El asesinato del activista Charlie Kirk conmueve a los Estados Unidos y al mundo. Reabre la grieta que separa a progresistas de conservadores y actualiza el debate sobre qué tipo de sociedad queremos.
Hay que poner las cosas en perspectiva. Cuatro presidentes en ejercicio fueron asesinados en los Estados Unidos a lo largo de su historia: Lincoln, Garfield, McKinley y Kennedy. Y, si sus atacantes hubieran afinado la puntería, serían siete: se salvaron por poco Ford, Reagan y, más recientemente, el mismísimo Trump. Murieron también en atentados el activista Martin Luther King Jr. y Bob Kennedy, que era candidato a presidente. Omitamos a gobernadores, congresistas y otros dirigentes que sufrieron violencia política, porque la lista sería interminable. En la democracia más robusta del mundo, todavía hay gente que mata y gente que muere por sus ideas.
Ahora le tocó al conservador Charlie Kirk. Gran polemista anti-woke , triunfaba en las redes sociales y movilizaba a miles de estudiantes en las universidades que acudían a apoyar o a cuestionar sus ideas. En esas lides andaba cuando un chico de 22 años, Tyler Robinson, lo mató de un disparo en el cuello durante un evento en la Utah Valley University. Ahora, las banderas flamean a media asta y Trump anunció que le concede a Kirk, de manera póstuma, la Medalla Presidencial de la Libertad: la más alta distinción civil de los Estados Unidos. La grieta en su formato más puro.
La atrocidad de este asesinato es motivo de múltiples análisis en los medios del mundo. Acá, un modesto aporte sobre cuáles son, quizá, los motivos de fondo por los que la política nos lleva, en casi todo el mundo, a la confrontación (aún cuando no lleguemos a la violencia física):
-Pragmatismo. Para no perder un privilegio, o un beneficio, o un trabajo. O para que no lo pierda un pariente. O para alcanzar algo de eso en algún momento, si todavía no se tiene. Es el instinto de supervivencia más básico: el pancho y la Coca, entre los pobres; el contrato con el Estado o la exención impositiva, entre los ricos. Mera conveniencia.
-Memoria. Por el pasado: por lo que hicieron los de un bando o dejaron de hacer los del otro. Por gratitud o por rencor: por lo bueno que disfrutaron nuestros padres o nuestros abuelos, o por lo que tuvieron que sufrir. Y porque apoyar a unos y denostar a los otros se volvió tradición familiar y, de a poco, terminó constituyendo una identidad. Y de ahí es difícil volver.
-Convicción. Por ideología: por apoyo a los que privilegian la igualdad de oportunidades o a los que ponen el foco en las libertades individuales. A los que creen que el Estado debe estar presente en casi todas las esferas de la vida solucionando injusticias, o los que piensan que debería limitarse sólo a los ámbitos a los que los privados no llegan, molestando lo menos posible. Y todo lo que haya en el medio.
Si bien se mira, la grieta más profunda no es la que divide a la izquierda de la derecha. Es la que separa a los absolutistas —los que buscan imponer sus valores y querrían que todos los adoptasen— de los tolerantes: los que prefieren sociedades plurales en las que, aun con incomodidad y tensiones, convivan en paz los que piensan distinto. Hay razones para pensar que Charlie Kirk era de estos últimos: se dedicaba a debatir en las universidades, que se supone son el ámbito ideal para el intercambio de puntos de vista. Y aunque defendía la libre portación de armas, no las empuñaba para imponer sus ideas. QEPD.