda la responsabilidad que implica. Hoy, debemos revisar nuestra lógica y proceder, que debe ser, “desarmado y desarmante”. Tenemos que responder desde nuestra interioridad y generosidad, no desde nuestras vísceras o máscaras.

Quiero compartir con ustedes dos ideas muy concretas: 

La necesidad de renovar nuestra forma de comprender la realidad y asumir nuevos criterios de discernimiento de la misma.

Es apremiante reconocer que éste es el tiempo de la complejidad, de lo sistémico, de lo holístico y también de lo evangélico, que a fin de cuentas todos estos atributos se articulan de manera unitaria. En los proyectos de asistencia social, promoción humana y de cambio de estructuras, en los que he participado en los últimos 25 años, me he percatado de una constante: la exigencia de un creciente cambio de paradigmas, es decir sobre cómo entendemos la realidad y cómo debemos abordar los retos de comunidad y liderazgo en nuestras sociedades. Es urgente reconocer que el problema no es la realidad solamente, sino también la manera y los criterios con los que la vivimos y nos situamos ante ella.

Necesitamos adaptar y renovar nuestro liderazgo eclesial, social, económico, cultural y político para afrontar los cambios exitosamente en unidad y armonía. El Papa Francisco, en el Documento de Aparecida y más adelante en Evangelii Gaudium, nos proporcionó 4 criterios para propiciar el bien común y la paz social: “es necesario darle prioridad al todo y no a las partes; a la unidad y no al conflicto, a la realidad más que a las ideas; al tiempo que es programático y no al espacio que es rígido”.

Necesitamos construir un nuevo encuentro social donde podamos inspirarnos y enriquecernos mutuamente; donde reconozcamos que apreciamos al otro y nos necesitamos, aportando lo que nos corresponde. Lo anterior, es esencial para regenerar una sana armonía, es decir, para equilibrar la realidad y darle sentido, unidad, verdad, belleza.

Aquí está nuestra misión en este Cambio de Época. La crisis generalizada que vivimos no significa fracaso, sino oportunidad de evolucionar para mejorar nuestra humanidad y vivir la justicia y la verdadera paz.

Nuestro tiempo nos empuja a construir nuevos escenarios donde cada uno de nosotros aporte de manera solidaria, nuevas luces que unan, que inspiren y ofrezcan esperanza en el encuentro y el cumplimiento de lo que nos corresponde aportar. No podemos responder con soluciones que en el pasado funcionaron, porque la realidad nos impone nuevas formas de ser y relacionarnos en comunidad. Y lo digo enfáticamente: un nuevo liderazgo no significa que otros lideren lo que nos corresponde hacer en nuestro tiempo y circunstancia, sino fomentar verdaderas corresponsabilidades, alianzas, para promover un desarrollo humano, integral, solidario y sustentable.

Lo anterior, supone e implica un nuevo y renovado ejercicio de la autoridad. 

Tenemos que decirlo con sencillez, pero con claridad: hoy día, la figura de la autoridad y su roll en la sociedad está en crisis. Está muy cuestionada, rebasada y desprestigiada. No estoy hablando solo de las autoridades civiles, –cuya decadencia, parece obvia, y se manifiesta en el desmantelamiento de las instituciones del Estado–, sino también de las autoridades empresariales y las organizaciones de representación empresarial, de las instancias políticas de partido, de la sociedad civil, y algunas religiosas también.

La autoridad empresarial está en crisis porque la cultura con que se ha desempeñado hasta ahora, ya no responde a la realidad compleja de hoy. Es urgente aceptar que la empresa y sus dirigentes tienen la enorme responsabilidad de promover a la persona, a la comunidad empresarial y a la sociedad, en su conjunto y profundidad de sentido. Nuestra vocación es ser un factor de prosperidad y crecimiento de los seres humanos concretos, teniendo como consecuencia, la generación de un patrimonio y un progreso no sólo económico.

En este tiempo de la globalización, todo está interconectado. No es posible, por ello, permanecer ajenos a lo que acontece en el entorno. Los populismos han comprendido que el espacio cedido es llenado por el oportunismo manipulador. El bien debe darse por aquellos a quienes les compete de manera natural, y no, por un Estado interesado en la seducción de sus votantes.

Sobre el autor

Juan Pablo Castañón Castañón

Juan Pablo Castañón Castañón. Empresario mexicano, exPresidente del Consejo Coordinador Empresarial.

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