Valores

La vida según el guión

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Imagen: El apuntador de teatro. Artista desconocido. Link de origen.

Está la vida, lo que vivimos y también están las palabras que articulamos para contársela a otros y explicárnosla en el espejo. Articular esas palabras no siempre es fácil. No es fácil, por ejemplo, cuando buscás la palabra justa para explicar por qué aquello no es lo que esperabas o para describir esto otro que se mantiene ambivalente o ambiguo. O también, cuando se busca la palabra para nombrar aquello te mantiene expectante o, esto otro, que decís haber superado.

Yo, tengo algo así como un empecinamiento -tardíamente aprendido- en encontrar escribiendo la palabra justa. Por eso, suelo recordarme a mí misma -no siempre y cada tanto- que no es fácil dar con ella. Confieso que, por ahora para mí, encontrar un conjunto de palabras que se articulan bien gracias al teclado y la gramática sigue siendo algo precioso del orden del ver, del entender. Aunque, al mismo tiempo, sé -pero no experimento todavía- que la poesía o el poeta o la mística, me señalarían otra dirección para esa búsqueda.

El ruido de los guiones

Pero no es fácil para mí, ni para nadie, por eso, a veces, la conversación con sentido no conecta o se ve interferida por el ruido de diversos guiones, relativamente reconocibles, de los que echamos mano para no quedarnos en silencio, para imponer nuestro yo o, seamos justos, para que el otro ni siquiera alcance a hablar. Dios nos libre de tener que escucharlo.

¿Guiones que se escuchan? El guion aprendido en Instagram o en LinkedIn. El guion aprendido en la psicoterapia o en el coaching. El guion aprendido en el gimnasio. El guion del éxito, de la vida sana y del disfrute. El guion de los mandatos y el de la bucket list. El guion del colegio y el de la parroquia, el guion de la economía y el de la política, el guion del periodismo, el guion de mi juventud y el de la tuya, el guion de tu barrio y el del mío, el de tu familia y el de la nuestra, etc., etc.

Explicación de una sola dermis

¡Cuántos guiones! No son simples jergas. A mí me gustan las jergas, pero no los guiones. Las jergas acortan el tiempo de entendimiento entre algunos y, para algunos fines, me parecen geniales. Los guiones tampoco son estereotipos, pero ahora no sabría decir por qué o en qué se diferencian de ellos.  Lo que llamo guiones son explicaciones cerradas, acríticas y de una sola dermis, acerca de cómo funciona el mundo. Algo así como vivir en un frasco de mayonesa, pero del discurso, sin número de lote ni fecha de vencimiento. 

Los guiones son muchos y están a la mano para suspender cualquier conversación -mientras continúa el sonoro intercambio de voces. Los guiones tienen la mágica característica de convertirse en monólogos que endulzan los oídos propios de quien los dice o en consejos que nadie ha solicitado. El más apoteótico es el guion de la escucha activa -que, irónicamente, hasta lo sabe seguir la inteligencia artificial.

Hablar o ser hablado

Cuando reconocemos los sonidos de los guiones ya no sabemos quien está hablando o si lo que sucede es que estamos siendo hablados por ellos. Seguir un guion, a veces, se confunde con defender algo o a alguien; seguir un guion, a veces, confunde el hablar con el actuar, el saber con el pensar. Seguir un guion es, quizás, tan solo un decirle “callate” al silencio tan temido. Seguir un guion es, quizás, tan solo hablar el ideal que permite ocultarnos la verdad que -de veras, de veras- nos mide de forma apretada y precisa. Seguir un guion es humano, demasiado humano. De ningún modo es divino.

Sobre el autor

María Marta Preziosa

Dra. en Filosofía por la Universidad de Navarra. Master in Business Administration por IDEA. Investigadora, Facultad de Ciencias Económicas, UCA. Docente en diversas universidades de la región. Consultora. Temas que suele tratar: management, ética, compliance, cultura organizacional entre otros.

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