Podrá parecerle a alguien que el calificativo “relacional” está de más cuando hablamos, precisamente, de límites. Pienso, sin embargo, que hacerlo explícito, no darlo por supuesto, ayuda a profundizar en el sentido y alcance de tales límites.
Me pasa algo similar a la hora de reflexionar acerca de la libertad. Prefiero redundar con el calificativo aludido también.
Confieso, de antemano, que a la tan usada expresión “mi libertad termina donde empieza la del otro” la encuentro con bastante menos fuerza relacional de la que podría parecer tener; más bien, me cae como si estuviera insinuando una especie de confrontación de libertades individuales, donde se requiere desfavorecer a uno para favorecer al otro.
En fin, entiendo que es siempre más provechoso pensar, y por supuesto vivir, en clave relacional tanto la libertad como los límites que aquella requiere para conveniencia de todos.
Vengo pensando hace tiempo que muchas de las situaciones que nos empobrecen como humanos encuentran su raíz en esta ecuación: la ampliación de derechos que expresan deseos individuales y la reducción, o hasta ausencia, de límites (relacionales) a esos deseos.
No me refiero, por supuesto, a la ampliación de derechos de diversa índole como un problema en sí mismo (cuántos que son, realmente, conquistas para el conjunto de la humanidad), sino a cuando tal ampliación se realiza a costa de disminuir deberes hacia el otro, obviando límites razonables para convivir, o hasta desconociendo otros derechos que nos favorecen a todas las personas y generaciones a la vez.
Como ya sabemos, cuando se debilita el marco relacional y diacrónico, se erosiona la responsabilidad ante un otro y un futuro. Y viceversa, a modo de círculo vicioso.
Cuestiones como el hasta dónde llegar, qué elegir, qué decir, hacer u omitir se van referenciando exclusivamente a lo individual (a lo sumo, al círculo cercano) y al presente.
¿Cuántas consecuencias prácticas derivan de ese debilitamiento o de la ecuación planteada más arriba? No dudo que podríamos reconocer violencias, atropellos, descuidos, negligencias, de muy diversos grados y matices.
En nota anterior de la Revista, hablaba de recuperar el sentido de trascendencia como reto esencial (28/08/25). Me animo a señalar que recuperar el nosotros es también una meta social impostergable, que nos convoca a considerar –efectivamente– el marco relacional de la libertad y de los límites con los que contamos para nuestro diario convivir.