“Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura”, dice Jesús en el Evangelio. En este episodio, el padre Daniel Díaz, nuestro asesor doctrinal, nos invita a reflexionar sobre la riqueza de vivir la fe cristiana desde nuestro rol como empresarios, profesionales y emprendedores. La fe nos permite jugar con “las cartas de Dios”, dándole sentido trascendente a nuestra vocación en el ámbito empresarial.
El texto completo:
Queridos amigos de ACDE,
Tenemos fe, una fe que muchos tratamos de hacer crecer cada día. Y para esto, nos proponemos frecuentemente sostener una vida espiritual que de plenitud a nuestro ser. Más aún, buscamos que esta fe se despliegue ampliamente, que toque todos los rincones de nuestro caminar diario y de siempre orientación a nuestros pensamientos y acciones, allí donde estemos. ACDE tiene como misión ayudarnos particularmente a hacer presente la decisión de ser discípulos del Señor en el ámbito de nuestra actividad laboral.
Sin embargo, justamente aquí, podemos sentir que la fe, en vez de hacerse fuente de inspiración y guía, se transforma en un problema, nos hace sentir culpables, complejiza nuestras decisiones, nos deja en lugares de imposible resolución. En el ámbito en que actuamos, con las personas que nos rodean, en las circunstancias que nos toca enfrentar, el bien amenaza con transformarse en utopía y nosotros en sus ilusos perseguidores. Creo que esto no es más que una tentación y les propongo reflexionar sobre la inmensa riqueza que nos regala el ser cristianos en nuestra condición de gente de empresa.
Se me hacen presentes las palabras con que Jesús invitaba a sus discípulos a confiar en el Padre Dios y en su providencia. Él les decía: “Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura”. ¿Es real que, si me preocupo en primer lugar de ser fiel a Él, Dios se ocupará de todo lo demás? ¿Será que verdaderamente no solo no hay un “menos”, sino que aparece un asombroso “más”, cuando vivimos como cristianos nuestra tarea empresaria? Y a todo esto, ¿cómo es que se da este añadido de la fe en nuestra condición laboral?
La respuesta a las preguntas sobre si esta frase es en verdad real en todo ámbito y si hay un “más” en la fe cristiana para nosotros, las encontramos en la certeza de que Jesús es el Señor. Su invitación es al mismo tiempo una promesa. Hay un don en que Él mismo se compromete a responder a nuestra búsqueda. A nosotros ni siquiera se nos exige alcanzar el Reino, basta con buscarlo. Dios se reserva para sí la responsabilidad de responder generosa y abundantemente, dando todo lo que falte o no se alcance con nuestro esfuerzo. ¿Cómo entonces es que se cumple este regalo de Dios para quien se centra en Él y su voluntad?
Lo primero a considerar es la cuestión del propósito y el significado. ¿Dónde están nuestras motivaciones para liderar? Es de ellas que brota la verdadera pasión con lo que hacemos las cosas y una dedicación comprometida y equilibrada que nos permiten alcanzar los objetivos. Es desde allí donde sentimos que no nos desgastamos, sino que, por el contrario, nos estamos realizando en nuestra tarea. Las motivaciones son múltiples y está bien que así sea. Hacer algo que nos gusta y que hacemos bien, obtener a cambio un ingreso material acorde a nuestro esfuerzo y que nos permite una vida de bienestar, son las más inmediatas. Pero con una visión más profunda, esa que solo puede darnos la fe, aparece el bien que puedo hacer a los demás desde mi actividad, brindando buenos bienes y servicios a la sociedad. Y, un paso más allá, nos encontramos con algo misterioso: esa vocación profunda, ese llamado de mi Creador al que respondo, que al reconocerlo me da un impulso inusitado. Mi trabajo es algo trascendente, conectado a lo eterno.
En segundo lugar, la fe implica decisiones morales, valores, virtudes, que más allá de efectos inmediatos de corto plazo construyen el mejor futuro, dejan vínculos de confianza muy fuertes. Cuando hacemos las cosas bien, como Dios manda, nos hacemos más valiosos para una sociedad que necesita se atienda el Bien Común, somos reconocidos por fomentar la responsabilidad social y la solidaridad.
En tercer lugar, se nos concede una mirada trascendente, que va más allá de lo inmediato, frente a las adversidades de toda índole que son parte de nuestra actividad. La fortaleza y la perseverancia para superar los obstáculos y desafíos que se presentan son parte esencial del mensaje cristiano. Quienes siguen a Cristo, crucificado y resucitado, saben que el camino tiene etapas que son cuesta arriba y lo tienen asumido. No se amedrentan fácilmente. Encuentran en Jesús el ejemplo y en su Espíritu el sostén para no desistir. El martirio, el asumir el costo de no renunciar a Dios ni a sus senderos está apoyado en la confianza de saber que, sin importar las apariencias, todo estará bien.
Por último, se me ocurre que aun lo que parece no tener salida ni solución, allí donde la fe y los negocios parecen tornarse incompatibles, la situación se hace invitación a abrirse a la inspiración del Espíritu Santo y a permitirse la creatividad que genere soluciones innovadoras e incluso nos introduzca en oportunidades impensadas, diferenciándonos de los demás.
La fe es un inmenso don. Tan grande que nada está a su altura. Nos hace jugar con las cartas de Dios, con él cubriéndonos en nuestras espaldas. En la fe, toda nuestra persona se integra, se sana, se unifica. Y todo se cumple tal como Dios nos prometió. Jesús dijo en esa oportunidad: “No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo”. Inquietémonos solo por no apartarnos de nuestro Dios.
Que el Señor les conceda ser siempre firmes en su fe, para poder recibir el ciento por uno en la tierra y en el futuro, la vida eterna.
